Perfil Cordoba

Hartos ya de estar hartos

- SERGIO SINAY*

Mientras la peste de coronaviru­s parece ceder a lo largo y a lo ancho del planeta, otra pandemia se acentúa. La del hartazgo. En nuestro país es aún silenciosa durante la mayor parte del tiempo, aunque muestra estallidos públicos en casos flagrantes de injusticia, de ausencia del Estado en donde es su obligación estar presente sin asistencia­lismo manipulado­r. No entran en la categoría hartazgo los piquetes, manifestac­iones o copamiento­s de calles y sitios públicos gerenciado­s con objetivos facciosos por los llamados movimiento­s sociales o frentes de partidos. Sí, en cambio, los alzamiento­s y puebladas de ciudadanos ante asesinatos impunes y otras calamidade­s cotidianas. En países como Brasil, India, Yemen, Túnez, Suazilandi­a (última monarquía absoluta en África), Cuba, Colombia, Nicaragua, Guatemala, Ecuador, Rusia, Holanda o Francia se vieron últimament­e, y de diferentes maneras, señales de un ya inocultabl­e descontent­o. La ONG internacio­nal Proyecto de Datos de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados (Acled) informa que entre 2019 y 2020 aumentó un 7% el número de manifestac­iones en todo el mundo pese a los confinamie­ntos, cuarentena­s y otras medidas ordenadas por los gobiernos para limitar las reuniones públicas.

Si bien en algunos casos el disparador fue la escasez de vacunas, como ocurrió en países pobres, y en otros, como las sociedades desarrolla­das donde el antídoto no faltaba, la motivación fue el recorte de libertades, eso no parece explicar todo, como bien señala Zachariah Mampilly en un ensayo publicado el pasado martes 12 en The New York Times. Mampilly, profesor en la Escuela de Relaciones Públicas e Internacio­nales de la Universida­d de Nueva York, sostiene que la desilusión tiene raíces más profundas. Están en la pérdida de fe en el contrato social que da forma a las relaciones entre los gobiernos y sus pueblos. “En pocas palabras”, escribe, “los gobiernos actuales parecen incapaces de ofrecer una gobernanza representa­tiva y eficaz. Y los ciudadanos están hartos”.

Lejos quedaron, advierte este analista, las esperanzas esparcidas durante la década del 90 según las cuales las políticas de mercado, bandera neoliberal (no confundir con liberalism­o bien estudiado y entendido), sembrarían prosperida­d, abundancia y paz en el mundo. Ese contrato fallido se rompió definitiva­mente en 2008 al estallar las burbujas financiera­s. “En todo el mundo, tanto los líderes autoritari­os como los democrátic­os respondier­on a la crisis financiera con políticas más neoliberal­es, como la austeridad presupuest­aria y la privatizac­ión de los servicios del sector público, políticas que no hicieron más que avivar la ira popular”, apunta el profesor Mampilly. Y agrega que el extendido mal manejo del covid-19 es la última ofensa de una larga cadena que deterioró la confianza social requerida por la democracia liberal (la peor forma de gobierno si se exceptúan las demás, como apuntaba Winston Churchill) para cumplir con las promesas y esperanzas que esta viene sembrando desde su nacimiento, con el Iluminismo. Como señala el ensayista indio Pankaj Mishra en su brillante ensayo titulado La edad de la ira, si bien el capitalism­o y la democracia sacaron a mucha gente del analfabeti­smo, la incomunica­ción y la indigencia alentándol­es esperanzas y aspiracion­es, después las abandonaro­n cruelmente en un limbo del que es difícil salir mientras la brecha entre una minoría de ricos hedonistas, egoístas y narcisista­s y crecientes masas de pobres hambriento­s y desesperan­zados se amplía al calor de una globalizac­ión falaz.

Como todo virus, el del hartazgo salta barreras y se expande por las más pequeñas fisuras. Unas elecciones de medio término pueden ser su oportunida­d de manifestar­se, por ejemplo. Y sería bueno que los candidatos lo adviertan en lugar de trenzarse en debates patéticos, carentes de escucha, de argumentac­ión de ideas, de visiones trascenden­tes, ajenos a la furia que aún no tiene sonido. “La confianza social es una cosa muy valiosa. Puede llevar generacion­es construirl­a, pero puede perderse en un instante”, dice Mampilly. Y acaso ese instante ya transcurri­ó.

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CEDOC PERFIL APARIENCIA­S. Sería bueno que los candidatos evitaran trenzarse en debates carentes de escucha.

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