Consumidores cuidados
La política de control de precios implementada por el gobierno se ha transformado en un tema central de discusión entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Esta semana, María Eugenia Vidal, candidata de la principal oposición a diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires, afirmó con respecto al aumento de los precios que la ausencia de la resolución del problema no tiene que ver con los empresarios, sino con la emisión .
El tema de la emisión, así como está planteado, amerita una reflexión. Suele ocurrir que, cuando se les mejoran los ingresos a los consumidores y las consumidoras, estos se encuentren con una suba de los precios. Pero ello no es el resultado de la emisión sino de la apropiación que algunos empresarios hacen de la mejora de esos ingresos de la gente. En estos casos, la rueda de la economía no se moviliza, porque para que ello suceda, la plata que se distribuye le tiene que permitir a los consumidores adquirir más productos.
La compra de mayor cantidad de artículos estimula la producción, genera más empleo y hace subir el consumo en un proceso virtuoso de crecimiento. Por el contrario, lo que la inflación genera es la neutralización de las políticas distributivas del gobierno. La remarcación de los precios es el proceso por el cual los grupos monopólicos y los formadores de precios intentan apropiarse de los recursos adicionales que distribuyen las políticas públicas y las negociaciones paritarias. Es decir: con más dinero en sus manos, los consumidores compran lo mismo o menos. En contraposición, lo que la actual administración promueve es que con las mejoras en los ingresos los argentinos y las argentinas compren más y que, por lo tanto, los empresarios ganen por mayores ventas y no por las mismas ventas a un precio más alto.
¿Qué es entonces el congelamiento de precios? Un intento de que los mayores ingresos de los consumidores no sean apropiados por algunos empresarios vía remarcación de los precios. De lo que estamos hablando es de la transferencia de recursos de los que menos tienen a los que más tienen aún en el medio de la pandemia.
Por lo anterior, cada vez que se intentaron poner en práctica políticas de control de precios o de regulación del comercio exterior hubo tensiones. Porque, con esas intervenciones, lo que se disputa es el reparto de la torta. Pero, si para no tener conflictos con los formadores de precios no se avanza o se retrocede con las políticas de regulación, entonces, el conflicto termina produciéndose con la mayoría de la población. O se tensiona con unos o se tensiona con otros: con sectores empresarios que suben artificialmente los precios o con la mayoría de la población que, con el crecimiento de la inflación, paga cada vez más por la misma cantidad de productos.
Hay también otras cuestiones estructurales: por ejemplo, la concentración de la producción en pocas empresas. El antídoto es desarrollar políticas que estimulen la diversificación y la desmonopolización de la producción y de la distribución. Ello generaría condiciones de mayor competencia. Por supuesto, también hay distorsiones en las cadenas de valor e intermediaciones evitables. Si se resolvieran estos problemas ello contribuiría a reducir los precios finales de los productos.
Si los millones de argentinos y argentinas que hoy están condenados al sub consumo se convierten en consumidores, los volúmenes que se producirían serían más grandes, el uso de la capacidad instalada ociosa aumentaría y los costos unitarios bajarían. Cuando el gobierno afirma busquen la rentabilidad por cantidad y no por unidad , está diciendo que la gente tiene que tener más plata en el bolsillo para poder consumir y ello generará un mayor volumen de producción.
El congelamiento de precios es parte de una política para limitar el poder de los formadores de precios y defender los ingresos de los argentinos y las argentinas en el marco de un proyecto de desarrollo con inclusión.
Tras dos años de “exilio orgánico”, la conducción de Montoneros entendió que el ineficiente plan económico de la dictadura iba a derivar en una protesta social que terminaría con el régimen iniciado en 1976 y concluyó que deberían ser militantes montoneros los que tendrían que liderar ese descontento. Había nacido la Contraofensiva Estratégica.
Entre 1979 y 1980, más de doscientos montoneros ingresaron clandestinamente a la Argentina para cometer atentados y desestabilizar a la Junta Militar. Pero el plan fracasó y casi la mitad de los que habían regresado terminaron siendo asesinados o desaparecidos. Fue también el preludio de fuertes disidencias internas que sellaron el desenlace final de Montoneros.
Han pasado más de cuatro décadas pero la Contraofeniva sigue siendo una de las etapas más sombrías y controvertidas de la sombría y controvertida historia de Montoneros. Para arrojar luz sobre este capítulo tan oscuro del pasado reciente, acaba de publicarse una interesante y rigurosa investigación académica editada por Fondo de Cultura Económica:
del historiador Hernán Confino.
La Contraofensiva estuvo organizada en tres instancias en la Argentina: las Tropas Especiales de Agitación (TEA) debían producir interferencias en las señales de televisión para anunciar la presencia de montoneros; las Tropas Especiales de Infantería (TEI) protagonizarían una serie de atentados contra funcionarios del equipo económico; y el Movimiento Peronista Montonero (MPN) contactaría a fuerzas políticas para articular estrategias contra los militares.
Aunque fue interpretada como una “locura”, un “suicidio”, una “aventura mesiánica”, o una “deriva militarista”, Confino sostiene que la Contraofensiva debe ser entendida en el marco de la lucha armada nacida al calor histórico más amplio que la enmarcó y la explica”.
A diferencia de trabajos previos, como el del politólogo británico Richard Gillespi, que publicó en 1982
donde estableció que Montoneros tuvo un origen político que derivó en una acción militar; y el de la politóloga y ex montonera Pilar Calveiro, que presentó en 2005
donde sostiene que la negación de la acción política montonera fue sustraída por el disciplinamiento y las concepciones militares propias de la conducción del movimiento, Confino asegura que Montoneros siguió haciendo política, incluso, en la segunda mitad de los setenta y recuerda las
Doctor en Historia, investigador del Conicet y docente de la Universidad de San Martín, Confino evita presentar a los que participaron de la Contraofensiva como “víctimas de su dirigencia” o “enajenados militaristas” y así logra un trabajo muy sólido sobre el final de Montoneros, su dicotomía política-militar y su lucha armada contra la dictadura.
Luego de que esta semana se difundiera una nueva encuesta de Latinobarómetro que muestra una caída en la confianza de los argentinos sobre la democracia, el aporte de Confino resulta ser todavía más atinado.