ENTRE UN NUEVO DIOS Y EL APOCALIPSIS Esa tan humana inteligencia artificial
La inteligencia artificial (IA) es un hecho técnico avanzado, a la vez un fenómeno cultural que despierta el interés de los usuarios, la profusión de publicaciones especializadas y artículos sobre el tema; y las expectativas y creencias que su presencia suscita. Como el viento incesante del tiempo, es innovación que desconoce la quietud. Y a pesar de los temores y profecías, no entonará ningún canto salvador, pero tampoco destruirá a su contradictorio creador. Lo transformará.
SESTEBAN IERARDO* iempre pensamos que la inteligencia es una de las cosas que nos distinguen como especie. Y un buen día, despertamos a la realidad de que es también una condición de las máquinas, las máquinas computacionales, por su habilidad para imitar capacidades hasta ahora, solo propias del humano. La llamada inteligencia artificial débil ya era una realidad cotidiana. Todo lo referido a servicios online, internet y el buscador de Google, las aplicaciones, el propio funcionamiento de las computadoras. Pero, ahora, la máquina es capaz de pensar. O, más exactamente, de simular razonamientos, la comprensión del lenguaje y el habla. Y generar textos, imágenes, canciones, o traducciones de distintos idiomas, a pedido. O la clonación de la voz. El camino de lo que muchos, no todos, llaman inteligencia artificial fuerte, general, o generativa.
La inteligencia artificial (IA) es, en principio, un hecho técnico avanzado. Y a la vez, un fenómeno cultural. La IA fuerte despierta el interés de los usuarios, la profusión de publicaciones especializadas y artículos sobre el tema; y las expectativas y creencias que su presencia suscita. El fenómeno cultural de la IA estalla con la aparición, en enero de 2023, del bot de charla o bot conversacional (en inglés, chatbot), de la empresa Open AI, radicada en San Francisco, y dirigida por Sam Altman. El ya popular ChatGpt. En pocos días, millones de personas acudieron al nuevo prodigio.
El software de estos bots simula una conversación con una persona mediante respuestas automáticas y el procesamiento del lenguaje natural. En realidad, esto tiene un importante antecedente: el primer bot fue Eliza, diseñado en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), entre 1964 y 1966, por Joseph Weizenbaum.
El uso del ChatGPT, y de otras inteligencias artificiales, como Bing de Microsotf, o Bard de Google, se funden con una inabarcable bibliografía sobre Inteligencia Artificial. Para confirmar esto, basta con acudir a la web del periódico español La Vanguardia, con, actualmente, más de cien publicaciones sugeridas sobre la temática. Los autores de este ingente universo de libros proceden, por ejemplo, de la ingeniería informática, la computación, las matemáticas, la programación y la ciencia de datos, la robótica, la psicología cognitiva, o la filosofía de la mente.
Esos autores son muchos. Aquí solo mencionaremos a Stuart Russell y Peter Norvig, y su Inteligencia artificial, un enfoque moderno (2004), usado en más de 1.100 universidades en todo el mundo; el texto estándar en el campo de la inteligencia artificial; muy recomendable como introducción su capítulo uno, y su capítulo veintiséis sobre los fundamentos filosóficos de la IA; Ian Goodfellow, Yoshua Bengio y Aaron Courville, y Deep Learning (2016), referencia importante en aprendizaje profundo, rama de la IA; Nick Bostrom, Superinteligencia: caminos, peligros, estrategias (2014); o la visión más crítica del científico en computación Erik Larson, sobre el que luego volveremos, en El mito de la Inteligencia Artificial. ¿Por qué las máquinas no pueden pensar como nosotros lo hacemos? (2022).