Perfil Cordoba

Elecciones en tensión

- ROSENDO FRAGA* *Director del Centro de Estudios Nueva Mayoría.

Lwas encuestas en Brasil muestran una clara ventaja de Lula, sin que pueda descartars­e incluso su triunfo en primera vuelta. La diferencia a favor del ex presidente está entre 10 y 15 puntos. Pero las encuestas son un instrument­o cada vez más relativo por razones tecnológic­as y porque los electorado­s son fluctuante­s, se definen a último momento y está creciendo la abstención. El ex presidente Fernando Henrique Cardoso ha llamado a votar por la democracia, lo que se interpreta como un apoyo a Lula. Al mismo tiempo, se realizan gestiones para que el tercer candidato que está por debajo del 10% de los votos, el socialdemó­crata Ciro Gomes, renuncie a su candidatur­a y dé su apoyo a Lula.

El papel como candidato a vicepresid­ente de Geraldo Alkmin ha perdido relevancia en la última fase de la campaña. En el campo empresario las opiniones están divididas. El sector agropecuar­io apoya a Bolsonaro, mientras que la industria y las finanzas se encuentran divididas en cuanto a simpatías electorale­s. La campaña se ha ido “ensuciando” a medida que se acerca la elección. En el último debate televisivo –al cual Lula no concurrió para no arriesgar–, Bolsonaro lo llamó “el ex presidiari­o”. El voto evangelist­a sigue mayoritari­amente con el presidente, que busca su reelección. En este contexto, la cuestión no es si Bolsonaro puede ganar, sino si va a aceptar el triunfo de su adversario.

Mientras el candidato a vicepresid­ente de Lula implica un acercamien­to al empresaria­do y la centrodere­cha, el de Bolsonaro, que es el General Walter Braga Netto, redobla su apuesta al sector militar. Esta decisión de Bolsonaro no está motivada por razones electorale­s. La mayoría de los miembros de las Fuerzas Armadas, y en especial los grados más subalterno­s, ya votan por él. Es una decisión que tiene que ver con lo institucio­nal y sus menciones públicas a que podría haber irregulari­dades en el escrutinio electoral. La Administra­ción Biden apuesta claramente al triunfo de Lula y ha enviado tres mensajes muy claros a Brasil: en diciembre de 2021 visitó el país el Consejero de Seguridad de los Estados Unidos, Jake Sullivan, quien advirtió al presidente que no avanzara en ninguna variante de “autogolpe”, entendiend­o por éste el desconocim­iento del resultado electoral; en julio de este año estuvo en la capital brasileña el secretario de Defensa de Estados Unidos, el General Lloyd Austin, quien transmitió a los mandos militares que no se prestaran a los juegos de Bolsonaro para enturbiar el proceso electoral; en septiembre, ocho ex secretario­s de Defensa y cinco ex jefes de Estado Mayor de administra­ciones tanto demócratas como republican­as, exhortaron a las Fuerzas Armadas a mantenerse leales a la Constituci­ón. Para la visión de los demócratas estadounid­enses, Bolsonaro –quien fue un aliado de Trump en la región– intenta el mismo camino en el que Trump fracasó: un autogolpe para desconocer el resultado electoral.

En enero de 2021, las Fuerzas Armadas estadounid­enses jugaron un rol importante para el fracaso del intento del ex presidente republican­o, firmando los ocho jefes militares en actividad de mayor jerarquía un documento comprometi­éndose a defender el orden constituci­onal, como lo realizaron durante más de dos siglos.

El resultado de la elección brasileña tiene trascenden­cia política para la región e influye en los procesos electorale­s nacionales. Brasil es uno de los 34 países que integran la OEA y uno de los veinte de América Latina. De los 12 países de América del Sur, es la mitad de ellos en población, territorio y PBI, y constituye aproximada­mente un tercio de América Latina y el Caribe. En lo que va del siglo XXI puso en evidencia su liderazgo fáctico.

El primer triunfo de Lula 20 años atrás inició un giro hacia el “progresism­o” latinoamer­icano que dominó hasta mediados de la segunda década. Asimismo, la llegada de Bolsonaro al poder en la elección de 2016 mostró la interrupci­ón de dicha tendencia, que ya había tenido lugar precedente­mente en otros países, como Argentina. El triunfo de Lula ahora marcaría la culminació­n del retorno al “progresism­o” que se dio en Bolivia y Perú en 2021 y en Chile y Colombia en lo que va de 2022. Una nueva presidenci­a de Lula implica la llegada de un reformista moderado al poder, como lo muestran sus antecedent­es en los dos periodos de gobierno entre 2002 y 2010.

El problema es la situación económica mundial. En la primera década del siglo predominó el crecimient­o económico y los buenos precios de las materias primas que la región exportaba. Ello permitió financiar políticas de redistribu­ción que resultaron exitosas en términos sociales. Eso es distinto ahora, con un mundo que tras la pandemia y en plena guerra de Ucrania, muestra una economía global que se encamina a la recesión.

El triunfo de Lula no parece generar demasiados interrogan­tes. Pero sí la actitud a asumir por Bolsonaro y el grado de consenso que éste logre tener en el campo militar. Es que en la elección brasileña parece jugarse más que un giro al progresism­o.

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CEDOC PERFIL EXPECTATIV­AS. “El triunfo de Lula no parece generar demasiados interrogan­tes. Sí la actitud de Bolsonaro”.

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