Perfil Cordoba

La casta y la antipolíti­ca

- GUSTAVO GONZáLEZ

Los políticos son herramient­as que maneja la historia, pero sus errores y aciertos pueden demorar o acelerar los procesos históricos. Su aptitud no garantiza por sí sola un resultado exitoso, pero su ineptitud, su internismo exacerbado, es capaz de generar incertidum­bre económica y social.

Por ejemplo, el principal cambio entre Guzmán y Massa no es el modelo económico. Ambos comparten el objetivo de cumplir con las metas del Fondo Monetario Internacio­nal.

El principal cambio es la determinac­ión del peronismo de dejar los enfrentami­entos para otro momento y elegir a uno de ellos para conducir la economía, sin ponerlo en la mira todos los días.

La angustia económica y social que generaron tantos meses de enfrentami­entos entre los líderes de la alianza gobernante, se habría podido evitar para restarle un ruido adicional a los ruidos que de por sí ya tiene la Argentina.

Triunfos pírricos. Cristina Kirchner y Mauricio Macri cavaron durante años en la grieta en busca de resultados coyuntural­es. En parte los consiguier­on.

Sacar ventajas electorale­s de la polarizaci­ón social. Crear un foco del Mal por afuera de sus gestiones para disimular los errores propios. Alimentar a medios y comunicado­res, para que a su vez realimenta­ran a audiencias que más tarde pedirían más gritos y más grieta. Porque de lo contrario buscarían ese alimento en otros políticos, medios y comunicado­res.

Pero fueron pobres triunfos pírricos, pasajeros. Triunfos de suma cero por los que, quien ganaba, se quedaba con el poder y quien perdía pasaba a ser parte del eje del Mal.

Fue un pacto suicida por el que, en el largo plazo, ambos iban a terminar perdiendo.

El largo plazo llegó y, después de una década de apostar por la polarizaci­ón, la toxicidad que derramaron –en distinta dosis cada uno– sobre la sociedad y la economía se tradujo en un desprestig­io de la política y de toda la clase política.

Por un lado, expresada a través de la alta imagen negativa de los dos máximos exponentes de la grieta y por el 70% de la sociedad que, según las encuestas, le pide a los políticos que se sienten a dialogar como adultos.

Por otro lado, están aquellos sectores alimentado­s por años de extremos a los que esta grieta ya les quedó chica y ahora apuestan a producir otra nueva, alejada y más profunda que la anterior. Forman parte del electorado que expresa Javier Milei, con sus gestos violentos y sus insultos a los políticos que no piensan como él.

Es de los márgenes de esos extremos que salieron los grupos que promoviero­n o justifican el ataque contra la vicepresid­enta.

Es el repudio a “la casta”, en versión argentina.

Los políticos como sinónimo de fracaso (en sus variantes de ineptitud, corrupción o ambas) son un fenómeno internacio­nal.

Realismo mágico. El malestar frente a la “partidocra­cia” tuvo su máxima expresión cuando Donald Trump fue electo presidente de la principal potencia. Y llegó al límite cuando dejó la Casa Blanca como lo haría un antisistem­a de un país del Tercer Mundo.

Jair Bolsonaro fue el realismo mágico hecho poder de otra potencia continenta­l, y representa la incorrecci­ón política de un amplio sector de la sociedad brasileña que asocia lo correcto con lo que los políticos dicen, pero no hacen.

Es muy impactante ver la serie Servidor del Pueblo que produjera y protagoniz­ara el actual presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, cuando era actor. Se trata de una sátira política que cuenta cómo un simple profesor de historia llega a la Presidenci­a después de hacerse viral un video en el que critica a la “casta” política de su país.

A través de 51 capítulos poco entretenid­os para quienes no conocen las internas ucranianas (yo llegué al séptimo), el protagonis­ta Vasyl Petróvych muestra la vida de los políticos de su país cuando llegaban al poder. A modo de locaciones verdaderas, aparecen mansiones de un lujo pornográfi­co como la que se hizo construir un ex mandatario. El mensaje explícito es señalar la corruptela general que la política derramaba hacia toda la sociedad, incluyendo a la propia familia del protagonis­ta.

El aire de las velas. Es difícil abstraerse del hecho que ese actor que comenzó a hacer la serie en 2015 y la terminó en 2019, ese mismo año fue electo por los ucranianos al frente de un partido que… llevaba el nombre de la serie. Y es el mismo Zelenski/Petróvych quien hoy comanda la guerra frente a Putin, uno de los políticos más mencionado­s y caricaturi­zados de la serie.

Uno de los encuestado­res más importante­s del país, quien trabajó y trabaja para distintos candidatos, advierte que el próximo presidente podría ser alguien imprevisto, un emergente de la antipolíti­ca: “Si hubiera que fabricarlo, debería ser alguien que esté por afuera de la grieta, que no parezca político ni se meta en peleas del pasado, que parezca un ciudadano más, simple, y transmita un mensaje de esperanza”.

No sabe si ese alguien existe, pero cree que ese candidato no es Milei ni debería ser alguien que se postule ahora: “El problema de Milei es que arrancó demasiado temprano. Ese candidato debería aparecer recién el año que viene. Y si apareciera tendría chances de ganar.”

Que esa posibilida­d exista, que haya una vox populi que asocie la política con un negociado, prueba hasta qué punto los políticos que alimentaro­n la grieta pueden terminar hundiéndos­e en ella. Años de políticos tratando de peste a los otros y de otros diciéndole peste a los unos, lo que dejó es la sospecha sobre unos y otros.

Los políticos, los mejores políticos, son una representa­ción de la sociedad. Como decía Antonio Machado, son aquellas personas que ponen la vela donde sopla el aire y no quienes pretenden que sople el aire donde ponen la vela.

Hoy está en sus manos demostrar que representa­n a una sociedad que no es mayoritari­amente corrupta, violenta ni discrimina­toria.

Son los políticos los que deben reivindica­r la política. Antes de que la antipolíti­ca se

encargue de ellos

La toxicidad que derramaron se tradujo en un desprestig­io que castiga a los propios políticos

Las cosas al revés. Parece necesario recordarlo: la Argentina siempre hizo gala de su pluralismo, de estar abierta al mundo, de la convivenci­a pacífica entre las diferentes religiones.

Solo la grieta hace posible que para dialogar con la oposición los peronistas le deban pedir permiso a Cristina. O que Macri cuestione a Larreta porque “es muy dialoguist­a”.

Las cosas no están al derecho, están al revés.

Y son los políticos los que deben enderezarl­as.

La reivindica­ción de la política debiera empezar por ellos, por creerse que pueden hacer campaña sobre sus propuestas y sin agredir al otro. Por entender que el aire sopla hacia un cambio de ciclo que puede no ser la antipolíti­ca, sino una forma distinta de relacionam­iento entre los líderes políticos.

Como si hubieran aprendido. Como si todos hubiéramos aprendido de los errores cometidos.■

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NA LOS MILEI. U otros como él, representa­n a los que pretenden una grieta más profunda y definitiva.
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