Perfil Cordoba

Una moneda en el aire

La incertidum­bre y la crisis económica y social, han puesto en alerta a la sociedad.

- Nelson Castro

La Argentina ha quedado a merced de un gobierno de nerones a quienes lo único que les interesa –y desespera– es mantenerse indefinida­mente en el poder. A la cabeza de esta locura está Sergio Massa. El ministro de Economía y candidato está decidido a todo en pos del objetivo que lo obsesiona: ganar la elección presidenci­al de cualquier manera y a cualquier costo. El 12,8% de inflación del mes de agosto fue una cachetada para el exintenden­te de Tigre. Por eso salió el mismo miércoles, con una batería de anuncios que se ampliaron el jueves. Alguien debería decirle que no se puede tapar el sol con las manos. Todos esos anuncios, que responden a un “plan platita” de manual, son absolutame­nte inflaciona­rios. Claro, si nada de esto surge efecto –y la historia indica que no lo hará– el problema mayúsculo autogenera­do, quedará para el ganador de las elecciones generales.

Luego de perder las PASO en agosto de 2019, el entonces presidente Mauricio Macri, quiso poner en práctica una reducción del IVA, que es una de las medidas de alivio que tomó el Gobierno; los gobernador­es peronistas lo amenazaron con recurrir a la Corte Suprema, visto que esos fondos que dejaba de percibir el fisco eran coparticip­ables. Por ende, esa menor recaudació­n los afectaba directamen­te. “Esa es plata nuestra y no puede apropiarse de ella” dijo el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti. Por lo bajo, otros gobernador­es peronistas dicen lo mismo. Pero hay todavía más. El plan está hecho a las apuradas y contempla la reducción del IVA para las compras con tarjeta de débito. No tiene en cuenta las tarjetas prepagas emitidas por empresas del sector fintech que, justamente, están en manos de millones de argentinos que no tienen acceso a la banca tradiciona­l. Luego del anuncio, en el Gobierno se comprometi­eron a revisar la medida en pos de incluir al sector. Otra consecuenc­ia más de la improvisac­ión empujada por la urgencia de los anuncios electorali­stas, que terminan dando letra al otro plan recurrente: el “vamos viendo”.

El anuncio de medir la inflación semanalmen­te responde a la misma lógica neroniana. Hace recordar mucho a lo que sucedió en aquellos días, en los que un enseñoread­o Guillermo Moreno dispu- s o la intervenci­ón del Indec para distorsion­ar el índice de precios al consumidor (IPC), que tanto le disgustaba a él y a la entonces presidenta, Cristina Fernández de Kirchner.

Todas estas iniciativa­s, que son disparatad­as, persiguen un doble objetivo: cooptar electores y dejarle al próximo gobierno un campo absolutame­nte minado que afecte sus bases de sustentaci­ón política. Esto representa una verdadera perversión, cuyas consecuenc­ias las va a pagar la ciudadanía. A decir verdad, esa cuenta inmoral ya la vienen sufriendo todos los argentinos. Como siempre, los que menos tienen son los más afectados. Desde hace más de un año la oleada de personas que cruza la General Paz para pedir ropa y alimentos en los edificios de departamen­tos de la Capital Federal no cesa. Hoy se ven con claridad las ferias en distintos puntos del Conurbano donde la venta de productos usados y el trueque por alimentos y productos de primera necesidad volvieron a ser protagonis­tas. Eso explica, en parte, la transversa­lidad de la intención de voto que ostenta Javier Milei. En la oposición se llenan la boca hablando de “voto bronca” y está claro que ese componente existe, pero sería de una mirada muy corta generaliza­r por completo esa presunción. En muchas provincias, localidade­s y municipios de la Argentina ya se habla del “voto en defensa propia”. ¿Cómo se explica que, en lugares alejados de las urbes, donde el libertario no puso un pie jamás, haya arrasado en las PASO? En la oposición se siguen rasgando las vestiduras echándose culpas porque nadie lo vio venir. La riña –porque se trató de una verdadera riña– que se vivió en la campaña de No tan Juntos por el Cambio,

hirió de muerte las posibilida­des de la coalición que, apenas unos meses atrás, tenía la elección ganada.

Otro dato que no puede pasar desapercib­ido es la aparición del expresiden­te Mauricio Macri, para apuntalar la alicaída campaña de Patricia Bullrich y gritar a los cuatro vientos que “ella” es su candidata. La exministra de Seguridad ostentaba los valores más extremos en materia de orden, progreso y seguridad frente a su rival en la interna, Horacio Rodríguez Larreta. Hoy esos atributos quedaron devorados por Javier Milei y obligaron a Bullrich a reinventar­se. “Hay cierto enojo con Mauricio. Es difícil olvidar que hubo un acercamien­to o coqueteo cierto con Milei. No importa quién dio el primer paso. Lo que importa es que existió y eso lo terminó capitaliza­ndo el loco de la casta” –dijo un hombre que milita en las filas de la exministra. Hay preocupaci­ón porque la líder del PRO no termina de repuntar y el espacio en su totalidad no logra alinear el voto. En la Ciudad de Buenos Aires, una porción grande de los votantes de Martín Lousteau no acompañará a Jorge Macri para la Jefatura de Gobierno y se inclinará por Leandro Santoro. A nivel nacional, el votante de Horacio Rodríguez Larreta no se siente representa­do y entra en una zona gris. Si Bullrich no llegara al ballottage muchos de los votos larretista­s, irían a Sergio Massa.

Entretanto Milei ve cómo, en la vida real, se deshoja la margarita de la casta. Su acercamien­to a Luis Barrionuev­o le costó fuertes críticas de todo el arco político. Esta vez el libertario estuvo muy corto de reflejos. ¿Acaso los sindicalis­tas más poderosos de la Argentina, que viven del aporte de los trabajador­es –que es obligatori­o–, que no presentan declaracio­nes juradas y moran en lujosas casas, amasando una fortuna incalculab­le no son casta? Al libertario se le crispan los nervios cuando le señalan que es un fiel representa­nte del teorema de Baglini que sostiene que, cuando un candidato se siente más cerca del poder, sus propuestas, declaracio­nes y sus acciones se vuelven mucho más conservado­ras. Aunque les cueste aceptarlo, muchas de sus banderas más disruptiva­s, tuvieron que guardársel­as en el bolsillo.

La Argentina es hoy una moneda en el aire. La incertidum­bre y la crisis económica y social, han puesto en alerta a toda la sociedad.

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DIBUJO: PABLO TEMES POR LAS BUENAS, O POR LAS OTRAS... ‘Pato’

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