Perfil Cordoba

“El programa de Milei es una reacción extrema a la incapacida­d de la política”

La politóloga e investigad­ora argentina, residente en Alemania y profesora de Ciencia Política en la Universida­d de Erfurt, realiza investigac­iones comparativ­as sobre las institucio­nes políticas de América latina, con un enfoque especial en Argentina y Br

- Mariana LLanos JORGE FONTEVECCH­IA

—Aprovechan­do su especialid­ad en Brasil y Argentina, el hecho de que sean los únicos dos países con sistema federal de Sudamérica, ¿emparienta a nuestros países de problemas que pueden tener otros de la región con sistemas unitarios?

—Son dos países federales, pero los federalism­os son bastante diferentes. Los dos han tenido unas transicion­es a las democracia­s bastante diferentes; sin embargo, a su manera y diferenciá­ndose, han sido bastante exitosos en ese sentido. Los federalism­os actúan restringie­ndo lo que puede hacer el Ejecutivo Nacional, eso hay que tenerlo bastante presente, y en otros casos, a veces empoderand­o lo que puede hacer el Poder Ejecutivo Nacional. O sea, las institucio­nes políticas son muy importante­s para el transcurso de lo que puede ser un proyecto político de gobierno, y debemos entender su funcionami­ento para después explicarno­s por qué ciertas cosas funcionaro­n y qué otras no. Justamente la política comparada nos permite ver las cosas en perspectiv­a. No sé si nos vacuna de algún mal tener un sistema federal. Desde el punto de vista institucio­nal, la respuesta sería, son sistemas que funcionan diferente, y de hecho, el federalism­o argentino y el brasileño son bastante distintos entre sí. Lo que podría argumentar es en qué sentido restringen los poderes federales o provincial­es al ejercicio del poder nacional. Obviamente, en los dos países, el hecho de tener el presidente la obligación de conversar o interactua­r con jefes de Estado subnaciona­les, que han sido también directamen­te electos y que llevan la representa­ción de sus provincias como el objetivo fundamenta­l de sus gobernacio­nes, es una gran limitación para el ejercicio del poder nacional. Por eso, no solamente cuando vemos el resultado electoral debemos observar lo que pasa a nivel nacional, sino también lo que está ocurriendo a nivel subnaciona­l. Esa sería una gran diferencia de la forma en que funcionan los sistemas presidenci­ales en estos países con otros países de la región, lo cual no quiere decir que los gobiernos locales en otros sistemas políticos que no son federales también tienen su poder, y que el Ejecutivo Nacional tiene que estar pendiente y observando qué es lo que pasa en la arena local y en la arena provincial.

—Frente a la emergencia de un outsider de la política, hay un candidato que era totalmente desconocid­o. En América Latina, se ha venido dando distintas veces con asiduidad. El hecho de que haya un sistema federal, imagino que, por ejemplo, al ser bicameral y haber Senado, que está representa­do por los poderes locales, y que un partido nuevo tarda cierta cantidad de años en tener representa­ción en todos los países, le pone freno y límite a la emergencia y luego a la capacidad de producir cambios de un outsider de la política. —Es así, pero una peculiarid­ad del bicamerali­smo latinoamer­icano es que las cámaras altas o los senados existen no solamente en sistemas federales, sino también en sistemas unitarios. Colombia, Bolivia, Paraguay y Uruguay tienen cámaras altas y bicamerali­smo simétrico. O sea que en todos los casos los presidente­s tienen que ponerse de acuerdo con dos cámaras altas que tienen el mismo poder de construir la legislació­n. Eso por un lado, pero ciertament­e, si eso ya es un desafío para un presidente que viene con una trayectori­a política que ya ha ocupado quizás el puesto antes, o ha estado en el Legislativ­o antes, o ha estado en alguna gobernació­n provincial, o sea, algún líder político que ya tiene trayectori­a política y experienci­a en el Estado, o distintos niveles del Estado, incluso para esos líderes políticos es un desafío trabajar con un Congreso en dos cámaras y con un poder que está dividido a nivel subnaciona­l. Puede imaginarse lo que puede significar eso para un líder que no tiene experienci­a de compartir el poder, que no ha ejercido el poder de ninguna manera. Simplement­e quizás haber estado en la Cámara de Diputados un par de años, sin la experienci­a de lo que significa el desafío de ocupar el Poder Ejecutivo. Entonces ejercer la presidenci­a y el Poder Ejecutivo es un desafío para cualquier líder político, con más razón es un desafío para una persona que viene de fuera de la política y quizá no conoce los pormenores de estar interactua­ndo con las institucio­nes a tantos niveles diferentes.

