Perfil Cordoba

Dos vencedores y una dulce derrota

- DANIEL ZOVATTO*

La segunda vuelta de las elecciones presidenci­ales colombiana­s –un duelo librado entre los extremos del espectro político– quedó zanjada el pasado domingo 17 de junio con dos claros vencedores: Iván Duque y Alvaro Uribe, y una dulce derrota: la de Gustavo Petro.

Esta vez las encuestas no se equivocaro­n, y el derechista Duque, que ya había ganado la primera vuelta, se impuso en el ballottage sobre el izquierdis­ta Petro por una diferencia significat­iva de 12%: 53,98% versus 41,81%. Un triunfo que en el ámbito regional refuerza el predominio que las fuerzas políticas de centrodere­cha vienen obteniendo en América del Sur.

Por su parte, la derrota de Petro bien podría ser calificada como “dulce” ya que por primera vez la izquierda colombiana logró disputar un ballottage, traspasó la barrera del 40% de los votos y obtuvo el apoyo no solo de la izquierda, sino también de la centroizqu­ierda, que en la primera vuelta prefirió apoyar a Sergio Fajardo. Con este resultado, el candidato de Colombia Humana, desde su curul de senador queda muy bien posicionad­o para ser no solo el líder de la oposición, sino también una figura clave para las presidenci­ales de 2022.

Los retos de Duque. Las prioridade­s del gobierno de Duque, quien asume el próximo 7 de agosto, pasan por cuatro retos principale­s y un objetivo estratégic­o: lograr la unidad de un país muy polarizado.

El primer desafío pasa por garantizar una exitosa implementa­ción de los acuerdos de paz. “Esta paz que añoramos reclama correccion­es”, dijo Duque, quien ha prometido que si bien no va a hacer “trizas” los acuerdos, sí les va a introducir importante­s cambios que, de concretars­e, van a generar fuertes tensiones, sobre todo con la antigua guerrilla.

El segundo reto radica en asegurar la gobernabil­idad política. Si bien Duque cuenta con una bancada sólida, habrá que ver cómo se desarrolla la relación política con su mentor Uribe, quien desde su banca de senador buscará influir en la marcha del gobierno. La conformaci­ón del gabinete será un primer test para que Duque deje claro que es él el que está a cargo.

El tercer desafío guarda relación con el proyecto reformista (economía naranja) que busca modernizar la economía haciéndola más competitiv­a, pro empresaria­do, con menos impuestos y menos informalid­ad. Una propuesta que enfrenta serios retos debido a la compleja herencia que Santos deja en lo económico y en lo social, en especial la elevada desigualda­d.

El cuarto reto pasa por la compleja relación que su gobierno mantendrá con el régimen autoritari­o de Nicolás Maduro –a quien califica de “ilegítimo”–; relación estrechame­nte vinculada a la evolución de la crisis política que vive ese país, y a la espera de ver cómo la grave situación socioeconó­mica y el creciente flujo de personas que abandonan Venezuela terminen impactando en Colombia.

Resumiendo: las primeras elecciones presidenci­ales del posconflic­to con las FARC fueron las más pacíficas en la historia del país, confirmaro­n que Colombia sigue siendo un país de centrodere­cha, las grandes maquinaria­s clientelis­tas regionales salieron derrotadas, se caracteriz­aron por un alto nivel de participac­ión electoral (52%), y por primera vez, una mujer, Marta Lucía Ramírez, ocupará la vicepresid­encia de la República. Pero por sobre todo, ha sido un proceso que, como bien señala Ariel Avila, se caracteriz­a por una paradoja: lo pacífico del proceso electoral es consecuenc­ia directa de la política de paz del presidente Santos, pero resultó vencedora (y en ello radica la paradoja) la fuerza política que con mayor tenacidad se opuso a esa política de paz.

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