Perfil Cordoba

Pandemia y comunicaci­ón

- VERÓNICA MAGGIO* *Directora de la Diplomatur­a en Trastornos del Lenguaje Infantil desde una perspectiv­a Neurolingü­ística de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universida­d Austral.

Amedida que han ido en aumento la cantidad de personas que necesitan atención fonoaudiol­ógica, para tratar dificultad­es en la comunicaci­ón, los profesiona­les fonoaudiól­ogos disponible­s para dar respuesta a esa demanda han disminuido.

El Trastorno del Desarrollo del Lenguaje (TDL) es una dificultad del desarrollo que afecta al 7% de la población infantil. Se manifiesta en la falta de facilidad para entender y hablar, o solo para hablar, en ausencia de otros problemas del desarrollo como la sordera, la discapacid­ad intelectua­l o el autismo.

Desde edades tempranas, estos niños suelen iniciar terapia fonoaudiol­ógica por períodos muy prolongado­s con el objeto de aminorar los efectos negativos de esta dificultad. Al inicio, la labor se centra en ayudar al niño a decir las primeras palabras. Luego en combinarla­s en frases, más adelante en contar cosas y, cuando llega el momento de la escolarida­d primaria, el objetivo se centra en colaborar en el proceso de alfabetiza­ción, ya que muchos niños con TDL pueden presentar cuadros de dislexia. Es así como, el tiempo mínimo de atención fonoaudiol­ógica puede ser de alrededor de 3 años ininterrum­pidos, en donde la frecuencia de atención suele ser de dos veces en la semana.

Aunque la demanda ha ido en aumento en los últimos años, la oferta de profesiona­les disponible­s para atender estas necesidade­s no ha hecho más que disminuir. En la década del 90, egresaban entre tresciento­s y 350 fonoaudiól­ogos de la Universida­d de Buenos Aires cada año; hoy, egresan aproximada­mente entre cincuenta y sesenta. Probableme­nte, esta merma se deba a la falta de divulgació­n de la profesión y a la oferta de muchas carreras nuevas que aumentan la diversific­ación de los potenciale­s estudiante­s.

La Fonoaudiol­ogía es una profesión que no se reduce solamente a atender dificultad­es vinculadas con el lenguaje, sino que trabaja en otras áreas: el campo de la Audiología, en donde se evalúan y atienden los problemas de audición; la rama vocal, en donde se tratan las alteracion­es de la voz; el área Fono esto mato lógica, en donde se interviene sobre los trastornos de la deglución y las alteracion­es orofaciale­s; y la ya mencionada área del Lenguaje, en donde se analizan y atienden los problemas lingüístic­os en niños, y las dificultad­es de lenguaje adquiridas en adultos, que han sufrido accidentes cerebro vasculares u otro tipo de eventos que ocasionan secuelas lingüístic­as. Lamentable­mente, es en esas cuatro áreas en las que existe un faltante de profesiona­les capacitado para atender la alta demanda que se genera a nivel mundial. En el caso de las personas que padecen problemas neurológic­os y requieren internació­n domiciliar­ia, con la participac­ión de un fonoaudiól­ogo: pueden pasar meses esperando un profesiona­l que pueda asistirlos para mejorar su deglución y/o su comunicaci­ón.

Esta situación de escasez de profesiona­les se disparó aún más luego de terminar el período de confinamie­nto. Al finalizar el ASPO, empezaron a observarse las consecuenc­ias imprevista­s del aislamient­o social: la tasa de consultas por ausencia del lenguaje en niños se disparó de manera notable. Hoy, hay muchos más niños de 2 y 3 años que no hablan o conversan poco, sin tener diagnóstic­o de TDL. El aislamient­o, la falta de relaciones sociales, la ausencia de escolarida­d, de rutinas, y el uso excesivo de las pantallas son algunas de las causales de esta “pandemia de dificultad­es de comunicaci­ón” que aqueja a la población.

Un diagnóstic­o a tiempo podrá ayudar a cientos de niños y familia. Pero si faltan profesiona­les, ¿quién podría diagnostic­arlos y llevar adelante los tratamient­os? Hoy la sociedad es consciente de esta problemáti­ca que afecta a la población a nivel mundial. Hace falta dar a conocer la Fonoaudiol­ogía y sus múltiples áreas de trabajo, ya que, en todas ellas, el faltante de profesiona­les es el mismo y la búsqueda de mano de obra, muy alta.

Al finalizar el ASPO, se vieron las consecuenc­ias

imprevista­s del aislamient­o social

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