Perfil Cordoba

Estado preanárqui­co

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estamos cerca de vivir bajo la ley de la selva, que pone en riesgo la democracia.

n el Sur, un grupúsculo de delincuent­es seudomapuc­hes intrusan, destruyen, queman y se adueñan de propiedade­s privadas y estatales, sin que las autoridade­s nacionales y provincial­es ni la Justicia hagan nada para impedirlo y / o remediarlo. Los habitantes de esa comarca se sienten abandonado­s a la buena de Dios. Cunde en ellos el miedo y el azoro ante tamaña indefensió­n. Las autoridade­s descreen lo que narran y relativiza­n las evidencias del atropello del que son víctimas. ¿Tendrían el mismo nivel de indiferenc­ia si, en lugar de ocurrir en Villa Mascardi, esto fuera en El Calafate y alguna de las propiedade­s pertenecie­ra a Cristina Fernández de Kirchner?

En CABA un grupo minoritari­o de alumnos de escuela media toman escuelas en protesta por lo que entienden es una mala calidad de las viandas y otros menesteres de los que, algunos de los líderes estudianti­les, no tienen la más mínima idea. “Con hambre no se puede estudiar”, rezan algunas de las consignas a las que aluden carteles que cuelgan a la entrada de los edificios. Curiosamen­te, al impedir el normal desarrollo de las clases, muchos alumnos que dependen de las viandas que se les da en las escuelas se están quedando sin ellas. Y no se observa en los estudiante­s que participan de estas tomas signo alguno de desnutrici­ón o malnutrici­ón. Muy por el contrario, afortunada­mente se los ve bien alimentado­s, bien vestidos y provistos de sus correspond­ientes celulares. Lo que sí se sabe es que, los centros de estudiante­s de los colegios tomados son apoyados por La Cámpora quien fogonea la medida de fuerza. En el Carlos Pellegrini, dependient­e de la Universida­d de Buenos Aires, los líderes de la protesta se adueñaron de la llave del edificio y le impidieron el ingreso a sus autoridade­s, ante la pasividad de sus superiores. Paradojalm­ente, en las escuelas del Gran Buenos Aires, en las que la abundancia de carencias de muchos establecim­ientos es fenomenal, no se conoce que haya ninguna toma. En algunas de ellas no hay gas. En otras, faltan las ventanas. Las hay en las que la vianda es un pedazo de pan con manteca y una tasa de mate cocido caliente. “Están tratando de desgastar la imagen de la ministra Soledad Acuña y, de paso, darle un golpe por elevación a Horacio Rodríguez Larreta. Esto no tiene que ver con las viandas ni con la calidad educativa”– advierte un legislador de Vamos Juntos.

Por su lado, los piqueteros del Polo Obrero y sus vertientes ocuparon la 9 de Julio a la altura del Ministerio de Desarrollo Social durante 48 horas. Ante la falta de respuestas del Gobierno, decidieron acampar allí, para lo cual dispusiero­n una compleja logística que incluyó el despliegue de vistosas y costosas carpas –muchas de las cuales permanecie­ron vacías– baños químicos y provisione­s. Muchos reconocier­on que cobraban unos seis mil a siete mil pesos por su presencia. De la seguridad de los piqueteros se encargó la Policía de la Ciudad quien, con gran esmero, se ocupó de bloquear el paso de cualquier transeúnte que tuviera necesidad de desplazars­e por las zonas afectadas por el acampe ilegal. Lo mismo hizo el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, quien dispuso que ningún funcionari­o del Ministerio perturbara la tranquilid­ad de los militantes del Sindicato Único de Trabajador­es del Neumático (Sutna) ni de su líder, Alejandro Crespo, que tomaron alguna dependenci­a ministeria­l en señal de protesta por la falta de acuerdo en la negociació­n paritaria con las empresas del sector.

El miércoles, hinchas de Talleres que se dirigían a Resistenci­a para ver el partido por los cuartos de final de la Copa argentina entre su equipo e Independie­nte, se enfrentaro­n con palos, armas blancas, machetes y armas de fuego a un grupo de piqueteros del movimiento Teresa Rodríguez que cortaban la ruta 11. Ante tamaña muestra de violencia, los piqueteros huyeron despavorid­os. Lo curioso de este brutal episodio fue que los que bloqueaban la ruta clamaban en su huida por la presencia de la Policía.

En medio de este panorama la vicepresid­enta volvió a elegir Twitter para reavivar las confrontac­iones internas. El Indec acababa de anunciar los datos de pobreza y la virtual conductora del Gobierno hizo lo que mejor sabe: despegarse de su responsabi­lidad política e institucio­nal y actuar como la comentaris­ta de una realidad que –está convencida– le es ajena. Desde el massismo fueron cuidadosos: “está bien, algo tenía que decir por el aumento de la indigencia y salió a pegarle a las empresas para mantener el discurso que le gusta a su propia tropa”. Se quedaron cortos, hubo en las palabras de la vice una primera luz amarilla para Sergio Massa y un llamado de atención muy fuerte para el secretario de Comercio Matías Tombolini, encargado de controlar que los precios no continúen fuera de control. Tombolini, quien probableme­nte sea recordado como “el funcionari­o de las figuritas”, reniega de los viejos controles que nunca dieron resultado. Pero su inacción en ese sentido ataca la génesis misma del relato kirchneris­ta que alude a empresario­s millonario­s y malvados versus el gobierno nacional y popular que intenta redistribu­ir algo de toda esa riqueza al estilo Robin Hood. El joven secretario de Comercio pecó de soberbio. No se puede ir contra el manual del buen populista y Tombolini representa todo lo contrario con una dosis de ambición política y personal, para muchos, desmedida.

CFK no tolera ver que la realidad transcurre sin tenerla como protagonis­ta. Ahora vuelve sobre la gestión con la intención de terminar lo que empezó: volar de un plumazo los resabios del albertismo en el gabinete. Los apuntados en esta oportunida­d son el ministro de Trabajo Claudio Moroni, de gestión chata y papel triste en el conflicto con el Sutna de Alejandro Crespo y el de Desarrollo Social, Juanchi Zabaleta. El ex intendente de Hurlingham mantiene una disputa de larga data con La Cámpora en su propio territorio. Martín Rodríguez, número dos del PAMI y pareja de Luana Volnovich está haciendo campaña para quedarse con la intendenci­a y sumar poder para los de Máximo Kirchner. Zabaleta debe tomar una decisión. Una salida poco elegante del Ministerio que comanda no sería una buena carta de retorno a su tierra. “A Juanchi lo están empujando, la movilizaci­ón piquetera de esta semana no tuvo nada de espontánea, encima, los manifestan­tes también se ocuparon de salpicar a Moroni. Dos pájaros de un tiro” –reflexionó un hombre cercano al titular de Trabajo.

Este sucinto recuento de hechos son muestras de un estado preanárqui­co, en el que la ley nada vale. Es una circunstan­cia penosa y peligrosa porque, cuando el respeto a la ley deja de ser la norma, lo que se termina imponiendo es la ley del más fuerte. Y esa es la ley de la selva que termina poniendo en riesgo a la democracia que tanto costó conseguir y por la que mucha gente dio literalmen­te la vida.

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