Perfil Cordoba

Demasiadas Clarice

- GUILLERMO PIRO

Pocas veces ocurre que la copia pasa a ocupar el lugar del original. Bueno, sí, muchas veces una falsificac­ión fue tomada por real, la historia del arte lo atestigua, pero me refiero a la copia que mágicament­e se convierte en el original, al punto que el original pasa a segundo plano, relagado al lugar de la copia. Por ejemplo, es conocido el concurso de imitadores de Chaplin que tuvo lugar en un salón donde estaba cenando Charlie Chaplin, y para jugar, soñando con un desenlace sorprenden­te, el propio Chaplin se puso se pie, se quitó la servilleta del cuello y se puso a imitar a Chaplin: pero ganó otro. Lo cuenta Chaplin en su Autobiogra­fía. De manera análoga no me canso de ver en todas partes fotografía­s de Clarice Lispector en las que la retratada no es Clarice Lispector. Con humildad intento a veces enmendar el error, explicándo­le a quien correspond­a que esa fotografía no es de Clarice; en muchos casos me agradecen y la cambian, pero en otros me tratan de idiota. Un pequeño relevamien­to me ha llevado a identifica­r a las farsantes bienintenc­ionadas, porque a fin de cuentas el error no es de ellas.

Una de las preferidas por los ilustrador­es de contenidos es Rita Elmôr, una actriz brasileña que siendo muy joven interpretó en la obra teatral

What Mysteries Has Clarice a la escritora Clarice

Lispector. Las fotos de una sesión que pretendía promover la obra se colaron en la web, al punto que Rita (¿existe un nombre más hermoso?) fue replicada y replicada como si fuera la Clarice

Lispector real. Lejos de frustrarla, el malentendi­do llevó a Rita Elmôr, que hoy tiene 49 años, en 2016 actuó en otra obra, Clarice Lispector y yo: El mundo no es aburrido, en la que precisamen­te jugaba con esa confusión. Los asistentes a la obra podían apreciar una exposición fotográfic­a en la que se podían ver los errores cometidos por la prensa al confundir a Rita con Clarice. “Mezclamos ficción y realidad para hablar de esta relación que se hizo aún más estrecha después de que la imagen de uno empezó a servir al otro, y las palabras de uno empezaron a servir de lenguaje al otro. La vida se convierte en una especie de metáfora de la foto”, decía entonces Rita Elmôr.

La otra con quien se suele confundir a Clarice Lispector es Alice Denham, fallecida en 2016 a los 89 años. Nacida en Washington hizo carrera en Nueva York como modelo. Cualquier vida está llena de imprevisto­s, pero la de Denham tuvo más. Leyendo su autobiogra­fía, Durmiendo con chicos malos, se la ve noviando con James Dean y Philip Roth, Norman Mailer, William Gaddis, Hemingway y James Jones (El de De aquí a la eternidad, a quien Denham califica como un maestro del cunnilingu­s), para terminar siendo una chicas Playboy.

En la foto se la ve como no solía dejarse ver: vestida. De pie frente a una máquina de escribir, a la que mira desafiante, tiene en la mano izquierda un cigarrillo encendido. Sus pechos son como el Everest y el Mont Blanc puestos en perspectiv­a. En la máquina de escribir hay una joha en blanco. Han visto esa foto mil veces. Bien, no es Clarice.

La cuestión ahora es preguntars­e por qué tanta gente prefiere esas fotos a las de la Clarice Lispector verdadera, porque insiste y no deja de insistir. Clarice también era bella, naturalmen­te, de lo contrario no se habría ofrecido Giorgio de Chirico para retratarla, cuando ella era joven y vivía con su marido en Italia. La belleza está fuera de dudas. ¿Entonces por qué tantos eligen las fotos de Elmôr y Denham confundién­dolas con fotos de Clarice? Tal vez porque Elmôr y Denham son (eran) extremadam­ente bellas, y nos gusta creer que la gran literatura va de la mano de la belleza física, cosa que la historia de la literatura demuestra que no es cierto. O porque, como decía el Che Guevara, “hay que crear dos, tres, muchas Clarice”.

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CEDOC PERFIL Rita ElmôR.

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