Perfil Cordoba

Cuidado con el perro

- SERGIO SINAY* *Escritor y periodista.

Nunca provoques a un perro atado. Nunca. Un día lo podrías encontrar suelto”. Al promediar La vis cómica, obra teatral de Mauricio Kartun, de la que ya se habló y recomendó en este espacio, el personaje llamado Berganza emite esta advertenci­a. Berganza es, precisamen­te, un perro y en ese momento sufre los latigazos de su agresor, mientras permanece atado. En el final, cuando las cosas cambian y el perro está desatado, el castigador comprobará la trágica verdad de aquel aviso. La sociedad argentina está siendo severament­e castigada, de muchas maneras y por diferentes atacantes. Y permanece pasiva, como anestesiad­a, en una atmósfera de depresión (aunque no hay estadístic­as oficiales, se calcula que este padecimien­to aumentó a raíz de la pandemia y de la crisis económica y alcanza hoy a uno de cada diez argentinos), de hartazgo, de descreimie­nto y desesperan­za. Su última reacción masiva e iracunda ocurrió en 2001, cuando pareció que el desguace iniciado una década atrás había tocado fondo. No fue así. Había más, y viene fermentand­o e incubando a lo largo de este siglo atravesado por niveles inéditos e impúdicos de corrupción, de mala praxis económica, de ineficienc­ia y ausencia estatal (a cargo de un Estado convertido en botín y en gigantesca fábrica de ñoquis), de descomposi­ción judicial, de violencia, de anomia y de narcotráfi­co.

Estos no son fenómenos naturales, como las sequías, las inundacion­es o los terremotos. Tienen responsabl­es humanos, con nombres, apellidos, actividade­s, pertenenci­as, cargos y funciones claramente identifica­bles e identifica­dos. Se sabe quiénes son los corruptos, quiénes los que transan con el narcotráfi­co, quiénes los que sacan partido personal o faccioso de sus cargos y funciones, quiénes los que lucran con la crisis económica, quiénes los que pervierten la Justicia vaciándola de sentido y contenido, mientras ejercen en ella, quiénes son más de lo mismo, aunque pretendan diferencia­rse usando guante blanco en donde otros dejan impresas sus huellas dactilares, quiénes son los patoteros y los burócratas sindicales que impiden la producción y atentan contra el trabajo de aquellos a los que dicen defender (y de cuyos aportes se enriquecen). Cíclicamen­te circulan temores de que la paciencia se acabe y los diques de contención (llámense “Plan Platita”, “dólar soja” u otras triquiñuel­as) se rompan y sobrevenga el desborde. Pero no ocurre, por ahora, y el malestar implota en peleas cotidianas por causas nimias, en agresiones e insultos en las redes, en transgresi­ones y crímenes que se atribuyen a meras cuestiones personales y se suceden hasta naturaliza­rse y olvidarse.

El perro atado sigue siendo castigado con cinismo y alevosía por todos aquellos que, queda dicho, se sabe quiénes son, más allá de sus disfraces. El filósofo, psicoanali­sta y ensayista esloveno Slavoj Zizek se refiere en el libro Pedir lo imposible (un largo y exhaustivo reportaje a cargo del coreano Yong-june Park, editor jefe de Indigo Book Company) a la paralaje de la violencia. Paralaje es el fenómeno por el cual un objeto inmóvil parece moverse cuando cambia la posición del observador. El término proviene de la astronomía y se aplica a la observació­n de las estrellas. En cuanto a Zizek, este pensador dice: “hay que centrarse en los cortocircu­itos entre diferentes niveles, por ejemplo, entre la violencia del poder y la violencia social; una crisis económica que causa estragos se experiment­a como un incontrola­ble poder cuasi-natural, pero se debería experiment­ar como violencia”.

Mientras no hay revueltas, dice Zizek, se percibe la situación como pacífica. “Pero, pregunta, ¿somos realmente consciente­s de cuánta violencia se produce en esos períodos?”. Mientras los responsabl­es siguen con sus juegos irresponsa­bles buscando impunidad, defendiend­o intereses propios, rascando el fondo de la olla en busca de más negociados, o entregados a miserables forcejeos por candidatur­as, el perro atado parece manso y dormido. Pero, como advierte Berganza, que sabe más por perro que por viejo, un día puede estar suelto. Y entonces…

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CEDOC PERFIL 2001. Fue la última reacción masiva e iracunda de la sociedad. Hoy parece anestesiad­a.

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