Desesperanza
La portada del libro ‘Lecturas de economía en tiempos del kirchnerismo’, de Javier Milei, es una adaptación del ‘Grito de Munch’. Las cuatro versiones de la icónica obra del noruego simbolizan al hombre en una circunstancia de angustia y desesperación; en ese estado hemos vivido los liberales, durante los últimos 20 años, ante una política económica nefasta.
El lunes pasado, Javier Milei fue entrevistado por el periodista Eduardo Feinmann: lo que expresó, dejó entrever cuál de las cinco alternativas de dolarización (que dice tener) va a utilizar y, así, colaboró con el recalentamiento del mercado de cambios. Ahora dijo que para la fase uno conseguirá fácilmente US$ 30.000 millones, ya que dada la paridad del 25% de la deuda pública, hay muchos interesados en un ‘hit and run’ del 100%: esto implica que el valor nominal de los bonos a emitir para conseguir esos 30.000, será de US$ 120.000 millones. Agregó a esta intención ruinosa, su aseveración anterior en el sentido de que "cuanto más alto esté (el dólar), es más fácil dolarizar". Aunque no lo diga con claridad, el método que el economista ya está usando garantiza una hiperinflación y, con la licuación consecuente de la deuda del BCRA, la de los depósitos en pesos del sistema financiero de los que queden, ya que la ‘corrida’ está presente.
Cuando escribí apoyando la dolarización, me basé en lo que el Dr. Emilio Ocampo había declarado a los medios: la propuesta era constituir un fideicomiso financiero avalado (en el exterior) con el activo ilíquido y el pasivo en títulos emitidos por el Banco Central. Ese fideicomiso tendría un valor indeterminado (aunque positivo por la garantía especial) y se encargaría de rescatar la base monetaria y el pasivo en títulos del citado BCRA: todo indica que, pese a la experiencia y antecedentes laborales de Ocampo, esa ingeniería no es factible; al final, Ocampo siendo un economista teórico, lució tan imaginativo como cuando se desempeñó como historiador.
Hace algunas semanas, entrevisté a un referente económico de Juntos por el Cambio: quedé desencantado cuando me confió que lo que piensan hacer es licuar el pasivo del BCRA “a la chilena”, esto es básicamente, a golpes devaluatorios inflacionarios. Cuando en 1975, los ‘Chicago boys’ ingresaron a manejar la economía trasandina, la inflación era del 390% anual y solo se vio un índice decente (del 30%) en 1979: fueron cuatro años de penuria.
Nadie puede razonablemente esperar que se salga del pantano sin un ajuste doloroso: no obstante, la alternativa a la hiperinflación, que es un duro shock de ajuste fiscal y monetario (que incluya la liberalización del mercado de cambios), no parece estar en los planes de ninguno de los futuros presidentes.
Tanto JPC como los libertarios estarían pensando que tendrán más chances de llegar a las reformas importantes luego de que la inflación pulverice la deuda pública: opino que es temerario correr el riesgo del desgaste hiperinflacionario por un período prolongado. Es a todas luces preferible cortar de cuajo con el gasto y la emisión: an en ese caso, y, por el ajuste de los precios atrasados, habrá un golpe breve de inflación, con el daño consecuente.
Aunque, el equipo económico de Patricia Bullrich pueda optar finalmente por un ataque más agresivo al caos monetario, el estado de desesperanza que inmortalizó Edvard Munch en su obra, subsiste en el ánimo de este cronista, más aún, cuando, en el reportaje referido y en su afán de mostrar erudición, Milei llamó a la pintura del noruego, “El grito de Wash”.