¿Darle vida a un libro es igual que dar vida a un pueblo entero?
La Companyia Hongaresa de Teatre ya cumplió veintiocho años de existencia y la conforman Lola López, Paco Zarzoso y Lluïsa Cunillé. Luego de presentarse en el Festival Internacional del Mercosur en Córdoba preparan un estreno aquí, en Buenos Aires. Desde el 14 de octubre a las 17.30, se podrá conocer El apocalipsis del soñador, en coproducción con la Compañía Argentina Malón Teatro, que dirige Gabriel Fernández Chapo, quien también es el autor de la obra. Las funciones se repetirán siempre los sábados a las 17.30 en el Abasto Social Club (Yatay 666).
—¿En qué consistió la coproducción de Malón Teatro (Argentina) y la Compañía Hongaresa de Teatro (España)?
—GABRIEL GONZÁLEZ CHAPO: Con la Hongaresa nos conocemos hace años y tenemos muchas afinidades estéticas e ideológicas. Hicimos una primera colaboración con el espectáculo La mujer del anatomista, que contaba la historia del Doctor Pedro Ara, quien conservó el cuerpo de Eva Perón. Gracias al apoyo de Iberescena, pudimos organizar este año un nuevo trabajo en conjunto, generando cruces e intercambios en todas las instancias. Trabajé en la dramaturgia de El apocalipsis del soñador con la supervisión de Paco Zarzoso. Armamos un elenco y un equipo técnico-artístico argentino y pudimos gestionar que la compañía Hongaresa de Teatre viniera a la Argentina durante un mes para trabajar en el montaje. Lola López se encargó de la dirección de actores y con Paco Zarzoso asumimos la codirección general y la puesta en escena.
—¿En qué consistió la supervisión dramatúrgica de “El apocalipsis del soñador”?
—PACO ZARZOSO: Fue un
trabajo a fuego lento. Después de que Gabriel me plantea la colaboración y el punto de partida, fuimos trabajando sobre la estructura, los personajes, la historia y la atmósfera. Luego Gabriel empezó a dialogar y me iba pasando cada escena y le hacía una de
volución de lo trabajado. Ayudó que yo ya había trabajado hace años en un documental sobre esa extraña aventura de Blasco Ibáñez, en Río Negro y Corrientes. De hecho, viajé a los lugares donde Blasco soñó con esas colonias agrícolas…
—¿Cómo conociste la his
toria del escritor Vicente Blasco Ibáñez? Y cómo fue trasladar a una persona que existió a una ficción teatral…
—G.CH.: Es un escritor que he leído en mi adolescencia. Me trajo tanto su calidad literaria como su carácter vitalista. Hace años en un viaje por la provincia de Corrientes, me volví a encontrar con su historia. Me documenté sobre el gran proyecto del escritor de fundar una colonia en la provincia de Corrientes (Argentina) en 1910. Centenares de valencianos siguieron al escritor en esta aventura y cruzaron el océano para emprender el desafío de crear una comunidad agrícola modelo, con nuevas formas y medios de organización. Me interesó indagar desde la ficción ese desafío: ¿dar vida a un libro es igual que dar vida a un pueblo?, ¿se sueña igual en las novelas que en la realidad?
—¿Cuál es el secreto para mantener una compañía durante tantos años?
—P.Z:
Imagino que una pasión y necesidad compartida por parte de los integrantes de seguir haciendo teatro. El gran equipo humano, artístico, técnico y de gestión que nos va acompañando y que seguimos disfrutando con nuevos retos en cada obra que estrenamos… y que no nos aburrimos…