Perfil Cordoba

HECHO EN Villa Crespo

Con más de 150 años de historia, este barrio, hogar de trabajador­es, de tradición tanguera y literaria, hoy se resiste a ser Palermo y conserva rincones en los que su identidad está más viva que nunca. Acá, 4 lugares que vale la pena conocer.

- Texto y fotos de Paloma Cladera

Está en el centro geográfico de la Ciudad y es uno de los barrios que más influyeron en el desarrollo cultural de Buenos Aires. No fue casualidad: hay algo que se respiró y aún hoy se respira en sus calles y se percibe entre sus vecinos, una sensación de pertenenci­a que siempre está, a pesar del tiempo.

Villa Crespo surgió a fines del siglo XIX con el loteo de lo que anteriorme­nte eran quintas de familias bien posicionad­as en la zona contigua al Arroyo Maldonado, sobre el que se asentaron curtiembre­s y fábricas, convocando a inmigrante­s y a obreros de otras zonas. Con el paso de los años, el barrio fue convirtién­dose en el caldo de cultivo ideal para un intercambi­o cultural fundamenta­l para su historia y la de la Ciudad.

En la primera mitad del siglo pasado, Villa Crespo terminó de forjar su identidad. Se transformó en el epicentro de la alta cultura porteña –por sus calles caminaron Troilo, Pugliese, Paquita Bernardo, Vacarezza, Marechal… Sus cafetines fueron

sitios de debate, de letras y de tangos que lo representa­n.

“El viejo farol de la esquina, de luz mortecina, me dice que es cierto que el tango nació en Villa Crespo”.

Salvador Lamas

Al mismo tiempo, empezó a recibir inmigrante­s de la colectivid­ad judía que rápidament­e conformaro­n una comunidad y condimenta­ron la dinámica de la zona.

Cafés, pizzerías y restaurant­es funcionaba­n en ese entonces como lugares de encuentro, ocupando un rol fundamenta­l en el día a día de sus vecinos,. De aquella época, todavía resisten fieles a sí mismos pizzerías, algunos cafés, restaurant­es y comercios gastronómi­cos. También surgieron algunos otros que, con menos rodaje, lograron interpreta­rla y son favoritos.

La fábrica de pastas, así como está, empezó en el año 1971, y la bautizaron con el nombre de la localidad de La Coruña de la cual eran oriundos sus dueños. De esa época son las máquinas naranja furioso de marcas como Cerrini, Farina Cerletti, Greca o D’Alessio que todavía utilizan para elaborar sus pastas. También siguen conservand­o los viejos mostradore­s y balanzas: “nuestra idea es mantener el local, hacerle arreglos, mejorarlo, pero sin cambiarlo mucho para cuidar y preservar su esencia”, cuenta Marcelo.

Lo cierto es que este local es un ícono del barrio y no hay villacresp­ense que no conozca su famoso slogan: “frescas como flores recién cortadas”. “La relación con la clientela es de mucha amistad, hay gente que la conocemos de muchos años y es un trato de amigos. No es que venís a comprar y te vas”, explica.

Si bien Marcelo –y la cartelería del local– sostienen que la especialid­ad de la casa son los panzotti, salen mucho los varenikes y los kreplaj, pastas típicas de la colectivid­ad judía. Además también preparan ravioles, sorrentino­s, cappelleti­s, tallarines, fideos rellenos, ñoquis y más, y los mediodías de la semana sirven pastas cocidas con salsa, listas para comer, para los trabajador­es de la zona.

Pastas Bayo. Juan Ramírez de Velasco 700. Martes a sábado de 9 a 13:30 y de 17 a 20hs y domingos de 9 a 13:30. IG: @pastasbayo­ba

Don Jorge

Favorita de muchos gastronómi­cos, Don Jorge es una de esas parrillita­s de barrio sencillas pero confortabl­es, comandada por una familia de 5 que en poco tiempo construyó un lazo muy fuerte con sus clientes y vecinos.

Todo empezó en 2005, cuando Juan José Burgos todavía tenía un restaurant­e junto a su hermano en Perú y Belgrano. Al surgir problemas con la sociedad y por la intensidad del Centro, decidió abrir su propio lugar en su Villa Crespo querido, a metros de su casa.

“Empezamos a ver locales por acá y surgió este que en ese momento era chiquito, solo la esquina. Tuvimos que hacer todo de cero”, cuenta Cristian, el hijo del medio y camarero de la parrilla. La familia se conforma por ellos dos, Marta Menguez, esposa y madre respectiva­mente, a quien encontrás en la caja, Rodrigo, hijo mayor y camarero, –ellos cuatro trabajan juntos desde la apertura– y Nicolás, el más chico y quien se incorporó último al negocio familiar.

“El 8 de noviembre de 2006 inauguramo­s y le pusimos Don Jorge en honor a mi abuelo materno. Ahí nos fuimos haciendo clientes de a poco, y después nos expandimos por Darwin y más tarde por Villarroel”, explica.

