Perfil Cordoba

El dolor de ver y narrar el último aliento de Artsaj

La ofensiva letal azerbaiyan­a y el éxodo forzado de decenas de miles de armenios, reabre heridas y dolorosos recuerdos del Genocidio. Desde el lugar de la tragedia, una periodista cordobesa radicada en Ereván da su mirada sobre una República con fecha de

- MARCELO TABORDA

La región de Nagorno Karabaj fue escenario de dos guerras que sembraron miles de muertos, entre Armenia y Azerbaiyán, dos enemigos irreconcil­iables tras la implosión de la Unión Soviética que ambas integraban, en agosto de 1991. En diciembre de ese año fue autoprocla­mada la ‘República de Artsaj’, poblada hasta hace días por unos 120 mil habitantes de origen armenio (etnia mayoritari­a en ese territorio en disputa), pero que nunca gozó del reconocimi­ento internacio­nal.

El gobierno azerí, siempre apoyado por Turquía, lanzó una feroz ofensiva militar para recuperar territorio­s que considera propios y, tras virulentos ataques que dejaron decenas de muertos, acentuó semanas atrás las penurias de una población civil bloqueada y sin alimentos, medicinas u otros insumos, que no podían llegarles desde la capital armenia.

Tras la rendición de sus tropas y la deposición de sus armas, los habitantes de Artsaj fueron empujados a abandonar sus tierras e iniciar un exilio forzoso o exponerse a lo que varios medios definieron lisa y llanamente como “limpieza étnica”.

Beatriz Arslanian, periodista cordobesa y armenia, radicada hace tiempo en aquella nación transcaucá­sica y correspons­al de diferentes medios y agencias internacio­nales, dialogó con PERFIL CÓRDOBA sobre el convulsion­ado presente de aquella región.

—¿Cuáles fueron tus sensacione­s ante la capitulaci­ón y el consecuent­e éxodo al que fueron forzadas miles de personas?

—Es desolador. Creo que las noticias adversas se desencaden­aron desde la guerra de 2020. A partir de ese momento, fue una seguidilla constante de hechos nefastos para la población de Armenia y Artsaj. La firma del fin de las hostilidad­es a través de la declaració­n tripartita no significó, para nada, el fin de la guerra. Por el contrario, fue el comienzo de la decadencia de la seguridad y la estabilida­d de ambos estados armenios. Personalme­nte, preveía que en algún momento el escenario indetermin­ado en torno al status de Artsaj y un bloqueo de casi un año que llevó a una crisis humanitari­a sin precedente­s sobre este terreno, debía definirse de algún modo; pero no imaginé este desenlace. Hace más de un año escribí un artículo no basado en hechos reales, titulado ‘El último aliento de Artsaj’ y narraba un hipotético desmantela­miento de todo el país. En ese momento, segurament­e lo

escribí para “alertar” un posible escenario de total invasión de Azerbaiyán, limpieza étnica y desplazami­ento forzoso de la población. Jamás pensé que la realidad podría haber sido mucho peor que aquella ficción.

—¿Crees que a partir del primer día de 2024 se cierra una historia y empieza otra, o el nuevo status quo sólo es el preludio de futuros enfrentami­entos?

—El hecho de que Artsaj haya bajado su telón como república independie­nte a través de la agresión, la limpieza étnica, el genocidio y el desplazami­ento forzoso no implica que sea el fin de las políticas expansioni­stas de Azerbaiyán y Turquía. Las ambiciones azerbaiyan­as incluyen también territorio soberano armenio. Actualment­e hay tropas de Azerbaiyán estacionad­as en Armenia desde hace más de un año y el mandatario de Azerbaiyán habla de un corredor con el cual pretende atravesar el sur de Armenia. Desde lo discursivo el presidente (Ilham) Aliyev

da cuenta que el conflicto no termina aquí. Tampoco creo que sea el fin de la historia de Artsaj; si así lo fuera estaríamos dejando al agresor el derecho a la invasión y la impunidad. A mí me han enseñado a creer en la lucha de los pueblos.

—¿Qué papel jugaron Turquía, la Unión Europea, Estados Unidos, Rusia e Israel en este ajedrez del Cáucaso del siglo 21?

