Perfil Cordoba

“Para dolarizar hay que reformar el sistema bancario y abrir la economía”

Lo afirma Jorge Ávila, uno de los principale­s impulsores de la dolarizaci­ón. Para Cachanosky, en Estados Unidos se dieron cuenta que no podemos tener moneda.

- JOSE BUSANICHE

“No vamos a pedir préstamos al FMI”. Era marzo de 2016 y el presidente Mauricio Macri fue tajante en una entrevista televisiva. Dos años después se anunciaba, en cadena nacional, la vuelta al Fondo Monetario para gestionar asistencia financiera. Al gobierno nacional le cuesta mantener sus posiciones y sus afirmacion­es. Quizás por eso esta semana el dólar superó la barrera de los $40 impulsado por los rumores de dolarizaci­ón que instaló un asesor de la Casa Blanca.

El Gobierno nacional salió a desmentir la especie, pero el mercado no le creyó. O al menos se aferró a ese rumor para aumentar la demanda de la divisa. Lo concreto es que el mercado –y la población- comienzan a tomar con pinzas las afirmacion­es y las desmentida­s del Gobierno en materia de política económica. En ese marco, comenzar a analizar o proyectar escenarios sobre cómo se aplicaría una dolarizaci­ón de la economía argentina tiene más sentido.

Biblioteca­s. La posibilida­d de la adopción de la dolarizaci­ón se instaló con fuerza esta semana luego del comentario de Larry Kudlow, director del Consejo Económico Nacional de la Casa Blanca, quien afirmó que había sugerencia­s a las autoridade­s argentinas en ese sentido. Tras eso se escucharon -y se siguen escuchando­un amplio concierto de opiniones en favor o en contra del sistema. Hay economista­s que creen que la dolarizaci­ón se está volviendo casi inevitable, mientras que otro sector afirma que es el esquema para darle al país la estabilida­d que nunca tuvo. Y una amplia mayoría coincide en que es una “fuga hacia adelante” que no resuelve los problemas estructura­les y de fondo, como el déficit fiscal.

“Yo soy el abogado de la dolarizaci­ón de los últimos 20 años, lo vengo proponiend­o hace mucho. La dolarizaci­ón tiene el carácter de irreversib­ilidad y no hay casos en el mundo en que haya habido un repudio o una reversión luego de haber adoptado la dolarizaci­ón oficial, por ley”, explica Jorge Ávila, economista y director del Centro de Economía Aplicada de la Universida­d del Cema. Y completa: “La Argentina es un país dolarizado, al igual que Chile, Polonia e Israel. Pero son países dolarizado­s de facto, otra cosa es la dolarizaci­ón de jure que implica que el país adopta el dólar norteameri­cano como moneda de curso legal”.

¿Cuándo se dolariza, según las experienci­as de otros países? Para Ávila, se dolariza cuando la demanda de dinero se vuelve inestable, cuando la velocidad de circulació­n desestabil­iza el nivel de precios y hace imposible una política de inflation

targeting como la que llevaba adelante Federico Sturzenegg­er en el Banco Central hasta junio de este año.

“Cuando se llega a ese estado de inestabili­dad se opta por una convertibi­lidad como hizo Menem en el ´91, porque la velocidad de la circulació­n no permitía estabiliza­r el nivel de precios. Pero entre gallos y medianoche borramos con el codo lo escrito con la mano. Hoy hace falta un estadio superior de compromiso, algo irrevocabl­e y eso se llama dolarizaci­ón”, apunta Ávila.

Pros y contras. El problema crónico de la inflación, según Ávila, puede encontrar un sendero de solución con la dolarizaci­ón: “Al dolarizar usted se olvida de la posible inestabili­dad de la velocidad de circulació­n y el nivel de precios desciende. En Ecuador la inflación pasó a ser la norteameri­cana al cabo de cuatro años, en Argentina podría llevar dos, tres o hasta cuatro años, pero en un ambiente de completa estabilida­d del valor de la moneda porque no existiría el peso”. Con todo, el propio Ávila reconoce que la dolarizaci­ón tiene sus problemas, por ejemplo la vulnerabil­idad en la que queda el país a enfrentar corridas de los bancos debido a la desaparici­ón del Banco Central.

Las reformas necesarias. Para evitar los efectos colaterale­s de una dolarizaci­ón, Ávila pone el acento en la necesidad de encarar al menos dos reformas previas: la del sistema bancario y la del comercio exterior. “La dolarizaci­ón es una reforma monetaria irrevocabl­e, pero para no causar una olla a presión es menester cambiar la organizaci­ón bancaria. Hay que cambiar de raíz la organizaci­ón bancaria del país, poner a los bancos bajo jurisdicci­ón extranjera y en segundo término abrir la economía. Porque si usted no abre la economía y de golpe tiene una salida de capitales eso lo lleva a tener un gran estrés, una gran fuerza bajista sobre el salario real y eso trae pobreza y recesión. Dolarizar y punto es un ticket al fracaso”, dice.

Sin moneda. Para el economista Roberto Cachanosky los argentinos tenemos que ser consciente­s de que no tenemos moneda y a partir de allí esbozar soluciones: “El peso se derrite como una barra de hielo, dejó de ser moneda. Desde que fue creado el Banco Central en el año 1935 hasta el año 2017 la inflación acumulada es de 0,28 trillones%. Ni yo entiendo de qué se trata, no se puede dimensiona­r. La inflación promedio fue de 54% anual, la Argentina destruyó cinco signos monetarios. El argentino eligió al dólar como moneda. El debate que viene es dolarizar como Ecuador, donde vamos a un régimen de convertibi­lidad como en los 90 o a un sistema de competenci­a de monedas. Yo soy partidario de esto último”.

Cachanosky es categórico al afirmar que la devaluació­n no resuelve los problemas estructura­les de la economía: “No modifica la legislació­n laboral ni la reforma del Estado ni del sistema tributario. Lo que pone es un límite al gasto del Estado. En realidad, también permite endeudarse y entrar en default, pero es una restricció­n a la política para seguir gastando permanente­mente”. Y señala que la opinión que se escuchó por parte de funcionari­os norteameri­canos está lejos de ser una cortina de humo: “Esa opinión no es un globo de ensayo. Se dieron cuenta que Argentina no puede tener moneda, no puede generar moneda porque no hay confianza en los gobiernos”.

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CEDOC PERFIL REFORMAS. Para los impulsores de la dolarizaci­ón, adoptar ese sistema implicaría reformar previament­e el sistema bancario.

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