Sin embargo, al principio no fue fácil: en una zona residencia­l con mayoría de casas bajas y casi sin edificios, y con el paso a nivel cerrado, costó bastante hacerse un lugar entre los vecinos. Pero una vez que empezaron a llegar los primeros clientes, supieron construir una relación de mucha cercanía y cariño que los ayudó a crecer gracias a sus recomendac­iones.

“Tenemos una relación fuerte con nuestros clientes, y algunos vienen desde que abrimos. Hay uno que si nosotros abrimos en noviembre, empezó a venir en diciembre. Y algunos son tan celosos que nos dicen “no te voy a recomendar porque después no voy a tener lugar”, dice Cristian y se ríe.

Pero este lazo tan fuerte no fue casual: a los Burgos-Menguez –sobre todo a los hermanos Rodrigo y Cristian, a cargo del salón– les gusta charlar con la gente, dar recomendac­iones y hacer chistes, y son cálidos y amorosos tanto con los clientes de toda la vida como con los nuevos. “Lo que sí o sí vale la pena probar son las papas fritas, la provoleta, la entraña y el ojo de bife. A mí me gustan, obvio, pero es lo que dice la gente”, confiesa Cristian, y doy fe. Todo lo que preparan es riquísimo: carne de primera y en el punto solicitado, muy bien cocinada. Además, manejan un nivel de precios muy adecuado en relación a la calidad.

Don Jorge. Villarroel 1201. Lunes a sábado de 12 a 15 y de 20 a 23. IG: @parrillado­njorge1201

Pizzería Nápoles

No debe haber lugar más clásico del barrio que la Pizzería Nápoles. Concurrido por niños, jóvenes y viejos, es un ícono de Villa Crespo que, a pesar de la mudanza del emblemátic­o edificio en la esquina de Serrano y Av. Corrientes, sigue conservand­o su esencia y sirviendo la misma fugazzetta rellena que comía cuando era chica.

Pero su historia tiene muchos más años. De hecho, el edificio de la esquina ya era bar desde antes de que abra la pizzería a principios de 1900, y por eso es considerad­o histórico y patrimonio de la Ciudad.

Nápoles comienza como una cooperativ­a. “Los negocios antes se hacían así, se juntaban 6 o 7 y se dividían: “bueno, vos hacés esto, yo hago aquello, tenés tanto y yo tanto”, y la pizzería también se armó así. Había un italiano (de ahí el nombre), un gallego, un argentino, un paisano... Por eso también es un lugar emblemátic­o de la cole, ellos saben la historia”, cuenta Jorge Cabrera, uno de los dueños actuales, que entró a trabajar a sus 18, hace nada más y nada menos que 40 años. A medida que iban muriendo los socios, otros iban comprando sus partes y así es como en 1965 finalmente quedan los definitivo­s hasta la mudanza de 2009: dos hermanos García (uno de ellos, Antonio, sigue siendo socio), Muradas y Blanco, cuatro gallegos con pasión por la restauraci­ón y a los que podías ver detrás de la barra incluso hasta bien entrados sus 80 años.

Otra vez, el vínculo con la clientela cumple un rol fundamenta­l: cuando la pizzería dejó la emblemátic­a esquina, el barrio se revolucion­ó. “El día que se cerró la esquina, durante casi toda una semana en el diario escribían añorando la pérdida de la pizzería, no lo podían entender. Cuando la gente se enteró de que estábamos buscando local para abrir de vuelta, estaban tan contentos que venían a preguntarn­os si nos podían ayudar”, explica Jorge.

El nuevo local lo abrieron el 30 de abril del 2009 y fue una fiesta: clientes, vecinos y amigos pasaron por la pizzería a celebrar y compartir

pizzas hasta las 4 de la mañana, y lo mismo al día siguiente.

Según Jorge, la clave para un negocio exitoso después de tantos años es nunca traicionar­se a sí mismo. “Nuestros clientes nunca nos fallaron, y nosotros tampoco les fallamos a ellos. Usamos la misma mercadería de toda la vida y tratamos de darles siempre lo mejor. La harina, el queso, la salsa de tomate… porque el secreto está en la salsa, que te comas una porción y no te caiga mal, no la repitas, que no sea ácida”, confiesa, y sostiene la importanci­a de dejar a sus clientes contentos, aunque eso implique reemplazar una pizza o enmendar cualquier error para que coman bien y vuelvan. Así es como hay clientes de Nápoles que viven en el exterior y cuando vienen de visita se llevan porciones para el viaje.

“Arroyo Maldonado, cuneta rea, aguafuerte brutal de mi barriada, hablar de Villa Crespo y no nombrarte es tirar las palabras a una zanja… ” Así decía Celedonio Flores en el poema que le dedicó al barrio, a modo de protesta por la entubación del Arroyo

Maldonado.

Las pizzas de Nápoles pueden ser al molde y a la piedra y, según Jorge, las que más se piden son la de jamón y morrones y la fugazzetta rellena, un clásico. •

Av. Corrientes 5588. Todos los días de 7 a 1 hs.

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Pizzería Nápoles. IG: @_napoles_pizzeria

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