Perfil Cordoba

UN DIA DE FURIA QUE PROFUNDIZO LA GRIETA EN MEDIO DE RUMORES Y DESMENTIDA­S, EL CAOS SE AGUDIZO. EL PESO DE LA MESA CHICA. Y EL AUDIO QUE DESNUDA LA INTERNA.

- MARCELO ANDROETTO

La selección nacional está herida. Y como si no fuera suficiente­mente doloroso verla sufrir en carne viva, este sábado muchos protagonis­tas, directos o periférico­s, se empeñaron en echarle abundante sal en lugar de un cicatrizan­te.

Fue un día de furia. De versiones y rumores que fueron y vinieron. Un carrusel vertiginos­o en el que diferencia­r la realidad de la ficción, la verdad de la mentira, se hizo prácticame­nte ímprobo, un jeroglífic­o que solo puede descifrars­e con el vislumbre de que como en Antón Pirulero, cada cual atiende su juego.

Una certeza: la relación entre Jorge Sampaoli y los futbolista­s (léase, la “mesa chica” que tiene a Javier Mascherano y a Lionel Messi sentados en las cabeceras) está rota. Las idas y vueltas del entrenador en cuanto a nombres y sistemas durante el año que lleva en el cargo y el hábito de un grupo de jugadores históricos que se sienten “la selección” en sí mismos y buscan tener una injerencia que excede su rol, son las claves para entender el estado de situación de una selección parada sobre el filo de la cornisa en Rusia 2018.

Otra certeza: la reunión del viernes entre tres integrante­s del cuerpo técnico (Sampaoli, Sebastián Beccacece y Lionel Scaloni), los jugadores y Claudio Chiqui Tapia, sirvió para visibiliza­r lo que muchas veces se mantiene en las sombras: la “mesa chica” pretende tener un rol protagónic­o en el armado del equipo que se medirá con Nigeria. Y también la juramentac­ión de que todos tirarán del carro para el mismo lado con el objetivo de alcanzar los octavos de final.

Por supuesto, la autoridad de Sampaoli a esta altura de los acontecimi­entos se debilita cada vez más. El final de su ciclo tras el Mundial ya es un secreto a voces. Pero antes habrá que ver qué margen tiene el Zurdo de Casilda para formar el once titular en San Petersburg­o.

Este sábado fue un día en que la selección se convirtió en un agujero negro que amenazó con tragarse a todos. Tapia entendió que su superviven­cia a mediano plazo al frente de la AFA dependía de que Argentina terminara el Mundial con el mismo técnico con el que lo empezó. Cualquier cambio d e t i m o n e l a esta altura implicaría para él un costo político irremontab­le. Quizá por ello, más que por convencimi­ento, llamó a su habitación a Sampaoli para garantizar­le que estará sentado en el banco frente a Nigeria. El “Chiqui” es, sobre todas las cosas, un animal político.

Más temprano, los rumores

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