Bésame mucho
Lo que Rosalind Krauss entiende por originalidad es “más que esa suerte de revuelta contra la tradición que se transparenta en el de Ezra Pound o en las exhortaciones de los futuristas italianos para destruir los museos que cubrían Italia como innumerables cementerios.” No es un renegar del pasado ni disolverlo, al menos eso es lo que escribe
una repetición postmoderna, cuando empieza con Rodin y la reproducción de sus obras a más de sesenta años de su muerte, al momento que la teórica escribe ese brillante ensayo, para introducir un concepto central de la vanguardia: la originalidad entendida como un nacimiento desde la nada.
Para ello, ubica al yo en el medio del problema. El de Marinetti, el artista italiano que se autoengendra a comienzos del siglo, mientras deja una estela con su automóvil. O el de Constantin Brancusi, el escultor que nació en Rumania en 1876 y murió en París en 1957.
alentadora}BRANCUSI La frase que cita Krauss de este artista es la “Desde que no somos más niños, ya estamos muertos”. Antes de estamparla en una remera y llevar el mensaje por el mundo, interesa, justamente, por esa síntesis que caracteriza al pensamiento de vanguardia. Hacerse a sí mismo y prescindir del pasado. En abril de 1907, un grupo escultórico suyo llamó la atención a Rodin quien lo invitó tiempo después a trabajar en su taller, pero Brancusi se negó a su ofrecimiento con una frase que se hizo célebre: “A la sombra de una gran encina no pueden crecer los arbustos jóvenes”. Con su célebre escultura, sella ese desvío.