La (im)previsibilidad de la política
En Brasil, a partir del 2013, el malestar social que generó la debacle económica, adquirió un carácter mucho más dramático al ceñirse con acusaciones de corrupción. Con la destitución de Rou-sseff (2016), Brasil se dividió en dos campos de batalla: de un lado los sectores más conservadores que cultivaban un odio extremo al PT y a Lula, del otro aquéllos que, a pesar de estar decepcionados con el PT, veían con desconfianza cómo los magistrados de la Operación Lava Jato y sus subsidiarias regulaban la dirección e intensidad de sus acusaciones.
A partir del descrédito hacia la clase política de gran parte de la sociedad y un resentimiento exacerbado hacia Lula y al Partido dos Trabalhadores podemos comprender el repentino crecimiento del ultraderechista Jair Bolsonaro (PSL) en las intenciones de voto para las próximas elecciones. Sin embargo, como decía Jobim, si Brasil no es para principiantes, la historia nos muestra que tampoco es para extremistas.
Los datos de los resultados de las elecciones presidenciales desde 1994 muestran una fuerte tendencia del sistema brasileño de elegir a candidatos que se acercan al centro del espectro ideológico. Si lo interpretamos a través del Teorema del elector mediano propuesto por Downs (1957), el comportamiento de la competencia partiPT