Perfil Cordoba

La intensidad de 1973

Hechos que marcaron la historia El 73, cuando todo cambió

- Eduardo Aulicino

Por qué un libro sobre 1973? Porque se cumple medio siglo de un año con una intensidad y una velocidad llamativas: terminó una dictadura, hubo dos elecciones, cuatro presidente­s en un mismo año, volvió Juan Domingo Perón tras 18 años de exilio, se produjo la masacre de Ezeiza, el asesinato del líder sindical José Ignacio Rucci, hubo un récord de secuestros extorsivos, el aumento de la represión ilegal, y una mujer –María Estela Martínez de Perón– integró la fórmula presidenci­al ganadora por primera vez en la historia de nuestro país.

Pero no todo era política en ese año turbulento. La cultura revivía y se renovaba. Julio Cortázar regresaba al país para presentar El libro de Manuel. Rodolfo Walsh volvía a desplegar el cruce entre literatura y periodismo con su obra Caso Satanowsky. Tomás Eloy Martínez publicaba La Pasión según Trelew, y otro escritor provenient­e del periodismo, Osvaldo Soriano, lanzaba con éxito de ventas su primera novela, Triste, solitario y final.

En la música también pasaban cosas buenas: María Elena Walsh editaba su disco Como la cigarra, Luis Alberto Spinetta comenzaba con Artaud, una obra fundamenta­l del rock nacional. El español Joan Manuel Serrat llenaba el Luna Park, mientras León Gieco y el brasileño Roberto Carlos peleaban el ranking junto a Palito Ortega, con su tema Yo tengo fe. Pese a que Ortega no era un cantante de protesta, ese tema fue leído dentro de la celebració­n de la vuelta de Perón a la Argentina. También llegaba al cine Rock hasta que se ponga el sol y los discos Confesione­s de Invierno de Sui Géneris y Mi cuarto de Vivencia, entre muchos otros éxitos musicales.

En la pantalla chica también se vivía un cambio: crecía la programaci­ón de la TV nacional, se veían series extranjera­s a la hora de la cena, continuaba el éxito de telenovela­s nacionales como Rolando Rivas taxista, se estrenaba el film de Leonardo Favio, Juan Moreira, censuraban las películas El último tango en París, y nacía el bebé de Crespi en la continuaci­ón de un aviso donde –el año anterior–, Hugo Arana se había emocionado al descubrir unos escarpines en la mesa familiar.

Pero sin duda 1973 fue un año eminenteme­nte político. El primero de un breve período de democracia de apenas tres años, truncado por la más oscura de las dictaduras. Pensar que Argentina cumplirá en diciembre de 2023 cuatro décadas ininterrum­pidas de gobiernos democrátic­os, es saber que en apenas tres años no hubo tiempo para nada. Fueron tiempos complejos donde el país no llegó a crecer ni a resolver sus graves conflictos, y la democracia fue aplastada por el golpe militar del 24 de marzo de 1976, que duró casi ocho años.

La intensidad de la vida política en 1973 estuvo marcada por hechos trascenden­tes: fue el fin del gobierno de facto de Alejandro Agustín Lanusse, se realizaron las elecciones que consagraro­n a la fórmula Héctor CámporaVic­ente Solano Lima, que dispuso la liberación de los presos políticos; renunció Cámpora a la presidenci­a apenas 49 días después de asumir, ante el inminente y definitivo retorno de Perón al país; asumió Raúl Lastiri como presidente interino y una multitud esperó a su líder en Ezeiza el 20 de junio de 1973, en lo que prometía ser una fiesta. Pero hubo muertos y heridos, y el avión que lo traía de regreso terminó aterrizand­o en el aeropuerto de Morón.

Poco después se realizaron las elecciones que consagraro­n por amplia mayoría (casi un 62%) a la fórmula Perón-Isabel Martínez; dos días después, asesinaron al secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, en un atentado atribuido a la izquierda peronista; comenzó el tercero y último período presidenci­al del líder del justiciali­smo, quien falleció en julio del año siguiente; se acrecentar­on los secuestros extorsivos que recaudaron millones de dólares; continuó el accionar de la guerrilla en todo el país; y comenzaron los primeros atisbos de la represión ilegal.

Todo esto ocurría en Argentina el mismo año del golpe cívico-militar en Uruguay, y del de Augusto Pinochet, quien comenzaba su larga dictadura en Chile tras derrocar al presidente Salvador Allende, quien se suicidó en la Casa de la Moneda. Además, a principios de ese año, Estados Unidos retiraba sus tropas de Vietnam, y crecía el escándalo del caso Watergate, que derivó en la renuncia del presidente Richard Nixon. En 1973 también se desató la guerra de Yom Kipur, un conflicto bélico entre una coalición de países árabes, liderados por Egipto e Israel.

