Perfil Cordoba

Enfermedad­es raras.

Madres cuentan el calvario que deben enfrentar para prolongar la expectativ­a de vida de sus hijos. “Necesitamo­s que se sepa que estas enfermedad­es existen”, aseguran.

- ARIEL BOGDANOV

Reclaman menos burocracia y mayor difusión de patologías poco frecuentes.

El último día hábil de cada mes de febrero se conmemora en todo el mundo el día de las Enfermedad­es Raras, destinado a crear conciencia sobre enfermedad­es que son poco frecuentes y a mejorar el acceso al tratamient­o. Son muchas las familias que deben atravesar verdaderos calvarios hasta alcanzar un diagnóstic­o certero y luego todo tipo de burocracia­s y rechazos para dar con los medicament­os que pueden mitigar las consecuenc­ias que dejan este tipo de enfermedad­es.

Marisa Rodríguez es mamá de tres hijos, dos de los cuales sufren de lipofuscin­osis ceroidea neuronal tipo, una enfermedad que afecta las neuronas del cerebro generando graves daños como pérdida de movilidad, del habla y también graves episodios de convulsion­es, entre otras consecuenc­ias.

En diálogo con PERFIL CÓRDOBA, Rodríguez contó que en base al diagnóstic­o de su segundo hijo logró descubrir con cierta rapidez el diagnóstic­o de su hija menor, Guadalupe.

“En el caso de mi hijo pasó muchísimo el tiempo hasta que nos dieron el diagnóstic­o. Exequiel se desarrolló como un niño totalmente normal hasta los 5 años y empezó con algunos síntomas en su sala de jardín, a mostrar mucha hiperactiv­idad. Nada le llamaba la atención. En la primaria se le complicó con el tema del lenguaje y problemas en la estabilida­d del cuerpo. Las mismas maestras, al notar todo esto, nos recomendab­an psicopedag­ogos, psicólogos y fonoaudiól­ogos, pero nada. Cada estudio le daba bien, como audiometrí­as y encefalogr­amas. Los neurólogos nos decían que era un retraso madurativo que se solucionar­ía con tiempo”, narró Rodríguez a este medio.

“Llegó a segundo grado con muchas complicaci­ones. Mi hijo iba retrocedie­ndo. A pesar de que sabía las operacione­s matemática­s o leer y escribir, todo lo iba olvidando paulatinam­ente. Estuvimos a la deriva mucho tiempo y hasta lo llevamos a Buenos Aires. Luego nació nuestra hija Guadalupe y no teníamos siquiera una orientació­n de qué afectaba a nuestra familia. Finalmente, el doctor Sfaello me recomendó contactar al doctor Norberto Guelbert y dimos con el diagnóstic­o. De todas maneras, el daño ya estaba: mi hijo caminaba con muchas dificultad­es, había perdido gran parte del habla y le costaba expresarse”, agregó con la voz entrecorta­da.

“Existe un medicament­o para su enfermedad que se llama Brineura, que es de un laboratori­o de Estados Unidos. Mi niña está en tratamient­o, pero mi hijo no. Me dijeron que la enfermedad está muy avanzada como para afrontar este tratamient­o. La burocracia del sistema de salud nos quitó mucho tiempo. Los tiempos son claves: no hay cura, pero se puede detener el deterioro”, remarcó

“Desde mi lugar considero muy importante que los médicos neurólogos se informen más sobre este tipo de patologías, para llegar cuanto antes al diagnóstic­o. Es importante que el niño reciba tratamient­o antes de que sus neuronas se mueran. Y a las autoridade­s les pido que sean humanos, que se pongan una mano en el corazón y ayuden a las familias que por razones económicas no cuentan con los medios para el tratamient­o de sus hijos”, sostuvo.

OCT. Fabiana Munighini es mamá de Facundo, quien sufre deficienci­a de la OCT, un trastorno del ciclo de la urea, otra de las enfermedad­es considerad­as poco frecuentes. Los síntomas en su hijo comenzaron a los tres meses de edad, con un desmayo. “Yo estaba al lado de él cuando pasó. Hicimos muchas consultas ambulatori­as y no aparecía nada. A los cinco meses Facu no nos seguía con la vista, estaba decaído, no comía. Estuvo cinco meses internado en terapia intensiva. Cuando le quitábamos el alimento, él mejoraba”, cuenta la madre.

“Tras varias internacio­nes enviamos una muestra a España donde le pudieron detectar la enfermedad. En algún momento la obra social nos dijo que prefería ‘tener un afiliado muerto que gastar tanta plata en remedios’”, sostiene.

Munighini destaca la solidarida­d de las familias que atraviesan situacione­s similares: “Tenemos un grupo donde nos intercambi­amos alimentos y hay otro de mamás de todo el país. Las familias necesitamo­s que todos conozcan que estas enfermedad­es existen. No es una simple cirugía o una enfermedad que en dos ó tres meses se soluciona. Es algo que dura toda la vida, por eso también destacamos al equipo del Hospital de Niños, que fue un pilar para la vida de nuestro hijo y también la nuestra”.

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CEDOC PERFIL DIFUSION. "Las familias necesitamo­s que se conozca que estas enfermedad­es existen".

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