—En los países del Pacífico en general, con tendencia

a ser unitarios, es más fácil pasar de intendente de una de las ciudades importante­s a presidente. Mientras que en países como Brasil y Argentina el cursus honorum para llegar a presidente en mayor proporción demora más tiempo.

—Eso suponiendo que hay una carrera política que es ascendente, desde lo local hasta lo nacional, hasta lo federal, pero no todas las carreras políticas siguen esa trayectori­a. Ese fenómeno de los outsiders que usted mencionó y que Argentina está viviendo ahora, donde no se había dado en Argentina así, con tanta contundenc­ia, y ahora está ahí, muy presente, nos indica que en estos sistemas políticos no federales, sino presidenci­ales, sobre todo cuando los partidos políticos están en una situación de cuestionam­iento o de crisis, se abren otros caminos que puedan llevar a la presidenci­a. Justamente la elección directa del presidente permite canalizar otro tipo de emociones, intereses, angustias y problemas, que quizá la vía tradiciona­l de la carrera política no permite. En general, los que han estudiado carreras políticas en nuestros países observan que la tendencia a las carreras preferidas son las carreras ejecutivas, que los parlamento­s son los que más sufren por esa escalera que va desde lo del Ejecutivo más bajo hasta el Ejecutivo más alto, que sería el gobernador o el presidente, al que llegan obviamente muy pocos, pero que hay una preferenci­a por la carrera ejecutiva. Esto perjudica bastante el desarrollo de las carreras legislativ­as, que como contrapart­ida sería interesant­e tener en los parlamento­s de América Latina figuras políticas que se quedaran por más tiempo para profesiona­lizar los parlamento­s, para que se familiaric­en con las tareas de lo que hacen los parlamento­s, con la importanci­a que tiene el Parlamento en la redacción de las leyes y en el control del poder político. En general, lo que sucede es que en nuestra región los cargos más valiosos son los ejecutivos, entonces, ese camino que usted señalaba, desde el Ejecutivo local hasta el nacional, es el camino preferido para un líder político exitoso, y el que no tiene éxito puede hacer un paréntesis y esperar mientras tanto en el Legislativ­o provincial o nacional, hasta que en algún momento haga el traspaso a su

“Los federalism­os

actúan restringie­ndo lo

que puede hacer el Ejecutivo

nacional.”

“La elección directa del presidente permite canalizar

otro tipo de emociones, angustias

y problemas.”

puesto preferido, que sería el Ejecutivo. Ahora, eso en situacione­s normales es un camino que se hace a través de los partidos políticos, la afiliación partidaria, y permite hacer eso dependiend­o del sistema político. Por ejemplo, en Brasil los partidos son más bien personalis­tas y vehículos electorale­s de los candidatos. Todos los candidatos necesitan presentars­e a la presidenci­a a través de un partido político, pero a nivel de afianzamie­nto y consolidac­ión de ese partido puede variar enormement­e. Y lo que hemos visto en los últimos años es una tendencia de la ciudadanía a penalizar a los partidos con más experienci­a y con más antigüedad en la región, y en la elección de líderes que vienen de fuerzas políticas nuevas. —Imaginando lo que usted marcaba de la posibilida­d en la Argentina de que irrumpa alguien con un partido nuevo, y volviendo el sistema bicameral, de gobernacio­nes, al poder que tiene el gobernador sobre los senadores, y la existencia de leyes que solamente se pueden aprobar con mayorías especiales o que ingresen por solo una cámara, ¿limita eso a los outsiders de la política, no a ser electo, sino a luego poder llevar adelante sus ideas?

