Sigue la mano dura: doscientos opositores detenidos
La policía rusa detuvo ayer a todos los participantes en un foro de la oposición, unas 200 personas, en un nuevo episodio de represión de cara a las elecciones legislativas de septiembre.
“He aquí cómo son detenidos todos los participantes del foro de diputados independientes”, afirmó en Telegram la organización “Demócratas Unidos”, junto a un video en el que se ven a los opositores trasladados en vehículos policiales.
Provenientes de todo el país, los participantes habían acudido al foro organizado en un hotel del norte de Moscú, para hablar sobre las elecciones regionales y locales de septiembre próximo. En el foro había una gran cantidad de diputados locales independientes.
“Cuarenta minutos después del inicio, la policía llenó la sala. Todos los diputados fueron arrestados y llevados a las comisarías”, dijo en Facebook el opositor Ilya Yashin, acompañando su mensaje con una foto de él en un furgón de la policía.
En su comunicado, la policía moscovita informó que había detenido a unas 200 personas, ya que el foro había sido organizado “en violación de las reglas sanitarias y epidemiológicas” y que además había “miembros de organizaciones que se dedican a actividades indeseables en territorio ruso”.
Esta operación policial, sin precedentes en Rusia, se produce en un contexto de fuerte endurecimiento del poder contra la oposición, en particular con la condena en febrero del principal opositor al Kremlin, Alexéi Navalni.
El ex alcalde de Ekaterimburo, YevguéniRoizman, o el opositor Vladimir Kara-Murza figuran entre los detenidos, así como varios periodistas que cubrían el evento. “La razón de la cancelación del foro es clara: las autoridades tienen miedo de cualquier competencia en las elecciones e intimidan a sus opositores”, afirmó en Telegram el equipo del principal opositor ruso Alexéi Navalniy actualmente encarcelado.
Sin embargo, pese a la convergencia y a la cooperación que muestra a China y Rusia como socios estratégicos en diversas iniciativas regionales de la Gran Eurasia, y en la construcción de un entramado institucional euroasiático en torno a la armonización de la Unión Económica Euroasiática promovida por Rusia y la Nueva Ruta de la Seda (BRI) impulsada por China como parte de su proyección regional y de sus ambiciones globales, entre ambas naciones persisten roces y tensiones insalvables. En el marco de las asimetrías existentes entre ambos países, Rusia, que aparece como un garante de la seguridad en Asia Central, no ha recibido un flujo sustancial de inversiones de China, pese a que esta figura en la asociación como el socio capitalista. Por otro lado, Moscú tiene una creciente percepción de amenaza ante la expansión de la influencia china no solo en Asia Central, sino también en sus territorios de Siberia y el extremo Oriente, y muestra una manifiesta reticencia a aceptar una mayor presencia china en el Ártico. Y pese a la profundización de la convergencia estratégica entre ambas naciones, se resiste a admitir un rol de socio menor en su relación con la poderosa y ascendente República Popular de China.
Sin embargo, está claro que, si bien la profundización de la convergencia no ha dado lugar a una alianza militar, ambas naciones configuran un tándem en el que “ninguno atacará al otro, pero tampoco peleará por el otro”, en cuyo marco coordinan y presentan posiciones coincidentes en los foros multilaterales y sus respectivas narrativas geoestratégicas confluyen en promover un orden internacional multipolar posoccidental.
La convergencia con China se refuerza por la empatía personal entre Putin y Xi