“Aquí en Venezuela te matan primero y averiguan después”
Aracelis Sánchez dormía cuando un comando del Plan Patria Segura pateó la puerta de su casa y se metió con armas largas. Uno de sus tres hijos, Darwilson, corrió hacia la planta alta. A ella la congelaron con un cañón en la cara. Lo que siguió, Aracelis no lo pudo ver, solo escuchar. Le contaron que su hijo quiso saltar a la casa contigua, preso del miedo, y allí nomás lo acribillaron. Era 2013, el nuevo presidente Nicolás Maduro había dado la orden de “limpiar” los barrios populares de criminales disfrazados de rebeldes. “Pero Darwilson no tenía antecedentes”, le aseguró a PERFIL Aracelis, en diálogo desde Venezuela, donde fundó la Organización de Familiares Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos (Orfavideh) para denunciar estos asesinatos.
Amnistía Internacional presentó el viernes en Ginebra, y un día antes en Buenos Aires, un informe que denuncia 8.200 ejecuciones extrajudiciales, entre 2015 y junio de 2017. En su mayoría, jóvenes de entre los 16 y 29, de zonas populares, como Darwilson Sequera. Lo titularon: “Esto no es vida: seguridad ciudadana y derecho a la vida en Venezuela”.
—¿Cómo se vive hoy en Venezuela?
—Aquí las ejecuciones son a diario: matan primero y averiguan después. Sucede desde hace tiempo pero hasta que no me pasó, no sabía lo que ocurría, que aquí mataban a jóvenes inocentes. Entre ellos fue el mío, que acababa de salir del bachillerato mecánico industrial y pensaba ir a la universidad.
—¿No creía en las denuncias?
—Las veía en la prensa y decía “yo no tengo delincuentes en casa”. Luego empecé a revisar casos y descubrí el mismo patrón desde 2013. Han mejorado la forma de matar y hablan de enfrentamiento. Aquí no hay pena de muerte, esto es un atentado a los DDHH. —¿No investiga la Justicia? —Se burlan. Como si no existiera. La impunidad es muy grande. Ellos me preguntan “¿por qué mataron a su hijo’”, ¡la fiscalía!, y yo le contesto “díganme ustedes por qué lo mataron”.
—¿Pensó en irse del país? —Muchas veces. Pero desde que empecé a hacer este trabajo (en Orfavideh) siento que me necesitan. Muchas víctimas no saben cuáles son sus derechos. Confían en mí. Por eso no los he abandonado.
—¿Siente miedo? —Mataron a mi hijo, ¡claro que siento miedo! Lucho contra un monstruo muy grande. Pero es mi derecho de mujer y madre. Nadie me lo puede quitar. El derecho a denunciar y denunciar.