Ejercicios valerianos
Blanca Varela nada como el salmón en la poesía latinoamericana. Como sus compañeras de ruta Olga Orozco e Idea Vilariño, se mantuvo alejada de las tendencias contemporáneas, neobarroco y objetivismos varios, resguardando un relativo silencio, el oxígeno que nutre su imaginario inmisericorde de arena, nubes, piel, insectos y piedras, y de ese modo, apartada del mundanal ruido, construyó de las trazas más sólidas y originales de la poesía regional. La publicación de su poesía completa es una ocasión imperdible para conocerla o revisitarla.
De niña, Blanca Varela solía anotar palabras y frases. No le gustaba demasiado el mundo del exterior, ni el cercano familiar, ni la Lima de los años 30, y padecía de “obsesivo delirio interpretativo”. Guardaba letras secas y austeras en papelitos, servilletas y cajetillas de cigarros. Nada complacientes, casi de una náusea existencial. Pasaron los viajes, los oficios terrestres, los maridos y los hijos. Y Blanca siguió sosteniendo esos versos de la noche oscura, superpuesta, espejeante, abollada, horrible, que ya no era suya. Es de Varela y nosotros. “Ser poeta es una manera de ser, de estar”, así se presentaba la poeta, traductora y periodista Blanca Varela. Las cosas que digo son ciertas. Poesía completa 1949-2000 (2022), en edición argentina conjunta de Gog & Magog y Caleta Olivia, celebra un canto villano de ángeles y animales, un espacio de reunión, de estar, en donde nos reconocen, en tanto afuera llueve y es invierno.
Blanca Varela nada como el salmón en la poesía latinoamericana. Por cierto: dijo su nieta Camila en el discurso de aceptación del Premio Reino Sofía (2007) que gustaba de escuchar a Andrés Calamaro en sus últimos años; Blanca, con el oído fino, de familia de célebres compositores folclóricos peruanos, arrancando con su propia madre, la cantautora y periodista Serafina Quinteras –Esmeralda Gonzáles Castro–. Como sus compañeras de ruta Olga Orozco e Idea Vilariño, se mantuvo alejada de las tendencias contemporáneas, neobarroco y objetivismos varios, resguardando un relativo silencio, el oxígeno que nutre su imaginario inmisericorde de arena, nubes, piel, insectos y piedras, y de ese modo, apartada del mundanal ruido, construyó de las trazas más sólidas y originales de la poesía regional.
Blanca Varela, de las “grandes escritoras latinoamericanas”, refuerza la poeta y crítica Alicia Genovese. “Siempre me pareció una poeta mayor, como que de otro orden atemporal. Incluso en los distintos libros hay diferencias de estilos marcadas, que encajan en cualquier época, sin atenerse a una corriente determinada. Es algo muy único ya que la obra, no muy extensa, recorre momentos de pequeña prosa, poesía muy breve, y otros de largo aliento”, resalta Vanina Colagiovanni, poeta, narradora y editora de Gog & Magog, la media naranja de este sueño nacional, hoy reclamado este libro argentino de Varela en otras latitudes, bibliografía ahora de varios talleres de poesía sudamericanos, y que ya distribuye la segunda edición. Que para la poesía, más de una autora peruana que aún en vida era reticente, casi desconocida en el mismo Perú, encima poco leída allende fronteras, no resulta baladí.
Varela en Argentina
“Surge el libro de Blanca por la necesidad de que el lector de cualquier parte pueda acceder a su obra”, comenta el otro coeditor, el poeta Pablo Gabo Moreno, de Caleta Olivia, y recuerda las conversaciones con Colagiovanni, luego de que ella misma buscara sin suerte un ejemplar de Varela, tras la lectura suelta en un taller de escritura creativa en plena pandemia. “No existían ediciones anteriores de Varela en el país, salvo las muy escasas que venían de afuera. Este trabajo con Gog & Magog fue excelente y nos ilusiona sumar títulos a futuro. Tenemos una química muy buena con Vanina. Fue fácil, se articuló todo mancomunadamente y de manera muy productiva. Vanina es una editora con mucha prestancia, ella se encargó de la edición sobre el material original, y lo hizo todo más práctico”, subraya