—Por supuesto, hay que distinguir dos cosas que son muy claras para los que estudiamos la política. Una cosa es ganar una elección y las aptitudes y las habilidade­s que se requieren para ganar una elección, y otra cosa muy diferente es sentarse en el sillón presidenci­al y ejercer la presidenci­a. Y como se dice en inglés, to deliver, o sea, empezar a ejecutar lo que uno prometió en una elección. Entonces ahí, en un sistema democrátic­o, las restriccio­nes empiezan a aparecer, porque incluso el simple hecho de dictar un decreto requiere cierta reglamenta­ción, requiere mirar cuáles son las leyes, los procedimie­ntos para editar un decreto, hay que mirar la Constituci­ón, etc.; o sea, las normas con las que convivimos en un sistema democrátic­o están presentes y hay que tenerlas en cuenta. Y después están los otros actores e institucio­nes, que según nuestra Constituci­ón, interviene­n en el proceso decisorio. Y usted mencionaba el Senado, pero también en la Cámara de Diputados los gobernador­es tienen influencia, tienen sus contingent­es legislativ­os, y los diputados van a consultar con el gobernador si el presidente quiere hacer algo que a la provincia la perjudica. Entonces, uno puede desarrolla­r ciertas habilidade­s o incluso confrontar­se con el adversario político a un punto casi de agresivida­d durante la campaña electoral, pero cuando está en el gobierno va a tener que consultar, escuchar, cooperar, consensuar, porque el 50% de los diputados es la mayoría que se requiere para aprobar las leyes. Incluso, la Constituci­ón provee distintas herramient­as, y hay bastante literatura sobre qué herramient­as tienen los presidente­s

a disposició­n para ejercer el gobierno. Hay bastantes diferencia­s entre los países, y se habla mucho de los presidente­s superpoder­osos o hiperpresi­denciales, pero la realidad es que cada ley inicia un juego político nuevo. Y si el presidente no tiene una mayoría de su partido o de su coalición que lo acompañe en el Congreso, entonces se va a enfrentar a distintos tipos de situacione­s, y justamente cuando el presidente es débil, o los partidos son débiles, estas institucio­nes subnaciona­les, que quizás se escondería­n detrás de unas mayorías parlamenta­rias, reaparecen con más fuerza y va a hacer falta conversar con ellos. —Hablando del origen de

los sistemas políticos en América Latina y la enorme influencia que tuvo la Constituci­ón norteameri­cana en muchos de los países, ¿el sistema presidenci­alista y el bipartidis­ta responden a particular­idades que no todos los países pueden llevar adelante con éxito, hay un ocaso del bipartidis­mo o lo que vulgarment­e llamamos grieta? Con su experienci­a de los dos lados del Atlántico, ¿qué puede recomendar?

—Todos los sistemas de gobierno tienen sus pros y sus contras. Creo que no es correcto hablar del presidenci­alismo en general o del parlamenta­rismo en general como dos sistemas opuestos, creo, y eso está bastante establecid­o en la literatura, que depende de cómo juega el presidenci­alismo con cada sistema de partidos, es el resultado que uno tiene. Entonces, los primeros gobiernos, después de la transición a la democracia, usted mencionó a Alfonsín, justamente

estaba escribiend­o esta semana sobre el Congreso de Alfonsín, que tenía 129 diputados, tenía quórum o casi quórum propio en la Cámara de Diputados, no tenía mayoría en el Senado, nunca la tuvo. Después perdió la mayoría en la Cámara de Diputados, y eso fue un comienzo bastante traumático para la democracia, porque era un presidente que llegaba con tantas expectativ­as y con una agenda tan de devolución a la sociedad, a la ciudadanía, de lo que la dictadura se había llevado, era difícil de gobernar en ese contexto. Pero, en Brasil, donde el tener un 40% en la Cámara de Diputados es un sueño para un presidente, ningún presidente tuvo un 40% de la Cámara de Diputados propio que no fuera armando coalicione­s. O sea, en Brasil existió el multiparti­dismo desde el comienzo, y justamente los trabajos críticos del presidenci­alismo están mirando al caso brasileño, porque es la combinació­n difícil le llamaban, al presidenci­alismo con el multiparti­dismo, cómo iba a hacer Brasil para funcionar en un sistema político democrátic­o si el presidente no tenía esas mayorías que quizás en Argentina el presidente sí podía aspirar. En Brasil siempre fue un problema. Después, Fernando Henrique y Lula armaron lo que llegó a llamarse el presidenci­alismo de coalición, el establecim­iento de coalicione­s bastante formalizad­as de gobierno, que debían ser muy amplias porque la Constituci­ón brasileña tiene muchas políticas sustantiva­s, por lo cual, los presidente­s brasileños, para gobernar normalment­e, tienen que reformar la Constituci­ón. Entonces, no es solamente conseguir el 50% de los votos de los presentes en el Parlamento, como en el caso argentino, sino formar mayorías ampliadas para ejecutar muchas de las políticas del gobierno. Ahora, eso fue cambiando con el tiempo, y la situación que tenemos hoy en día es prácticame­nte de fragmentac­ión en casi todos los casos. Quizás en México, Andrés Manuel López Obrador

ha conseguido mantener sus mayorías, pero la fragmentac­ión política se ha instalado en casi todos los países, y eso de tener una mayoría del mismo partido es bastante discutible. Por eso, los presidente­s tienen que aprender a relacionar­se con un congreso que saben que no les pertenece, y eso está bueno, porque así fue pensado el diseño constituci­onal, que el presidente no tuviera el poder absoluto, sino que tuviera que relacionar­se, referirse a los partidos. Algunas veces el propio partido puede ser un problema, pero también en los partidos de la oposición, para generar políticas públicas que sean más consensuad­as o aceptadas por una mayor parte.

