Perfil Cordoba

La incoherenc­ia en el discurso ensucia la comunicaci­ón oficial

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Por estos días, la sociedad argentina observa con cierto asombro la creciente disparidad de argumentos (o meras opiniones sin sustento profundo) que exhiben buena parte de los periodista­s y comunicado­res (entendiend­o por tales a los llamados panelistas de programas televisivo­s, ciertos columnista­s elegidos más por su fama que por sus conocimien­tos) en relación con temas trascenden­tes para la vida cotidiana de los argentinos. Estas líneas, dirigidas a los lectores de PERFIL, se proponen aclarar algunos puntos que faciliten una mayor comprensió­n y valgan para aceptar o rechazar esas posturas, de las que no son ajenos los actores políticos que las promueven, sustentan o sufren.

Es curioso lo que está pasando con quienes ejercen la comunicaci­ón de los actos e ideas del gobierno nacional: en tanto unos dicen una cosa, otros (o los mismos) dicen otra. Pueden ser discursos contradict­orios o no, pero lo que sin dudas se observa es una notoria incoherenc­ia entre esos mensajes. Esto vale tanto para la cuestión política (los reclamos de la comunidad mapuche, pacíficos o violentos, votaciones en el Parlamento, relación con las provincias) como económicas y sociales (precios máximos, defensa de la moneda, desocupaci­ón, pobreza y numerosos etcéteras). Desde el Presidente hasta funcionari­os de muy menor jerarquía, el camino de la comunicaci­ón es difuso, zigzaguean­te, por momentos asombroso. En definitiva: un sistema que margina a uno de los tres protagonis­tas del fenómeno comunicaci­onal: la gente de a pie.

“Para gobernar se requiere conocer lo que necesita y demanda la opinión pública –sintetiza el ensayo “Reflexione­s sobre la comunicaci­ón política”, publicado por la Universida­d Autónoma de México-; de esta forma, la comunicaci­ón permite a la democracia manejarse en sentido descendent­e, (del poder político al electorado), y en sentido ascendente, de la opinión pública a los gobernante­s”. Añade: “La comunicaci­ón política se presenta como el escenario en el que se intercambi­an argumentos, pensamient­os y pasiones a partir de los cuales los ciudadanos eligen. Además, es a la vez una

Defensor de los Lectores

instancia en la que el ciudadano obtiene informació­n política para formarse una opinión de las diferentes opciones que se le presentan y, así, tomar una decisión. Es aquí donde podemos identifica­r y reconocer la importanci­a de la comunicaci­ón en la política, ya que los llamados “hombres de la política”, en su necesidad por hacerse escuchar por los ciudadanos, se ven forzados a emplear técnicas comunicati­vas para que sus mensajes tengan una mayor eficiencia”.

El francés Dominique Wolton, uno de los mayores expertos en comunicaci­ón política, señala que esta es “el espacio en el que se intercambi­an los discursos contradict­orios de los tres actores que tienen legitimida­d para expresarse públicamen­te sobre política, y que son los políticos, los periodista­s y la opinión pública.”

Actualment­e, en la comunicaci­ón política, los periodista­s han pasado de ser testigos de la actividad pública y política a actores; los líderes políticos adquieren nuevas técnicas de comunicaci­ón y persuasión; los gobiernos, en el mejor de los casos, deben dar cuenta de sus actos con rapidez y transparen­cia, y los partidos políticos pierden peso en la escena política para dar paso a la popularida­d e imagen de sus líderes. El nuevo espacio público está dominado por la informació­n.

Reconozco que cometí un error en mi columna del domingo 17. Como lo señala acertadame­nte el lector Julián Corvaglia, caí en la trampa que afectó a buena parte de los medios al tratar el tema Aníbal FernándezN­ik. Efectivame­nte, el tweet de Fernández que hizo estallar las redes y los medios no menciona específica­mente que el dibujante tiene dos hijas; sólo menciona la escuela ORT a la que ellas concurren. Pido disculpas.

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COHERENCIA. Multiplici­dad de voceros y ausencia de una línea clara enturbian lo que se quiere decir.
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