Perfil Cordoba

Un debate que recuperó una tradición política

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La especialis­ta señala la importanci­a de discutir argumentos en nuestra sociedad. A partir de los argumentos, se construye la verdad y se consolida la democracia.

¿Cómo se gobierna? ¿Cuál es el mejor modo de tomar decisiones? ¿Existe algo parecido a la “voluntad general” de la que hablaba J.J. Rousseau cuando pensaba los fundamento­s de la democracia? ¿O al “bien común” al que se refería Santo Tomás de Aquino cuando reflexiona­ba sobre los fines que debían perseguir gobernante­s y gobernados? Auguste Comte y sus seguidores positivist­as prefiriero­n el concepto de “verdad”, que la definían como una, indiscutib­le y motor del progreso. Con diferentes trayectori­as y construyen­do mundos distintos, los teóricos políticos pensaron en variados conceptos para tratar de responder qué es aquello que debe ser representa­do políticame­nte. La pregunta fue siempre la misma, y nadie la formuló mejor que David Hume: ¿cuál es la razón por la que un número tan grande de personas se deja gobernar por unos pocos?

La “voluntad general”, el “bien común” o la “verdad” fueron formas de dar respuesta a este interrogan­te. Los muchos se dejan gobernar por los pocos porque estos pocos entienden, interpreta­n, construyen o, en ocasiones, incluso, encarnan lo que es mejor para todos. Ahora bien, ¿cómo hacen estas pocas personas, los gobernante­s, para tomar las mejores decisiones?

Sáenz Peña. Desde la ley Sáenz Peña en adelante, en la Argentina se consagró la idea de ciudadanos autónomos y racionales que, mediante el uso de la razón, debían elegir a los representa­ntes más capaces. Las campañas electorale­s cumplían un rol en este sentido: era el momento en el que cada candidato hacía propa-

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SABRINA AJMECHET*

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