Clásicos populares
Uno de los más deslumbrantes espectáculos ofrecidos por el Teatro Colón en esta temporada es el ballet Coppelia en una versión magistral en todos sus aspectos. Un detalle que recordé al escuchar la música de Léo Delibes es la manera en que llegó a veces la música clásica a oídos de personas que jamás habían visto una ópera o un concierto. Durante el siglo pasado ocasionalmente se adaptaron melodías de la música clásica con el agregado de una letra para que las grabaran intérpretes populares. El romántico vals de Coppelia es un ejemplo: en 1965 el cantante italiano Bobby Solo, en su segundo disco y luego de haber sido premiado en el Festival de San Remo, incluyó el tema Non mi avrai, con la partitura del vals de Delibes. Otros cantantes italianos han recorrido la misma senda. Wilma Goich en 1964 grabó el tema El derecho de amar sobre el Adagio en sol menor de Tomaso Albinoni. El actor y cantante Massimo Ranieri se animó a más, grabando un disco entero de fragmentos de autores clásicos a los que se les asignó una letra. En su álbum Meditazione, lanzado en 1976, incluyó el Adagio de Albinoni con una letra distinta, el segundo movimiento del Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo, la Serenata que compuso Franz Schubert en su último año de vida, uno de los Nocturnos de Chopin, el Adagio Veneciano tomado del segundo movimiento del concierto para oboe en re menor de Alessandro Marcello, que se había popularizado en el film Anónimo veneciano y la Meditación de la ópera Thaïs, de Jules Massenet, que daba el título al disco.
Los intérpretes norteamericanos fueron precursores en la adaptación de obras clásicas. En 1938 Tommy Dorsey y su orquesta popularizaron la Canción Hindú, de la ópera Sadko, de Nikolai Rimsky-Korsakov, en ritmo de swing. Otras obras de otros compositores, también rusos, fueron adaptadas para canciones populares. Basta recordar las danzas del Príncipe Igor de Alexander Borodin, refritadas en el tema Un extraño en el paraíso, y algunas obras de Tchaikovsky, como Nadie más que un corazón solitario, y la canción Moon Song, basada en el segundo movimiento de su 5ta. Sinfonía, ambas grabadas por Frank Sinatra, y el segundo movimiento del Concierto para piano y orquesta No. 2, de Sergei Rachmaninoff, convertido en Luna llena y brazos vacíos, del repertorio de Sinatra y en All by Myself, que grabó Eric Carmen.
Los puristas solían objetar las adaptaciones de los clásicos a la música popular, aunque algunos sostenían que esas versiones servían para que la gente común descubriera a los autores de esas melodías.