El drama de Paulus
“Todo lo que dices, Reichenau, es totalmente antimilitarista” ( Friedrich Paulus a Walter von Reichenau)
Tras el fracaso de la batalla de Inglaterra, en junio de 1941, Hitler puso en marcha el plan para conquistar la Unión Soviética para repoblarla de alemanes. El objetivo era utilizar a los conquistados como esclavos, mientras se apoderaba de las reservas de petróleo del Cáucaso y los recursos agrícolas de Ucrania. Mediante la deportación masiva a Siberia de los pueblos eslavos, conseguiría más lebensraum (espacio vital) para Alemania. El Führer dividió sus fuerzas para no repetir el error de Napoleón de invadir mediante un solo bloque. El plan ‘Marck’ preveía la formación de dos grandes grupos de ejércitos que avanzarían desde Polonia en dirección a Moscú y Kiev. El plan ‘Lossberg’ propuso la idea de tres grupos de ejército, con Leningrado, Moscú y Kiev como objetivos: se optó finalmente por el segundo plan.
En diciembre de 1941 la operación ‘Barbarroja’ no se había desarrollado como el alto mando había planeado. Leningrado y Sebastopol continuaban resistiendo el cerco en el norte y el sur y la ofensiva contra Moscú había fracasado. Allí, los alemanes se habían encontrado con una contraofensiva soviética desde la capital y tuvieron que afrontar que, a pesar de haber aniquilado y capturado a cientos de miles de soldados rojos en los últimos meses, las reservas enemigas no se habían agotado. En el verano del ‘42, Hitler dispuso centralizar el esfuerzo bélico en el sur: menos lebensraum y más petróleo. De paso, envió al Sexto Ejército al nordeste del Cáucaso para destruir el polo industrial de Stalingrado.
La odisea del mariscal de campo. El Sexto Ejército
se formó con lo mejor de otras unidades; su comandante, el mariscal de campo Walter von Reichenau emitió en 1941 la orden a los soldados alemanes de asesinar a civiles judíos. Pese a que su entonces jefe de Estado Mayor, el teniente general Paulus estaba formado para obedecer, contradijo la orden. No obstante, Reichneau falleció en enero del ‘42, dando comienzo a la Odisea de aquel.
Friedrich Wilhelm Ernst Paulus era un militar de esforzada carrera en la Wehrmacht. Sin antecedentes nobles escaló por mérito hasta ser considerado un experto en la guerra motorizada. Al frente de Stalingrado, con un ejército muy superior al 62º Soviético, lanzó ofensivas, una tras otra, desde el 23 de agosto; la ciudad resistió heroicamente hasta el extremo de que mítico general Zhúkov empuñaba el fusil.
El 13 de septiembre, Stalin, ante la certeza de que Moscú no corría peligro, lanzó el plan ‘Urano’: un formidable traslado de tropa y material para envolver a un Sexto Ejército ya menguado y mal abastecido. Antes, Paulus sabía que su suerte estaba echada pero ‘cumplió’ con la orden de combatir casi hasta el final. Ya en 1941, el ‘Lord’ (como le llamaban por su cuidado acicalamiento y modales) había opinado ante Hitler que la operación ‘Barbarroja’ era una locura.
El 31 de enero de 1943, rechazando la inducción hitleriana a un suicidio cobarde, el ahora mariscal de campo rindió al resto de sus 260.000 hombres y propuso un brindis a Zhúkov “por el Ejército Rojo”. Los 91.000 prisioneros iniciaron la marcha de la muerte hacia Siberia: sólo sobrevivieron poco más de 5.000.
Con la pesada carga de la derrota vivió prisionero a 300 kilómetros de Moscú, custodiado por la NKVD. Alguna promesa o amenaza hizo que Paulus oficiara de testigo estrella de los rusos, en Núremberg (1946), transformándose en un traidor ante los ojos de sus excamaradas. Durante más de ocho años no vio ni tuvo noticia alguna de su familia. Cuando en 1953 fue liberado, se enteró de la muerte de su hijo en combate y su mujer en 1949, tras permanecer en prisión.
Acosado el resto de su vida por los alemanes comunistas y despreciado por los occidentales, se instaló en Dresde (RDA) y sin haber podido reparar su honor ni su conciencia, murió en 1957. Así se había sentido desde enero de 1943, cuando acicateado a la lucha por un oficial de la Luftwaffe, contestó: “Está usted hablando con un hombre muerto”.