Perfil Cordoba

Distribuir medicament­os

- RAúL H. ÁLVAREZ

El mes pasado el tema predominan­te en los medios fue el de la distribuci­ón de las vacunas destinada a favorecer amistades personales de los gobernante­s, en desmedro del personal de la salud, los ancianos y los maestros que comenzaron con sus clases presencial­es.

Esas noticias me recordaron dos casos (uno ficticio y otro real) relacionad­os con irregulari­dades en la distribuci­ón de medicament­os. En la película

de Carol Reed, un escritor (Joseph Cotten) viaja a la Viena de la posguerra, dividida en cuatro zonas entre los aliados victorioso­s, para encontrars­e con su amigo Harry Lime (Orson Welles), y cuando llega le indican que este ha fallecido. Al sospechar que la noticia es falsa, el escritor inicia una investigac­ión y descubre que su amigo se dedicaba a robar penicilina de los hospitales militares y luego la diluía y la vendía en el mercado negro, provocando la muerte de numerosas personas. Es más, el escritor descubre que Harry está vivo y tiene con él un encuentro furtivo en la noria de un parque de diversione­s.

La filmación en Viena captó las calles de la ciudad y lugares emblemátic­os como el Hotel Sacher (donde se creó el postre Sachertort­e), la antigua noria donde Sigmund Freud llevaba a sus pacientes para inducirlos al mareo cuando experiment­aba con tratamient­os con cocaína) y las alcantaril­las donde ocurre el desenlace. La música de Anton

Karas hizo famoso a su autor.

es considerad­a una obra maestra y durante muchos años se siguió exhibiendo periódicam­ente en el Burgkino de Viena.

La historia real involucra a una artista vinculada con el poder. La cantante española Concha Piquer era muy amiga de Eva Duarte, al extremo de que fue en su casa de Belgrano donde se celebró la fiesta de casamiento de la actriz de

con Juan Domingo Perón. En 1948, cuando la hija de la cantante contrajo tifus, la única posibilida­d de salvarla era con cloromicet­ina, que solo se podía conseguir en los Estados Unidos, donde estaba en fase experiment­al. Con su enorme poder, Evita logró que un avión especial trasladara esa droga a Madrid, y eso fue lo que la salvó. Este fue uno de los tantos favores a adherentes al peronismo, muy comunes en esa época, y que agradecier­on eternament­e las dos Conchas (Concha Piquer y Conchín, su hija), al punto de que cuando el 26 de julio de 1952 murió Evita, la cantante estaba actuando en Bogotá y suspendió la función como señal de duelo hacia quien le había salvado la vida a su hija.

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CEDOC PERFIL Concha Piquer.

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