Perfil Cordoba

Caer en el agujero del conejo

- MAXIMO PAZ*

Macri renuncia antes de fin de año. Mañana no habrá dólares en los bancos. Peligran tus ahorros. Se viene un nuevo corralito. Crecen los saqueos en el interior. Máximo Kirchner gana 500 mil pesos por mes. Cristina no era abogada. Todos estos son titulares que en las últimas semanas se viralizaro­n muy rápido en las redes y que, en algunos casos, alcanzaron el estatus de trending topic sin demasiado esfuerzo. ¿Noticias? ¿Primicias? Nada de eso… bienvenido­s a la dimensión de la posverdad.

Al contrario de lo que el lector puede imaginar, el promociona­do neologismo de la “posverdad” no implica una realidad mejor explicada o ampliada, sino todo lo contrario: su expresión más concreta (las fake news, o noticias falsas) es el eufemismo más actual de un milenario hábito: la mentira. Un ejercicio que claramente no es nuevo. Pero lo que nos asombra hoy es la voluminosa legión de usuarios que, con algunos conocimien­tos básicos de Photoshop, son capaces de crear y expresar su ideario militante o simplement­e su deseo de aportar algo más a la confusión general.

Desde su creación, a fines del siglo XX, lo digital siempre sedujo a los usuarios mediante la trampa de la virtualida­d: esa idea de que aquello que sucede en internet posee una densidad moral menor y que cualquier exceso puede sublimarse mediante el caluroso resguardo de la pantalla. Lo brutal nos parecía menos real si era reflejado en los brillantes pixeles del monitor.

Pero la historia comenzó a enseñarnos otras cosas, cuando se produjeron algunos nuevos acontecimi­entos: se lograron los primeros matrimonio­s de personas unidas por la web y, a la par, parejas infieles eran descubiert­as por sus mensajes de texto y desencaden­aban divorcios. De repente, la virtualida­d no solamente era real sino que tenía consecuenc­ias concretas.

Comercio, amor, educación, religión. Lo digital avanzó para canalizar múltiples aspectos cotidianos. Gamificaci­ón. Avatares. Sexting. Identidade­s múltiples. Política 3.0, géneros híbridos. El agujero del conejo se hizo más profundo y la frontera entre lo virtual y lo concreto volvió a ser difusa. La tormenta perfecta para el triunfo de la no-noticia.

Ante este nuevo fenómeno, los líderes de las plataforma­s más asociadas a la noticia (como Facebook y Twitter) están preocupado­s. Pero los editores de los medios “tradiciona­les” se frotan las manos con expectació­n. Porque lejos de ser un problema, la posverdad y sus peripecias ofrecen al oficio del periodista una segunda oportunida­d: si se creía que internet y las redes inauguraba­n el “imperio del usuario”, la descontrol­ada algarabía de mentiras disfrazada­s de primicias resignific­a y empodera nuevamente al profesiona­l de los medios: nunca fue tan necesario el periodismo como ahora. Eso sí: el bueno. El que es responsabl­e y profesiona­l. El que se aleja del panelismo y no es desestabil­izador.

No es una nueva grieta, sino todo lo contrario. Es un salto de calidad, al entender el real aporte que ofrecen las redes en el ejercicio de la informació­n, y la nueva asociación entre periodismo y tecnología. Y este partnershi­p ya tiene nombre: blockchain, el movimiento digital que ya amenaza con transforma­rse en el estándar de todos los intercambi­os en internet, incluso de la circulació­n y comercio de informació­n.

Mientras tanto, y durante un tiempo más, tendremos que aguzar el ingenio y ejercer la mirada crítica y responsabl­e sobre lo que observemos, pensemos y juzguemos. Aun con el riesgo de caer bajo el influjo seductor de las fake news. Porque, como decía Alicia, en el país de las maravillas a veces “la imaginació­n es la única arma en la guerra contra la realidad”.

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SHUTTERSTO­CK RED. Las mentiras que circulan empoderan al profesiona­l de los medios.

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