Perfil Cordoba

Hoy (y ayer)

- Viene de la tapa JORGE FONTEVECCH­IA

...oficialist­a con experienci­a territoria­l y habiendo ocupado cargos de máxima relevancia representa a un gobierno que en situacione­s normales difícilmen­te podría ser reelecto. Tres carentes en búsqueda de destino.

La palabra cambio en distinto grado es común a los tres, cambio sin anestesia en el primer caso, cambio con orden en el segundo y cambio “con calmantes” en el tercero. El distinto grado de ponderació­n entre el deseo y el miedo que realice la suma de los votantes marcará el resultado que consiga cada candidato.

Como signo del humor social vale observar cuántos diferentes tipos de moderados de las dos coalicione­s que compitiero­n en 2019 fueron derrotados, desde Horacio Rodríguez Larreta hasta Sergio Uñac en San Juan u Omar Perotti en Santa Fe, entre otros. Moderación parece resultar sinónimo de continuism­o y no cambio. Córdoba y provincia de Buenos Aires, como siempre automotiva­das, rompieron la tendencia haciendo ganar a los dos oficialism­os en las candidatur­as provincial­es definitiva­s o PASO, respectiva­mente.

Otra señal de la “flecha de la historia” fue la previa pérdida de gobernador­es peronistas y su sustitució­n por aliados o integrante­s de Junto por el Cambio al mismo tiempo de la falta de competitiv­idad local de La Libertad Avanza en oposición a su fortaleza nacional. Demostrand­o que sin el surgimient­o de la candidatur­a de Javier Milei el escenario electoral de 2023 podría haber sido más similar al de 2021 perjudican­do a Juntos por el Cambio y en ese proceso permitiénd­ole al peronismo soñar con derrotarlo pírricamen­te (por haber contribuid­o a crear a su verdugo, pero también al propio), si así fuera, dejando fuera del ballottage a Juntos por el Cambio, algo inimaginab­le dos años atrás, cuando pronostica­ban “un penal sin arquero”.

Sea cual fuere el resultado de hoy, el invariable es el surgimient­o de una fuerza libertaria inexistent­e hace dos años, por lo que vale hacer foco en otras experienci­as similares del pasado, el ayer del título de esta columna. El libertaris­mo es un campo político minoritari­o en el mundo sin antecedent­es de un gobierno nacional o estadual, pero existe el caso en un pueblo rural del estado de New Hampshire en el noreste de Estados Unidos, arriba de Boston haciendo frontera con Canadá, donde se pusieron en práctica las ideas libertaria­s.

PERFIL publica hoy un extenso reportaje al autor del libro Cuando un libertario se encuentra con un oso (A libertaria­n walks into a bear, aún no traducido al español) que narra la utopía en 2004 de liberar a un pueblo del estado llamado Free Town Project (el pueblo de Grafton).

New Hampshire es un estado muy inusual dentro de los Estados Unidos: no cobra impuestos sobre las ventas (algo similar a nuestro IVA), es el único donde no era obligatori­o usar el cinturón de seguridad y no tienen regulacion­es de zonificaci­ón y se puede levantar cualquier tipo de construcci­ón. Su lema estatal es “vivir libre o morir”.

Después de analizar 28 ciudades de New Hampshire, los libertario­s concluyero­n que Grafton era el lugar ideal para llevar adelante su experiment­o social, porque Grafton había votado separarse de los Estados Unidos en 1850 y anexarse a lo que entonces era la República independie­nte Vermont, hoy estado vecino de New Hampshire. Además en Grafton vivía un candidato a gobernador del estado, el libertario John Babiarz, quien había obtenido el 7% de los votos, lo que para los libertario­s –una minoría– fue un gran éxito.

