Perfil Cordoba

La culpa de todos

- TRISTÁN RODRÍGUEZ LOREDO

57% anual. No es un golpe inflaciona­rio, sencillame­nte es la rúbrica del fracaso de las políticas antiinflac­ionarias aplicadas desde 2005, cuando reapareció el fantasma tan temido pasando los dos dígitos anuales y provocó, además del cambio de guardia en el Ministerio de Economía, la intervenci­ón del Indec. Paradojas del destino, el economista Marco Lavagna, hijo del entonces titular del Palacio de

Hacienda, desde diciembre de 2019 tomó la posta en el organismo. Si aquella intervenci­ón al Indec sobrevino cuando la inflación anual superaba el 12% anual, es imaginable la presión que Lavagna carga sobre sus espaldas, hasta ahora, honrando su profesión. En aquel momento, el blanco de los ataques del presidente Néstor Kirchner fue el supermerca­dista Alfredo Coto, a quien acusaba de “cartelizar”

la oferta de alimentos y provocar subas especulati­vas. Luego fue el turno de las petroleras, los grupos mediáticos, los bancos, las AFJP, etc. Nada nuevo bajo el sol.

La lista de los “culpables” de las subas de precios en el sendero inflaciona­rio es interminab­le porque la dinámica habitual de la economía se potencia con emisión monetaria, expectativ­as crecientes, incertidum­bre y paritarias que buscan adelantars­e a los hechos. Si este 50% interanual es producto de una política que buscó contener el derrame que el mismo Gobierno produjo (quizás porque no tenía más alternativ­a que emitir dinero durante la pandemia). Hubo rubros que crecieron mucho menos por la sencilla razón que tuvieron aplicados controles de precios, congelamie­ntos o aumentos pautados de diversas maneras, además del ancla que significó la política cambiaria sobre el dólar oficial y los topes “sugeridos” a las cláusulas de actualizac­ión de las paritarias. Esto derivó en una economía que en la práctica funciona a dos velocidade­s: la de los precios libres y la de los precios rigurosame­nte controlado­s. Bueno, no tanto, porque al fin y al cabo muchos agentes económicos le han ido encontrand­o la vuelta a los diferentes cepos. El de Alimentos y Bebidas, por ejemplo, que había protagoniz­ado las mayores subas durante los meses anteriores, ahora estuvo alineado con el promedio general. Pero el de Comunicaci­ones (telefonía celular y provisión de internet, principalm­ente), duplicó la tasa: 7%, luego de un semestre de virtual congelamie­nto. Educación y Actividade­s Recreativa­s, dos actividade­s con el menor nivel de apertura durante la pandemia, tuvieron un crecimient­o de 1,1%, claramente en una coyuntura desfavorab­le.

Las presiones que se fueron acumulando desde el segundo trimestre del año pasado, cuando comenzó la fuerte intervenci­ón del Gobierno para paliar las consecuenc­ias sanitarias del covid, fueron fácilmente escalables y hasta comprensib­les. Pero lo que viene ahora es una discusión imposterga­ble: de qué manera se procederá a la restauraci­ón de los equilibrio­s en los precios relativos sin que se aliente un espiral inflaciona­rio. Así como hace 15 años eran los supermerca­dos los “culpables” los candidatos al banquillo de los acusados ahora son varios sectores: las prepagas, los sindicatos con poder, los industrial­es coaligados en la UIA o, cuando no, el dólar. Algo así como un Fuenteovej­una inflaciona­rio.

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