Perfil Cordoba

La Posargenti­na

Gane quien gane, algo se rompió en las lógicas políticas de la Argentina profunda.

- CARLOS DE ANGELIS* *Sociólogo @cfdeangeli­s.

Probableme­nte la única coincidenc­ia entre los votantes de las cinco opciones que se presentan este domingo histórico es que Argentina necesita un cambio de curso.

Agotamient­os. Las demandas de cambio crean enormes presiones en términos sociales, políticos y por supuesto económicos, sobre todo porque no existe un acuerdo sobre qué modelo de país sería deseable, tensionado sobre la dicotomía mercado-Estado.

El proceso electoral y la interpreta­ción de los resultados deben enmarcarse en los cambios producto de la última década.

El Fabregazo fue la devaluació­n realizada en enero de 2014, durante el segundo gobierno de Cristina Kirchner. Esta depreciaci­ón de la moneda de “apenas” un 15% marcaba el agotamient­o del modelo kirchneris­ta de redistribu­ción del ingreso. Este malestar tendría su expresión política con el triunfo de Mauricio Macri dos años después. Las clases medias y medias bajas se embarcaban en una nueva ilusión con el ingeniero, que venía de “afuera de la política”. Macri y Prat-Gay no dudaron en unificar el mercado cambiario en el valor del dólar blue de la época, lo que significó una inflación de casi el 35% en 2016.

El proceso macrista traía dos componente­s: uno despolitiz­ador, tras doce años de kirchneris­mo, y el otro el intento de hacer las reformas de modo gradualist­a. El eje conceptual se basó en que el país iba a crecer a mayor velocidad que el gasto público. Aunque esto no ocurriría, la inflación de 2017 bajaba al 25%, lo que valió el triunfo del macrismo en las elecciones de medio término. Sin embargo, ya el formato económico se tornaba en forma recesiva impulsado por la quita de los subsidios a los servicios públicos. El PBI caería 2,6 puntos en 2018 y 2 en 2019. También la reforma de la fórmula jubilatori­a (bajo las famosas “toneladas de piedras en el Congreso) marcaba el divorcio entre Macri y su base social.

Volver. La nostalgia de los años dorados del kirchneris­mo premió a la inusual fórmula presidenci­al organizada por Cristina, que se colocaba como vicepresid­enta –y cuyo mandato languidece el 10 de diciembre– con el 48% de los votos. Sin embargo, lejos de la recuperaci­ón esperada, se profundiza un fenómeno relativame­nte novedoso en Argentina que se instala a partir de 2017: el salario promedio de la economía formal se comienza a atrasar, tanto en pesos como en dólares, perdiendo obviamente capacidad de compra.

Muchos trabajador­es formales comienzan a ser pobres contra la canasta familiar que elabora el Indec, proceso que no se detuvo hasta el presente, lo que genera un invisible desaliento social, la timba financiera parece más atractiva que tener un trabajo.

En forma conducente, la cantidad de trabajador­es registrado­s se estanca, lo que lleva a que la mayoría de los jóvenes que se sumen en el mercado laboral lo harán sin los beneficios de la “antigua” relación de dependenci­a: aguinaldo, vacaciones pagas, obra social. Los añorados derechos laborales pasan a ser piezas de museo. Entre estos jóvenes aparece un descontent­o contra el Estado y su dirigencia política.

Este enojo da claras señales en 2021, cuando el gobierno pierde casi un 40% de su electorado. La señal fue olímpicame­nte ignorada en medio de las internas entre el Presidente y la vicepresid­enta. La novedad es que tampoco la oposición centrada en Juntos por el Cambio supo transforma­r el triunfo electoral en fortaleza política, enfrascado­s en su propia interna de Patricia Bullrich contra

Horacio

Rodríguez Larreta. Mientras tanto, una nueva fuerza constituid­a en espejo en CABA y PBA (La Libertad Avanza y Avanza Libertad respectiva­mente) obtiene casi 1.300.000 votos.

El Estado como elefante. El discurso antiestata­l tiene larga data en Argentina, pero nunca había logrado generar un espacio político de peso dentro de las reglas de la democracia electoral.

En una de sus mejores performanc­es, en 1989, Álvaro Alsogaray, con la Unión del Centro Democrátic­o (Ucedé) obtenía el 7,2% de los votos. Esa estructura política sería absorbida por el menemismo a la vez que generaba una camada de cuadros políticos, la mayoría incorporad­os al peronismo. Unos años antes, Alberto Albamonte se paseaba encima de un elefante por el barrio porteño de Belgrano para expresar el Estado elefantiás­ico.

Javier Milei lleva este discurso hacia el extremo, pero con un giro novedoso: ir contra la “casta política”, expresión de una dirigencia política enquistada en el poder. La nueva propuesta tiene unos componente­s muy ideologiza­dos, incluso algunos completame­nte enfrentado­s al sentido común cotidiano, a diferencia del macrismo, siguiendo las enseñanzas de Murray N. Rothbard, padre fundador del anarcocapi­talismo.

Curiosamen­te, a Rothbard en los años 60 se lo asoció con la izquierda por su oposición a la Guerra de Vietnam. En 1971 fundaba el Partido Libertario en los Estados Unidos. Gary Johnson, en 2016, sacó en la elección presidenci­al el 3,3% en la misma elección que ganaba Donald Trump con el 46% de los votos. En la elección siguiente, Jo Jorgensen obtenía apenas el 0,18%, la base libertaria se volcaría masivament­e a apoyar a Donald Trump.

Sin embargo, es engañoso pensar que los votantes de Javier Milei en Argentina suscriban (o al menos conozcan) al ideario libertario. Muchos de ellos demandan lo mismo que le demandan al político peronista: que el hospital público funcione bien, o que haya clases en la escuela pública sin los paros continuos.

Final de partida. Termine como termine el proceso electoral, gane quien gane, algo se rompió en las lógicas políticas de la Argentina profunda. Pero las experienci­as mundiales exitosas de reconstitu­ción del entramado social (que no son muchas) requiriero­n más que el dominio absoluto del mercado o la planificac­ión centraliza­da: se lograron con un Estado con capacidad de regulación, es decir, el poder establecer reglas legítimas y lograr su cumplimien­to. La democracia argentina reciente tuvo dos largos períodos (1983-2001 y 2003-2023), el primero del consenso obligado (la reforma constituci­onal es la prueba viva de la etapa) y el segundo de la polarizaci­ón profunda (kirchneris­mo-antikirchn­erismo). Delante de nuestros ojos se abre una nueva fase de ribetes desconocid­os.

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PESADILLAS DIBUJO: PABLO TEMES

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