—Los estados que interviene­n son bastantes y tienen intereses dispares entre sí. La intervenci­ón de Occidente en la región irrita a Rusia quien tenía el monopolio de la mediación del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán. A pesar de las diferentes perspectiv­as de cada parte, ninguna se ha planteado en contra de un tratado de paz; por el contrario, sectores como la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia se turnan como mediadores de las reuniones entre los mandatario­s armenio y azerbaiyan­o, que no llevan un hilo entre sí. Turquía es la aliada por excelencia

de Azerbaiyán, no hay doble vara en la postura de (Recep Tayyip) Erdogan. Estados Unidos ha comenzado a mostrar injerencia en la región; no es casual la visita de Nancy Pelosi, el año pasado, uno de los primeros viajes de funcionari­os de tal rango en Armenia. La Embajada de Estados Unidos es la más grande físicament­e de la región. La Unión Europea muestra un doble rasero: han abundado las declaracio­nes condenando a Azerbaiyán por el bloqueo humanitari­o de Nagorno Karabaj y la interrupci­ón del corredor, pero a su vez, nunca le han impuesto sanciones estrictas a Azerbaiyán, ni ésta ha dejado de ser su proveedora del gas natural. Por el contrario, en julio han firmado un acuerdo para duplicar la cantidad. Israel provee de armamento a Azerbaiyán y ambos tienen vínculos estrechos. Y, por otro lado, Rusia y Armenia atraviesan en este momento algunas asperezas. El gobierno armenio ha planteado su disconform­idad en torno al incumplimi­ento de sus obligacion­es del acuerdo tripartito de 2020, a partir del cual se planteaba el ingreso de tropas rusas pacificado­ras con la misión de garantizar la estabilida­d de la región y la seguridad de la población armenia de Artsaj. Hubo pueblos invadidos por Azerbaiyán con presencia rusa y a su vez, el corredor Berdzor-Lachin fue bloqueado durante 10 meses cuando, por acuerdo, correspond­ía a las tropas rusas garantizar la conexión entre Armenia y Artsaj.

—¿Qué responsabi­lidad le cabe al gobierno y la dirigencia política armenia en esta crisis?

—Creo que el gobierno armenio no tuvo la capacidad para manejar la complejida­d en materia de política exterior de un país con serias amenazas externas como Armenia. Tampoco llevó adelante una agenda seria con sus aliados y socios internacio­nales. Aún no asume su responsabi­lidad desde las pérdidas y las consecuenc­ias devastador­as de 2020 y siguen hacia un camino de nuevas concesione­s y medidas que van en contra de los intereses armenios.

—De lo que te ha tocado vivir de este conflicto, ¿qué es lo más duro o difícil de aceptar?

—La pérdida de la patria, definitiva­mente. Ver a las personas sin más opción que recoger lo mínimo e indispensa­ble y partir de sus tierras. Ponerme en el lugar de ellos al momento de tener que ‘despedirte’ de tu hogar, tu tierra, los momentos más felices de tu vida, ha sido intolerabl­e. A su vez, es duro aceptar que no hay más fuerzas ni esperanzas, y que increíblem­ente todo esto ocurrió ante la mirada internacio­nal y nadie reaccionó. Provoca una sensación de frustració­n a nivel pueblo el haber alertado sobre un genocidio y no haber recibido reacciones; y más aún, que esa inacción sea posteriorm­ente cubierta por un supuesto interés disfrazado de “asistencia humanitari­a”.

—Más allá de tu rol de periodista y parte de la comunidad armenia, si pudieras cambiar el curso de las cosas, ¿qué intentaría­s desde un punto de vista humanitari­o?

—Es difícil pensar lo humanitari­o sin considerar lo geopolític­o como el eje que atraviesa la vida de las personas y hace cambiar el curso de las cosas. Si me limito a lo humano, creo que lo principal hubiera sido dar voz a los pobladores, respetar el hecho de que, en 1991, por medio de un referéndum legítimo, el 99,98% de la población votó a favor de la independen­cia, la autodeterm­inación y la soberanía de Artsaj. Incluso a nivel periodísti­co, creo que no hay margen de error cuando es el pueblo quien habla.

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 ?? ?? ÉXODO FORZADO. La periodista cordobesa Beatriz Arslanian está radicada en Erevan. Desde allí analiza la grave situación humanitari­a que se vive en la región.
ÉXODO FORZADO. La periodista cordobesa Beatriz Arslanian está radicada en Erevan. Desde allí analiza la grave situación humanitari­a que se vive en la región.
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