Mucha producción y empleo, con bajas exportaciones
La industria del calzado ocupa a más de 50.000 trabajadores a través de sus 1.100 empresas. Casi todo lo producido va al mercado interno por la dificultad que tiene el sector para lograr competitividad en el exterior en materia de precios.
La industria del calzado en Argentina comenzó a desarrollarse durante los últimos años del siglo XIX, en paralelo a las corrientes migratorias que arribaban al país. Este rubro, que encuentra gran parte de sus orígenes en el histórico oficio del zapatero, fue ampliando su presencia debido a la apertura de pequeños talleres cuasi industriales en lo que hoy es la Ciudad de Buenos Aires y en diversas localidades del interior bonaerense.
En la actualidad, esta industria está conformada por más de 1.100 empresas nacionales, en su mayoría PyMES, que ocupan a más de 50.000 trabajadores y trabajadoras de manera directa e indirecta. Si se analizan los datos históricos del sector, pueden observarse dos indicadores claros: el continuo crecimiento en la producción de 2002 a la fecha y la caída de las exportaciones en la última década, profundizada en 2022.
Luego de la crítica situación vivida durante la década del noventa, provocada principalmente por la apertura total de importaciones y el ingreso masivo de productos del exterior, la industria del calzado comenzó una recuperación constante en sus índices de producción. Así, de los 45 millones de pares fabricados en 2002 se trepó hasta los 125 millones en 2015 y, tras disminuir en el período 2016-2020, se logró el máximo histórico el año pasado, con más de 130 millones de pares de zapatos producidos, según los informes publicados por la Cámara de la Industria del Calzado (CIC). Los números más inmediatos reafirman el recorrido: en los primeros seis meses de 2023, se fabricó un 1,5% más que en 2022.
Pablo Chiodini es presidente de Viamo, firma que está celebrando sus 35 años ininterrumpidos en la industria nacional del calzado: “Empezamos en agosto de 1988, haciendo 24 pares por día. Con el tiempo, pasamos a 60; luego, a 100; después, a fabricarle a algunas marcas reconocidas y, como nos iba bien, en 2003 decidimos lanzar el sello propio y abrir locales a la calle. Vamos a contar con más de 300 empleados”.
La inmensa mayoría de la producción de esta firma y del resto de las fábricas activas en el país se destina al mercado interno. De los más de 170 millones de pares que se comercializaron en el país el año pasado, solo el 24% correspondió a calzados importados, frente a un 76% de producción nacional. Si bien estas son cifras muy alentadoras comparándolas con la década del noventa (se importaba más del 40%), se busca aumentar todavía más la balanza en favor de la fabricación local.
Producción y consumo interno.
Problemáticas. Más allá de los números positivos de producción, existe una serie de aspectos que se presentan como inconvenientes para el sector: algunos propios de esta industria y otros generados por condiciones macroeconómicas. “El principal problema que tenemos actualmente es el abastecimiento de algunos insumos puntuales en determinados momentos. No es algo continuo, pero existen demoras o retrasos en ciertos commodities que no se producen en el país, como compuestos químicos e hilados, entre otros”, señala Horacio Moschetto, secretario General de la Cámara que representa a los fabricantes desde hace 114 años.
La continua variación de precios de los componentes que conforman el costo de producción es otro de los problemas que sufre el sector. Claro está, no es algo particular de la industria del calzado. “Nosotros no somos formadores de precios. Si el insumo nos viene con aumento, o lo aceptamos o nos quedamos sin ese insumo y, por lo tanto, sin poder producir. Con los costos de mano de obra podemos tener previsibilidad, con lo que destinamos a la parte tributaria también, pero con los insumos no, y no nos queda otra que trasladarlo al precio. Incluso se da con materiales que aumentan en dólares”, explica Moschetto.
Los insumos importados, su alteración en los costos y el impacto que pueden tener estas variaciones de precios en el consumo local son también las principales dificultades del sector, según la mirada del empresario Chiodini: “Somos una empresa netamente nacional y damos mano de obra intensiva, aunque algunos componentes los tenemos que importar. El 20% viene de afuera y el 80% restante es local, por lo que debería agilizarse el tema de estos insumos
clave, que no son para otra cosa que para generar más mano de obra argentina”.
Un tercer punto en el que ambos referentes coinciden es en los escasos volúmenes de exportaciones. Según argumentan, el mayor inconveniente radica en la inestabilidad macroeconómica del país, lo que dificulta avanzar en contratos sostenibles en el tiempo. “Es complejo estimar un precio y mantenerlo. Por lo tanto, los acuerdos comerciales a mediano plazo son realmente difíciles de llevar a cabo, sobre todo aquellos de grandes volúmenes y distancias”, sostiene el secretario General de la CIC.
En la misma línea se expresa el titular de Viamo, que años atrás tenía vínculos comerciales con Uruguay, Chile y Perú: “En algún momento, los compradores del exterior venían solos. Ahora hay que salir a buscarlos; pero, aun así, cuesta poner un precio competitivo en el mercado, ya que a ellos les resulta caro. Igual, no tengo dudas de que se va a ir regularizando y vamos a volver a hacer operaciones”.
Para cuantificar la situación: mientras que en 2022 se exportaron poco más de 400.000 pares de zapatos, en años positivos, como 2007, se comercializaron al exterior más de 2 millones.
Por último, al igual que en otros sectores industriales, la informalidad laboral también es un aspecto que enciende las alarmas. Si bien no existen registros oficiales, se estima que más del 30% de los trabajadores no se encuentra registrado y, por lo tanto, sin la totalidad de los derechos cubiertos por parte de sus empleadores.
Un proyecto a diez años. Con el objetivo de ampliar la oferta, generar empleo calificado, mejorar el equipamiento del sector y promover una industria íntegramente nacional y capaz de exportar, emergió el proyecto de Ley de Promoción de la Industria del Calzado y su cadena de valor. El documento cuenta con media sanción de la Cámara de Diputados y al cierre de este suplemento estaba próximo a tratarse en el Senado.
“Lo principal es que el proyecto fue ideado desde los trabajadores, las empresas y la industria proveedora del sector del calzado. Es decir, toda la cadena se ve reflejada. Tiene varios pilares: beneficios tributarios para el blanqueo de trabajo informal, mayor previsión para el sector enfocado hacia el mercado local, pero fundamentalmente a las exportaciones; y facilidades para la adquisición de tecnología, investigación y desarrollo”, sostiene Horacio Moschetto.
El proyecto apunta al crecimiento del sector planificando un escenario a 10 años, en el que cada vez haya más contenido nacional a lo largo de toda la cadena del producto: diseña un cronograma que establece proporciones de la composición entre el calzado terminado y desmontado. En resumen, apunta a que las importaciones de calzados vayan decreciendo a lo largo de una década, mientras se plantea acompañarlas con un paulatino crecimiento de la oferta nacional.
Por otra parte, la iniciativa prevé la creación del Instituto de Promoción del Calzado Argentino, con el fin de impulsar la capacitación de operarios, mandos medios y recursos humanos, y la difusión de buenas prácticas productivas en el sector. “Veo bien al proyecto, porque defiende la industria”, cierra Pablo Chiodini.