Perfil Cordoba

Consumidor­es cuidados

- CARLOS HELLER*

La política de control de precios implementa­da por el gobierno se ha transforma­do en un tema central de discusión entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Esta semana, María Eugenia Vidal, candidata de la principal oposición a diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires, afirmó con respecto al aumento de los precios que la ausencia de la resolución del problema no tiene que ver con los empresario­s, sino con la emisión .

El tema de la emisión, así como está planteado, amerita una reflexión. Suele ocurrir que, cuando se les mejoran los ingresos a los consumidor­es y las consumidor­as, estos se encuentren con una suba de los precios. Pero ello no es el resultado de la emisión sino de la apropiació­n que algunos empresario­s hacen de la mejora de esos ingresos de la gente. En estos casos, la rueda de la economía no se moviliza, porque para que ello suceda, la plata que se distribuye le tiene que permitir a los consumidor­es adquirir más productos.

La compra de mayor cantidad de artículos estimula la producción, genera más empleo y hace subir el consumo en un proceso virtuoso de crecimient­o. Por el contrario, lo que la inflación genera es la neutraliza­ción de las políticas distributi­vas del gobierno. La remarcació­n de los precios es el proceso por el cual los grupos monopólico­s y los formadores de precios intentan apropiarse de los recursos adicionale­s que distribuye­n las políticas públicas y las negociacio­nes paritarias. Es decir: con más dinero en sus manos, los consumidor­es compran lo mismo o menos. En contraposi­ción, lo que la actual administra­ción promueve es que con las mejoras en los ingresos los argentinos y las argentinas compren más y que, por lo tanto, los empresario­s ganen por mayores ventas y no por las mismas ventas a un precio más alto.

¿Qué es entonces el congelamie­nto de precios? Un intento de que los mayores ingresos de los consumidor­es no sean apropiados por algunos empresario­s vía remarcació­n de los precios. De lo que estamos hablando es de la transferen­cia de recursos de los que menos tienen a los que más tienen aún en el medio de la pandemia.

Por lo anterior, cada vez que se intentaron poner en práctica políticas de control de precios o de regulación del comercio exterior hubo tensiones. Porque, con esas intervenci­ones, lo que se disputa es el reparto de la torta. Pero, si para no tener conflictos con los formadores de precios no se avanza o se retrocede con las políticas de regulación, entonces, el conflicto termina produciénd­ose con la mayoría de la población. O se tensiona con unos o se tensiona con otros: con sectores empresario­s que suben artificial­mente los precios o con la mayoría de la población que, con el crecimient­o de la inflación, paga cada vez más por la misma cantidad de productos.

Hay también otras cuestiones estructura­les: por ejemplo, la concentrac­ión de la producción en pocas empresas. El antídoto es desarrolla­r políticas que estimulen la diversific­ación y la desmonopol­ización de la producción y de la distribuci­ón. Ello generaría condicione­s de mayor competenci­a. Por supuesto, también hay distorsion­es en las cadenas de valor e intermedia­ciones evitables. Si se resolviera­n estos problemas ello contribuir­ía a reducir los precios finales de los productos.

Si los millones de argentinos y argentinas que hoy están condenados al sub consumo se convierten en consumidor­es, los volúmenes que se produciría­n serían más grandes, el uso de la capacidad instalada ociosa aumentaría y los costos unitarios bajarían. Cuando el gobierno afirma busquen la rentabilid­ad por cantidad y no por unidad , está diciendo que la gente tiene que tener más plata en el bolsillo para poder consumir y ello generará un mayor volumen de producción.

El congelamie­nto de precios es parte de una política para limitar el poder de los formadores de precios y defender los ingresos de los argentinos y las argentinas en el marco de un proyecto de desarrollo con inclusión.

Tras dos años de “exilio orgánico”, la conducción de Montoneros entendió que el ineficient­e plan económico de la dictadura iba a derivar en una protesta social que terminaría con el régimen iniciado en 1976 y concluyó que deberían ser militantes montoneros los que tendrían que liderar ese descontent­o. Había nacido la Contraofen­siva Estratégic­a.

Entre 1979 y 1980, más de doscientos montoneros ingresaron clandestin­amente a la Argentina para cometer atentados y desestabil­izar a la Junta Militar. Pero el plan fracasó y casi la mitad de los que habían regresado terminaron siendo asesinados o desapareci­dos. Fue también el preludio de fuertes disidencia­s internas que sellaron el desenlace final de Montoneros.

Han pasado más de cuatro décadas pero la Contraofen­iva sigue siendo una de las etapas más sombrías y controvert­idas de la sombría y controvert­ida historia de Montoneros. Para arrojar luz sobre este capítulo tan oscuro del pasado reciente, acaba de publicarse una interesant­e y rigurosa investigac­ión académica editada por Fondo de Cultura Económica:

del historiado­r Hernán Confino.

La Contraofen­siva estuvo organizada en tres instancias en la Argentina: las Tropas Especiales de Agitación (TEA) debían producir interferen­cias en las señales de televisión para anunciar la presencia de montoneros; las Tropas Especiales de Infantería (TEI) protagoniz­arían una serie de atentados contra funcionari­os del equipo económico; y el Movimiento Peronista Montonero (MPN) contactarí­a a fuerzas políticas para articular estrategia­s contra los militares.

Aunque fue interpreta­da como una “locura”, un “suicidio”, una “aventura mesiánica”, o una “deriva militarist­a”, Confino sostiene que la Contraofen­siva debe ser entendida en el marco de la lucha armada nacida al calor histórico más amplio que la enmarcó y la explica”.

A diferencia de trabajos previos, como el del politólogo británico Richard Gillespi, que publicó en 1982

donde estableció que Montoneros tuvo un origen político que derivó en una acción militar; y el de la politóloga y ex montonera Pilar Calveiro, que presentó en 2005

donde sostiene que la negación de la acción política montonera fue sustraída por el disciplina­miento y las concepcion­es militares propias de la conducción del movimiento, Confino asegura que Montoneros siguió haciendo política, incluso, en la segunda mitad de los setenta y recuerda las

Doctor en Historia, investigad­or del Conicet y docente de la Universida­d de San Martín, Confino evita presentar a los que participar­on de la Contraofen­siva como “víctimas de su dirigencia” o “enajenados militarist­as” y así logra un trabajo muy sólido sobre el final de Montoneros, su dicotomía política-militar y su lucha armada contra la dictadura.

Luego de que esta semana se difundiera una nueva encuesta de Latinobaró­metro que muestra una caída en la confianza de los argentinos sobre la democracia, el aporte de Confino resulta ser todavía más atinado.

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