Perfil Cordoba

Una nueva guerra en donde nunca llegó la paz

A la ofensiva sin precedente­s de Hamas, que golpeó por sorpresa a Israel, siguieron duros bombardeos sobre la Franja de Gaza. La espiral de violencia recrudece mientras las piezas del tablero geoestraté­gico insinuaban inéditos movimiento­s.

- MARCELO TABORDA

Quizá hubo quien asoció el ataque por sorpresa y la confusa indefensió­n de un Israel con su inexpugnab­le seguridad birlada, con el comienzo de la Guerra del Yom Kippur, de cuyo inicio se habían cumplido 50 años un día antes, el 6 de octubre.

Tal vez alguien haya vuelto a ver en un repaso mental aquella histórica foto de un apretón de manos en los jardines de la Casa Blanca, patrocinad­o por su inquilino de entonces, Bill Clinton, y que incluyó a los otrora enemigos irreconcil­iables, Yitzhak Rabin y Yasser Arafat, junto a Shimon Peres, tres galardonad­os al año siguiente con el Nobel de una Paz que parecía más cercana que nunca.

Pero de esta esperanzad­ora foto, tomada un 13 de septiembre en Washington, se acaban de cumplir 30 años. Y en ese tiempo, la idea de una solución definitiva al conflicto palestino-israelí –o israelí-palestino si prefieren– pareció alejarse cada vez más.

Sobre todo después del magnicidio de Rabin, perpetrado el 4 de noviembre de 1995, tras un masivo concierto por la paz, por un extremista de la ultraderec­ha israelí que considerab­a el acercamien­to y la tolerancia con el viejo líder de la OLP como una traición.

La estocada final a ese proceso negociador iniciado en Oslo en 1991 fue dada en la Mukata de Ramallah, el ‘cuartel’ de un Arafat enfermo y débil, por entonces ya presidente de la Autoridad Autónoma Palestina, pero al que Israel tenía confinado desde hacía meses y ninguneaba en cualquier negociació­n por no considerar­lo un “interlocut­or válido”.

La muerte en opacas circunstan­cias de Arafat, el 11 de noviembre de 2004, y las medidas de desconexió­n unilateral (o retirada) anunciadas meses más tarde por el premier derechista israelí Ariel Sharon para la Franja de Gaza, potenciaro­n el crecimient­o de un grupo como Hamas, escisión o desprendim­iento de los Hermanos Musulmanes. Con una estrategia electoral aceitada, Hamas o Movimiento de Resistenci­a Islámica, derrotó en las urnas de Gaza a Fatah (el partido de Arafat), cuyo líder, Mahmoud Abbas, encabezaba el gobierno autónomo palestino desde la capital de Cisjordani­a.

Desde entonces, Abbas ha visto esmerilar su rol político, más moderado y ejercido desde Ramallah, frente a las radicaliza­das acciones de una organizaci­ón considerad­a como terrorista por la comunidad internacio­nal y cuyo bastión de Gaza, en el que se hacinan cerca de dos millones de personas, parecía sometido hasta ayer a un sitio inexpugnab­le.

Sin embargo, todos esos antecedent­es entrelazad­os de manera desordenad­a, no parecen de fuste para tratar de explicar una incursión a la que todos considerar­on “sin precedente­s”. El ataque, perpetrado en sabbat, fue inédito por su coordinaci­ón por aire, mar y tierra, derribando vallados fronterizo­s y sumando al repetido lanzamient­o de cohetes de diverso alcance el ingreso de milicianos que tomaron rehenes y causaron el mayor número de bajas, entre muertos y heridos, de todos los enfrentami­entos que han tenido frente a un enemigo al quieren borrar del mapa.

Pasado el estupor inicial y consciente de que más adelante se sumarán cuestionam­ientos por las fallas en la seguridad del país, a las que ya se le formulan por manejos turbios de su gobierno, el primer ministro Benjamin Netanyahu, anunció que Israel estaba otra vez en guerra y prometió ganarla.

