Perfil Cordoba

UNA PASION QUE LLEVA MIL AÑOS

- FACUNDO F. BARRIO*

as mujeres chinas juegan al fútbol desde hace mil años. Está probado. En el siglo XII, el artista imperial Su Hanchen, protegido del emperador Huizong, de la dinastía Song, retrató a cuatro cortesanas pateando una pelota de cuju, un juego que consistía en golpear con el pie un balón relleno de plumas hasta embocarlo en una red sostenida con cañas de bambú en el centro de un campo rectangula­r. La FIFA considera al cuju como el origen del fútbol que conocemos hoy.

Zhao Lina es la última exponente de esa tradición milenaria. Arquera y referente de la selección nacional, Nana es la cara del fútbol femenino en China, donde las mujeres no solo juegan desde hace mil años sino que además lo hacen mucho mejor que los hombres. Aunque al país le cueste reconocerl­o.

“El problema es el mismo que en todo el mundo: si el público mira solo fútbol masculino, el mercado se concentra solo en el fútbol masculino”, le dice Nana a PERFIL. “La gente ni siquiera sabe que hay equipos profesiona­les de mujeres. Se creen que trabajamos de otra cosa y que entrenamos en los ratos libres. Pero hacemos el mismo esfuerzo que los varones”.

El Estado chino invierte millones de dólares en estimular el desarrollo del fútbol masculino. El presidente Xi Jinping está obsesionad­o con que China juegue, organice e incluso gane algún día un Mundial. Es parte de su estrategia para arrimarse culturalme­nte a Occidente. Por eso los pases siderales de la Superliga china, las contrataci­ones de miles de profesores y entrenador­es extranjero­s, los proyectos futbolísti­cos en escuelas y los gastos en infraestru­ctura y estadios.

Pero los resultados no acompañan. La selección masculina es penosa. Nunca ganó la Copa de Asia y solo se clasificó una vez a la Copa del Mundo, en 2002, cuando se fue sin marcar ni un gol.

En cambio, el equipo de Nana ilusiona. Las Rosas de Acero, como se conoce al selecciona­do femenino, ya se coronaron ocho veces campeonas de la competició­n continenta­l y van a jugar el Mundial 2019 en Francia. Pero para ellas no hay dinero ni atención. Nana, deportista de alta competició­n y nivel internacio­nal, gana menos que un oficinista mediocre y juega de local en el campus prestado de una universida­d.

Nana tiene 26 años y, aunque tuvo ofertas para irse afuera, prefirió quedarse en su club de siempre, el Shanghai RCB. Jugó toda la vida en su ciudad. “Cuando estaba en primer grado de la escuela, un profesor me vio condicione­s físicas y me sumó a su equipo. Yo ni sabía lo que era el fútbol, pero me divertía pasar el rato con mis compañeras. Desde el primer día fui arquera, por mi altura”. Para Nana es difícil pasar desapercib­ida: no hay muchas chinas de un metro noventa.

Hace un par de años también la tentaron para cambiar el arco por la pasarela. Estuvo a punto de firmar contrato con una agencia de modelos, pero al final le tiró más la pelota. Aunque todo sea tan cuesta arriba. “A los partidos solo nos vienen a ver un par de docenas de hinchas –lamenta–. Ojalá eso cambie algún día”.

Con o sin público, Nana se permite soñar con lo que no podría ningún jugador de la selección masculina: ganar un Mundial. “Me gustaría llegar a lo más alto del fútbol internacio­nal y que el mundo conozca el estilo de las Rosas de Acero”, fantasea. Y por qué no.

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CEDOC PRFIL
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DE ALTURA. Nana tiene 26 años ymide 1,90. Le propusiero­n sermodelo, pero eligió el fútbol. Su sueño es ganar unMundial.

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