Tonto sí, malo no
donde el mercado diera y si en algún momento no se pudiera continuar así, que lo inevitable fuera impuesto al Gobierno y no fuera el Gobierno el que se lo impusiera a los ciudadanos. “Pasé los peores cinco meses de mi vida”; “a mí me gustaría que todos ganaran más” (obvio), etcétera, dijo Macri sobre la crisis.
Desde esta perspectiva, las políticas de Marcos Peña fueron exitosas y no un fraDuhalde
caso, como piensan quienes no estarían entendiendo su lógica. Y Macri podría volver a ganar las elecciones de 2019 porque ahora el kirchnerismo está debilitado por la continua acumulación de tres años de acusaciones de corrupción y, como el Cuadernogate también salpica al peronismo no K, no podría desde el PJ emerger un candidato arrollador. En sus sueños en vigilia Cambiemos imagina que a todo el peronismo le podría pasar lo que a la Democracia Cristiana en Italia tras el Mani Pulite: extinguirse obligando a sus mejores dirigentes a reciclarse bajo otras formas políticas.
Tampoco temerían tanto a la relación directa entre crisis económica y protesta social o pérdida de elecciones. Ponen como ejemplo que nunca el salario real de los trabajadores tuvo mayor poder de compra que en el año 1969, cuando estalló el Cordobazo, una de las insurrecciones populares más contundentes. E imaginan que con el aumento del asistencialismo que produjo el kirchnerismo y reforzó el macrismo, las posibilidades de repetir la intensidad de las situaciones de diciembre de 2001 son menores. Asumen que la indignación y desconsuelo de muchos de los votantes del propio Cambiemos pueda plasmarse en cacerolazos pero será siempre diferente a saqueos o un violento desorden social generalizado. Tampoco la indignación es en sí misma una política o un partido sino la catarsis de un malestar que se expresa esporádicamente, y lo que circula
en las redes sociales no se traslada directamente sobre lo real.
Como escribió Daniel Innerarity en
“Nunca en la historia ha habido tantas posibilidades de acceder, vigilar y desafiar la autoridad pero nunca se ha sentido la gente tan defraudada en relación con su capacidad de hacer que la política sea algo diferente”.
Macri dijo esta semana que “sin Cambiemos la tormenta hubiese terminado como el 2001”. Quizás en cierto sentido también pudiera terminar así, aunque favorablemente para Macri. Paralelamente, la encuestadora Synopsis, una de las que pronosticaron mejor los resultados electorales de 2017, proyectó que Macri solo le ganaría un ballottage a Cristina Kirchner mientras que lo perdería casi con cualquier peronista, cuando en la misma encuesta de Synopsis en marzo Macri les ganaba a todos, reflejando el costo de la crisis económica en la aprobación del Presidente.
Pero en Cambiemos apuntan a otra estrategia: ganar en primera vuelta con 41% de los votos y más de 10% de diferencia ante los dos peronismos, el federal y el kirchnerista. Piensan que en segunda vuelta pueden perder mientras que si el peronismo fuera dividido, ninguno alcanzaría al 30% y Cambiemos ganaría en primera vuelta si repitiera el 41% que sacó en octubre pasado en la provincia de Buenos Aires. No es fácil, tampoco imposible.