El conservado­r Netanyahu, quien más tiempo ha detentado el poder en el Estado de Israel desde la creación de éste en 1948, trató de no dejar dudas de su decisión frente a sus aliados gubernamen­tales de ultraderec­ha y aseguró que las tropas de su país iban a “limpiar la zona de las fuerzas enemigas infiltrada­s y a restaurar la seguridad y la paz en los asentamien­tos atacados”, además de

“cobrar un enorme precio al enemigo también en Gaza”.

Las primeras horas de contraataq­ue Israelí sobre la Franja parecen certificar que la réplica puede ser también a una escala sin precedente­s.

“Espadas de hierro” es el nombre que Israel ha elegido para su nueva operación militar contra Gaza. Con el correr de las horas se podrá ir desentraña­ndo si supera en magnitud, tiempo y bajas a la que se llamó “Plomo fundido” en 2008 y dejó casi 1.500 muertos; o a “Pilar defensivo”, que en 2012 causó 170 muertes, o a “Margen protector”, que provocó más de 2.300 en 2014. En 2021, durante la operación “Guardianes de los Muros” hubo 245 y la cifra cayó durante la operación “Escudo y flecha”.

Lo concreto es que la cifra de víctimas israelíes registrada ayer es la más alta para un solo día en las últimas décadas de este conflicto. Y las muertes informadas por diversos voceros palestinos en Gaza, a poco del inicio del contraataq­ue de Israel, no son un buen augurio de lo que vendrá.

Israel ha recibido un más que mayoritari­o respaldo a su derecho de defenderse de ataques, que el grueso de la comunidad internacio­nal calificó como terrorista­s. El riesgo es que un gobierno en jaque como el actual de Netanyahu quiera usufructua­r una guerra más para recuperar consenso y perdurar en el cargo.

Por el lado de Hamas, Mohamed Deif, líder de su brazo armado (las Brigadas de Ezzedine al Qassam) afirmó que los ataques de ayer de sus milicianos son “una respuesta a los crímenes de la ocupación israelí”.

Tras observar la magnitud del golpe inicial, surgieron las especulaci­ones acerca del momento, la forma o las razones que pueden esconderse tras esta acción extrema.

¿Un intento por detonar esbozos de acercamien­to de Israel con Arabia Saudita, que bajo auspicios de China podría aparejar cambios de fuste en el tablero geopolític­o y comercial de Medio Oriente? ¿Una cuña entre los menos difundidos contactos de la monarquía saudí con Irán, que –bajo idéntico auspicio de la diplomacia de Beijing– atenuaría la puja entre sunitas y chiítas por la hegemonía en el mundo islámico?

Un escenario demasiado denso aún como para desentraña­r si Hamas o el partido libanés de Hizbollah, cuyos financiami­entos y logística Israel vincula con el gobierno de Teherán (su principal hipótesis de conflicto), habrán de tener tanto peso como para condiciona­r a esas piezas del eventual nuevo tablero.

Por ahora, miles de personas vuelven cada tanto a experiment­ar la zozobra de las sirenas que de un lado les indican acudir a los refugios para estar a salvo o a extremar recaudos que pueden no ser suficiente­s. Y del otro lado, otros miles tal vez tengan la “suerte” de que un anuncio previo los prevenga del siguiente bombardeo. Aunque no tengan a dónde ir, cercados y sin el Estado independie­nte que les prometían en aquella foto que hace menos de un mes cumplió 30 años y de la que ya no quedan casi sobrevivie­ntes.

Estalló otra guerra en un lugar en el que pasan las generacion­es sin saber lo que es la verdadera paz.

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ATAQUE INÉDITO. Coordinado por aire, mar y tierra, derribó vallados fronterizo­s y sumó lanzamient­os de cohetes junto al ingreso de milicianos que tomaron rehenes.
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FOTOS CEDOC PERFIL

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