Crónicas del siglo esquivo
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Otras obras del autor:
Los amigos de ellos dos; Para anormales; Bajo terapia; Casados sin hijos
Editorial: Autores de Argentina, $ 3.500
ALEJANDRO PARADA Hay un espacio para la crónica periodística devenida en relato corto, también existe el antecedente del aguafuerte que cultivó Roberto Arlt, instancia de ingenio y observación mordaz sobre el suceso social que nos sustrae de la existencia, o nos introduce en la vorágine de los otros. ¿Qué lugar está disponible para la lectura en el siglo XXI argentino? Esta, tal vez, es la pregunta más molesta para un conjunto de escritores para quienes un género es el universo del lenguaje, un universo tan pequeño como el de la arena en el reloj definido por ella. Matías Del Federico tiene esta encrucijada para resolver: vida, obra, relaciones, dificultades, de un escritor argentino que es de más allá de la Buenos Aires que ya superó, sin mediar interpretaciones, todas las alienaciones imaginables, incluyendo la decadencia.
En 23 perfiles de estilo breve, predominan las reflexiones de un observador acosado por las sensibilidades exageradas, la infelicidad dominante (ése extenso tango que nunca termina), ciertas mediocridades cómplices, juicios presurosos tan morales como inocuos, pétalos de esa flor venenosa que oculta el núcleo del orden social argentino que tanto impone el ritmo mediático como la egolatría individualista. En algún punto asoma la tristeza del escritor ante el injusto giro indiferente de la sociedad, el predominio de la ignorancia, la soberbia del saberlo todo sin saber alguno. Retóricas de una soledad por venir que, a la vez, es el porvenir de la soledad en la decadencia de los cuerpos, con lo inexorable, la muerte misma.
Del Federico es conciso, asertivo, nada desperdicia ni exagera. El tono justo de su prosa acierta en mantener al lector cobijado por la situación narrada, no para giros en pos de sorpresas o trucos retóricos, sino para transmitir el asombro de un niño imposible de olvidar, y que en la juventud dejamos a su suerte, como si fuera un riesgo. Ejemplo de ello es su visión de las inevitables Alegorías Políticas durante los ciclos electivos: “Hundidos en el océano Atlántico pensamos que por fin se terminó este insoportable recorrido alegórico. Morir ahogado parece un destino mejor que el de seguir escuchando metáforas pedorras. Aunque seguramente no correremos con esa buena suerte. Seguirán torturándonos hasta el día de la votación con frases hechas y granitos de arena.” Y esto lo escribió mucho antes que acaezca la oferta electoral vigente, acaso con carácter predictivo sobre una repetición tan inevitable como efímera.
¿Qué lugar está disponible para la lectura en el siglo XXI argentino? Esta es la pregunta más molesta para esos escritores para quienes un género es el universo del lenguaje, un universo tan pequeño como el de la arena en el reloj definido por ella.
La dimensión humana de Un instante de felicidad se manifiesta también en el sufrimiento de los padres, el padecimiento y el vínculo que surge con el último sostén de esperanza, el hijo: “Creo que en aquel momento los dos nos reímos porque entendimos que aunque casi nada en la vida tiene demasiado sentido, siempre nos queda el consuelo de reírnos y acompañarnos hasta el final”. Sin apelar al sentimentalismo, tenemos aquí otras derivas del conflicto humano contemporáneo: la soledad del que escribe, del que lee, el abandono y la pérdida de lucidez, la falta de amparo.n