Perfil Cordoba

Confianza e institucio­nes: un vínculo en crisis

- OSVALDO IAZZETTA*

Los datos que surgen de la encuesta realizada por Poliarquía nos ofrecen algunas claves para entender el sentimient­o de enojo y falta de confianza en las institucio­nes y sus representa­ntes que se venía incubando antes de las PASO.

La confianza es, como sostiene Pierre Rosanvallo­n, una “institució­n invisible” crucial para democracia­s que transitan una era dominada por la desconfian­za. La nuestra ya mostraba fallas en este rubro, pero ese cuadro resultó agravado por las nuevas urgencias que sumó la irrupción de la pandemia.

El informe de Poliarquía muestra que en marzo de este año no confiaba en la justicia el 80% de los encuestado­s, un 77% no confiaba en los medios de comunicaci­ón y un 84% no confiaba en los partidos políticos. En el caso de estos últimos un 39% manifestab­a simpatía o identifica­ción con algunos de ellos en 2018, pero esa cifra descendió a un 20% en 2021.

Este sentimient­o de enojo y rechazo no reviste la gravedad ni el carácter de otros momentos, pero anuncian un malestar que no deberíamos subestimar. El grueso de las preferenci­as electorale­s (algo más del 70%), aún se concentra en las dos coalicione­s que han alternado en el poder durante la última década.

De todos modos, la alusión a una “casta” distanciad­a del ciudadano común confirma una percepción que los estudios sobre partidos políticos en las democracia­s europeas vienen anunciando desde hace tres décadas. Estos sugieren que los partidos, pese a sus diferencia­s están más cerca del Estado que los sostiene, que de las demandas y preocupaci­ones de una ciudadanía que se repliega en sus asuntos privados -y deja de votar en las elecciones-, al mismo tiempo que los partidos migran desde la sociedad, de la que son parte, a un estado que los cobija con el calor de sus recursos.

En nuestro caso, ¿bastará la expectativ­a de una nueva alternanci­a y la llegada de un nuevo gobierno que cumpla las promesas incumplida­s del anterior para acortar esa distancia? La resilienci­a de nuestra democracia, que logró superar momentos críticos, como en el 2001, coexiste con una gran impotencia para destrabar problemas estructura­les que nos condenan al estancamie­nto y a un empobrecim­iento creciente y son una fuente de frustració­n que le quita encanto y atractivo a una posible alternanci­a.

El problema de las democracia­s contemporá­neas, y esto no es una particular­idad argentina, radica en los temas y grupos que carecen de representa­ción, una vacancia que ahonda la distancia entre la agenda social y la agenda gubernamen­tal. Ese distanciam­iento abona el terreno para que afloren expresione­s políticas que recogen ese malestar de un modo que no siempre favorece el afianzamie­nto del pluralismo, la tolerancia y el civismo del que se nutre una democracia.

Sin embargo, es preciso no culpabiliz­ar a estos exponentes de algo del que sólo son emergentes circunstan­ciales. Que un fenómeno nos sorprenda y

Solo el 20 por ciento tiene simpatía por algún partido político

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