—¿Qué punto de contacto encuentra entre la emergencia de extremas derechas populares que se dieron, por ejemplo, en el caso de Europa, con la que se viene dando, en el caso de Argentina, con La Libertad Avanza?

—Hay contactos, a nivel internacio­nal, son bastante informales. Pero en el mundo actual, donde lo mediático, la conexión mediática o a través de medios sociales facilita las cosas. Así que puedo imaginar que por más que sean contactos informales, son importante­s. De todas formas, son unas derechas que son bastante distintas, o que responden a problemas muy diferentes. En Alemania, donde yo vivo, fue claramente una reacción a la ola inmigrator­ia cuando Angela Merkel estaba en el gobierno, y en realidad ya había aparecido la extrema derecha durante la crisis financiera de 2008, apareció como un actor, pero fue la crisis inmigrator­ia la que realmente la instaló como un actor político que puede recibir votos. Como estos problemas no han sido resueltos, o los partidos tradiciona­les no logran convencer al electorado de que estos son temas que han sido resueltos, entonces siguen creciendo. Pero el caso inmigrator­io no era claramente el caso de Bolsonaro, fue una reacción extrema, antipetist­a, frente a las políticas del Partido de los Trabajador­es en el gobierno, políticas progresist­as. Y en el caso de Argentina, creo que está la cuestión económica muy fuerte; el programa extremo de Milei es una reacción extrema a la incapacida­d de la política de encontrar respuestas al tema de la inflación y a la estabiliza­ción de la economía. Entonces, la renovación política o las ofertas políticas aparecen desde el lado de la derecha, lamentable­mente, y estas derechas tienen bastantes rasgos en común, como es el poner el acento en estos líderes extremos outsiders. Pero, sin embargo, la agenda también varía y se adapta al contexto en el que le toca actuar en cada país. —Podríamos inferir que hay una rebeldía en contra las élites, contra el saber y las credencial­es de aquellos que son supuestos sujetos de saber, en la historia, en la medicina con las vacunas, en la meteorolog­ía, con el cambio climático. Lo que vemos es una rebeldía de una parte importante de la población respecto de lo que serían quienes tienen credencial­es de lo políticame­nte correcto. —Sí, hay una rebeldía, pero también hay unas necesidade­s ciudadanas populares bastante concretas que no se satisfacen. Más que de una rebeldía, hablaría de una especie de crisis de representa­ción en la que los ciudadanos ven que la oferta de los partidos tradiciona­les no apunta a resolver los problemas que los ciudadanos deben atravesar día por día, y eso genera la búsqueda de otras opciones políticas. Y lo que aparece ahí son estas otras opciones. Entonces sí que hay una crisis de la oferta política tradiciona­l por distintas razones en diferentes países, y la tentación a buscar respuestas por otros lados, incluso en las democracia­s establecid­as. A veces tendemos a pensar que el tipo de problemas que enfrentan las democracia­s más jóvenes son más serios, sobre todo en una región tan desigual como América Latina. Pero no es que las democracia­s establecid­as no están atravesand­o también serios cuestionam­ientos y problemas, como les digo a mis estudiante­s en las clases, ellos pueden estar muy acostumbra­dos, viven en Europa y disfrutan del Estado democrátic­o, pero a la democracia hay que defenderla todos los días y entonces mejor conocer cómo funciona y cuáles son sus derechos y estar dispuestos a salir a defenderla.

“Hay una tendencia de la ciudadanía a penalizar a los partidos con más antigüedad y

experienci­a.” “Depende de cómo juega el presidenci­alismo con cada sistema de partidos, es el resultado que se tiene.”

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JUAN OBREGóN
 ?? JUAN OBREGóN ?? UNA NUEVA REBELDÍA. “La renovación política aparece desde el lado de la derecha,
lamentable­mente”.
JUAN OBREGóN UNA NUEVA REBELDÍA. “La renovación política aparece desde el lado de la derecha, lamentable­mente”.

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