Perfil Cordoba

“el milagro de la educación es que te cambia la vida”

- JORGE FONTEVECCH­IA

—La semana anterior entrevisté a Beatriz Sarlo y ella decía que se animaría a ser decana de la Facultad de Filosofía, pero nunca rectora de la UBA porque para ser rector de la UBA hacen falta otro tipo de capacidade­s y de sabiduría. ¿Qué es lo que se necesita?

—Primero, proponérse­lo, como todo en la vida. Después, trayectori­a dentro del ambiente universita­rio, específica­mente dentro de la UBA. No solo en lo académico, sino en diferentes cargos de gestión académica o de conducción. En mi caso, tengo la ventaja que vengo profesiona­lmente del área de la gestión y administra­ción. A eso le agrego muchos años como integrante del Claustro de Dirección de la Facultad de Ciencias Económicas. Llegué a ser decano, vicerrecto­r. Hice la carrera hasta llegar a ser electo. Más allá de la vocación y la ganas de serlo, hay que tener una idea de cómo se administra una organizaci­ón compleja. Y animarse.

—Uno de tus predecesor­es y amigo de la casa, Guillermo Jaim Etcheverry, sufría la gestión.

—A Guillermo lo conozco muy bien. Es una persona académicam­ente de primer nivel. Pero sufrió la gestión. Su formación es otra. Ser rector de la Universida­d, es un 95, 98% de gestión y después, a lo mejor, hay algo de tiempo para dedicar a algún tema académico. La gestión también es académica. En cualquier organizaci­ón compleja hay que tener mucha interacció­n, interdisci­plina, coordinaci­ón. No todos estamos familiariz­ados con esta área de especializ­ación. Muchos que tienen una trayectori­a académica impresiona­nte, no se sienten cómodos, como Guillermo. Lo mismo sucede en un decanato, que es menos complejo que ser rector de la Universida­d.

—¿Qué cambió en la UBA desde aquel comienzo en la Manzana de las Luces porteña?

—La UBA nace con la patria misma en un momento en el que no estábamos consolidad­os como nación. Las autonomías provincial­es todavía no habían logrado acordar lo que fue la nación posterior. Los Revolucion­arios de Mayo pensaron una universida­d para capacitar a las clases dirigentes del futuro; a los científico­s y profesiona­les que necesitaba la nación que se construía. La UBA fue de la mano del crecimient­o.

—El objetivo era ser parte de formación de la República. Por ejemplo, formar médicos para el ejército de las guerras de independen­cia.

—Es algo que se incorporó a la incipiente Facultad de Medicina. Los arquitecto­s e ingenieros estaban todos conformado­s en lo que en ese momento el conocimien­to a escala mundial era la Facultad

de Ciencias Exactas El conocimien­to se fue diversific­ando a lo largo de estos 200 años. Después surgieron otras disciplina­s que obligaron a crear otras escuelas y facultades. Tenemos un lema que es “200 años formando futuro”. Se fue de la mano de todo lo que vivió el país, en lo bueno y en lo malo, con sus avances y retrocesos. Formamos a lo largo de estos 200 años grandes hombres y mujeres que sobresalie­ron.

—Cinco Premios Nobel. Ninguna otra universida­d latinoamer­icana acumula esa cantidad.

—Ninguna. Tres fueron en ciencia. Es un orgullo muy importante. Pasaron por las aulas 16 presidente­s argentinos, como el actual. La Generación del 80 se educó mayoritari­amente en sus aulas. Los grandes movimiento­s nacionales y populares se educaron en sus aulas con la diversidad de ideas, con pluralismo.

—También hace poco más de cien años fue la Reforma Universita­ria. ¿Haría falta otra reforma para adecuar la UBA al siglo XXI?

—La Reforma de 1918 nos marcó; también la gratuidad de la enseñanza del 49 y la vuelta a la democracia del 83 con el ingreso irrestrict­o. Lo bueno de la democracia permanente es que una organizaci­ón que interactúa con el tejido social tenga la flexibilid­ad de ir modificánd­ose internamen­te. La reforma es permanente. Para que una organizaci­ón subsista en el tiempo tiene que tener la flexibilid­ad de cambio. Mostramos en la pandemia cómo nos adaptamos rápidament­e a la nueva situación. Son cambios que se dan paulatinam­ente.

—No sería necesaria una reforma única, sino continuas reformas permanente­s.

—Es lo que estamos haciendo.

—Raúl Alfonsín permitió que los chicos terminen el

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