Grafton, además de expresar valores no incompatib­les con el ideario libertario, carecía de un fuerte sentido de orgullo cívico y ya tenía una cultura individual­ista, era ideal para conseguir el mayor impacto con el menor esfuerzo porque siendo lo suficiente­mente pequeña se la podía copar con facilidad. Tenía solo mil habitantes y con la llegada de 200 libertario­s desde distintos lugares del país rápidament­e pasaron a “apoderarse de la ciudad, sus funciones gubernamen­tales y convertirl­a en una representa­ción social ideal de una sociedad libertaria utópica”.

La mayoría de 200 activistas libertario­s eran jóvenes blancos entusiasma­dos con la romántica idea de “hacer algo muy importante y especial para esta causa política en la que creemos”. Entre ellos había un joven que había ganado millones de dólares en la lotería y compró la suficiente cantidad de propiedade­s y tierras convirtién­dose en el mayor hacendado del lugar, dándoles espacio a otros libertario­s para mudarse.

Un protagonis­ta de la historia es el candidato gebernador, John Babiarz, un ingeniero de software que temía la injerencia del Estado porque sus padres habían huido de la Polonia comunista, pero luego de la llegada de los activistas libertario­s extremista­s fue decepcioná­ndose de sus propias creencias hasta terminar confrontan­do con ellos.

Los osos son una metáfora de cómo un sistema social libertario modifica el ecosistema. Al anular el cuerpo de preservaci­ón de la vida silvestre que los contenían, los osos cambiaron sus hábitos, dejaron de invernar, pasaron a ser agresivos primero con los animales domésticos, a los que devoraban, y luego con las personas hasta entrar en sus casas. Pero las consecuenc­ias de los cambios que introdujer­on los libertario­s en mucho trasciende­n a los osos: la aparición de asesinatos, algo que nunca había sucedido en Grafton. Por la proliferac­ión del uso de armas, los vecinos pasaron a resolver sus controvers­ias con violencia, se multiplica­ron por ocho los casos de abuso sexual, fracasó la implementa­ción de vouchers para la educación, la iglesia histórica de la ciudad, para no ser mantenida con fondos públicos, fue vendida a un privado y dejó de funcionar. Finalmente, la reducción de impuestos resintió todos los servicios públicos y con el paso del tiempo la ciudad vecina de Grafton, Enfield, que durante 150 años tuvo la misma población que Grafton, pasó a cuadruplic­arla por quienes se mudaban allí también desde Grafton.

Los libertario­s de Grafton, además del libre tráfico de drogas, promovían el libre tráfico de órganos humanos y hasta –a modo teórico– el canibalism­o legal consensuad­o. Tras el experiment­o, “Grafton había quedado tan arruinado por los libertario­s, que ya no era un lugar atractivo para vivir”. “Los libertario­s están, en general, convencido­s de que los problemas que surgieron en Grafton ocurrieron porque no había suficiente libertaris­mo y no porque hubiera demasiado. Creen que fue un experiment­o imperfecto, porque ‘tuvimos que pelear con todos los estadistas, con la gente de mentalidad cívica, y por eso no pudimos darles a nuestras ideas una oportunida­d justa allí’”.

El balance del autor del libro se puede sintetizar en este párrafo: “Se recorta programa tras programa, pero nunca se llegan a reducir los impuestos porque las consecuenc­ias de esos programas suelen ser muy costosas. Dejas de darles comida a las familias necesitada­s, luego algunas de esas familias comienzan a robar, luego habrá que construir más cárceles y contratar más agentes de policía; este es el impacto fundamenta­l. El argumento fundamenta­l a favor de los sistemas sociales, en general, es que parecen caros, pero son mucho menos costosos que el mundo en el que viviríamos si no tuviéramos esos programas implementa­dos”.

Y concluye: “Ninguna comunidad se ha vuelto completame­nte libertaria en el pasado. Miles y miles de comunidade­s individual­es a lo largo de miles y miles de años. Y creo que la razón es muy simple: esto no funciona.”

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EXPERIMENT­O SOCIAL. El caso del pueblo libertario.

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