Pero el año de los cuatro presidente­s (Lanusse, Cámpora, Lastiri y Perón) no surgió de la nada. Traía sobre sus espaldas la dictadura que derrocó al radical Arturo Illia en 1966, esa autodenomi­nada Revolución Argentina en la que se sucedieron Onganía, Levingston y Lanusse, y que finalizó con las elecciones que consagraro­n a Cámpora. También traía la marca de la violencia política de los sesenta y principios de

La intensidad de la vida política en 1973 estuvo marcada por hechos

trascenden­tes

es un libro digital de descarga gratuita donde diferentes autores hacen un recorrido por estos años en la Argentina y el mundo y analizan hechos que cambiaron el rumbo en el ámbito cultural, económico y político, entre otros aspectos. Terminó la dictadura, hubo cuatro presidente­s en un año, volvió Juan Domingo Perón del exilio. La cultura revivía y se renovaba, lo mismo que la música. En la pantalla chica crecía la programaci­ón de la TV nacional y en un país como Uruguay se iniciaba el golpe cívico-militar lo mismo que en Chile. los setenta, la larga proscripci­ón de Perón en el exilio, las instruccio­nes que impartía desde Madrid, la preocupaci­ón creciente por su salud, la relación conflictiv­a con Cámpora y la figura del influyente López Rega, y la expectativ­a de muchos argentinos de que el retorno del líder político pudiera mejorar la persistent­e crisis económica.

Además estaba latente la pulseada entre las organizaci­ones de izquierda y el peronismo ortodoxo, y en ese marco los hechos de Ezeiza le otorgaron un triunfo temporario a estos últimos. Sin embargo, la tendencia revolucion­aria mantenía su poder de movilizaci­ón en las calles. Quienes también mantenían su poder de movilizaci­ón eran los miembros del sector sindical, a quienes Perón había fortalecid­o desde su retorno al país. El otro aliado del peronismo ortodoxo era López Rega, quién había hecho crecer su influencia sobre Isabelita durante varios años de relación cotidiana en Madrid. López Rega sería una figura clave del gobierno de Isabel tras la muerte de Perón, el 10 de julio de 1974.

En este escenario, con una guerrilla que seguía actuando a pesar de la asunción democrátic­a de Cámpora, un Perón que volvía al país con un enorme respaldo popular, pero ya enfermo, el clima político era complejo. Además, había signos de un poder militar debilitado pero no resignado a alejarse de la escena política, tal como lo demostrarí­a el fatídico 24 de marzo de 1976.

Todas estas convulsion­es y cambios hicieron de 1973 un año intenso y complejo, que vale la pena tratar de comprender y explicar. Silvana Boschi.

En los umbrales de la tragedia

El 73. Medio siglo después, la marca de ese año persiste en la memoria política –y ¿colectiva?– aunque afectada por esa especie de bruma que va cubriendo el cruce entre el camino al libro de historia y el arrastre de algunas pasiones. No se trata de un año calendario: al revés, como otros momentos que definen épocas, escapa a esos límites. Podría decirse que el 73 arrancó el 11 de marzo, con las elecciones que dejaron atrás la penúltima dictadura, y terminó el 1° de julio del 74, con la muerte de Perón. Todo de manera vertiginos­a, en los umbrales de la peor tragedia del país.

Existen trazos profundos en el cuadro de aquella época que no explican todo, pero sí la velocidad y el dramatismo del momento. Describen por encima del ruido de la crónica diaria, unen puntos en el tiempo. Valen al menos dos de esas secuencias.

La primera: las imágenes contrapues­tas de los dos capítulos del regreso de Perón. Uno, en rigor, es previo y fue escrito el 17 de noviembre de 1972. Sigue siendo recordado por el peronismo como el Día de la Lealtad, con movilizaci­ón masiva, después del largo exilio. Fue una representa­ción quizá única de la “resistenci­a”, de la disputa con los militares. El segundo y definitivo quedó grabado el 20 de junio del 73. La Masacre de Ezeiza expuso, a campo abierto, el enfrentami­ento entre sectores del peronismo que sería cada vez más sangriento. La batalla ya no era contra la dictadura, sino interna.

La segunda: las dos elecciones que consagraro­n el tercer gobierno peronista. El 11 de marzo, Héctor Cámpora sumó el 49,5% de los votos y el impacto, además del cálculo político, dejó de lado la segunda vuelta. Sobrevino un breve y denso recorrido. Una movida palaciega precipitó la renuncia del “Tío”, agregó alarma sobre el círculo del nuevo poder y condujo a la elección de Perón, el 23 de septiembre, con más del 60% de los votos. Ese crecimient­o electoral decía mucho: colocaba al líder, cargado de problemas de salud, en el lugar del único capaz de contener la tormenta. Una esperanza quebrada, como se verá, apenas nacida.

La dictadura que desembocó en ese proceso había mostrado definitiva­mente el fracaso de las fórmulas para proscribir, frenar y hasta superar a Perón. En rigor, se trataba de una historia que arrancó con las maniobras previas al golpe del 55 y agregó la sucesión de los 18 años de exilio. Había, con todo, diferencia­s entre las fuerzas y, especialme­nte en el Ejército, en su propio interior.

Los golpes dentro del golpe marcaron un período de casi siete años. Juan Carlos Onganía, de junio del 66 a junio del 70, con planes de perpetuida­d, perfil nacionalis­ta y lazos con el mundo sindical y empresaria­l. Roberto Levingston, en una especie de transición de pocos meses. Y Alejandro Agustín Lanusse, de marzo del 71 a mayo del 73, con intencione­s de manejar la salida del nuevo pantano. Visiones distintas y, visto en perspectiv­a histórica, un recreado interrogan­te: ¿abrir el juego y precipitar la vuelta de Perón era sólo un reconocimi­ento realista del fracaso de la sucesión de dictaduras, como un todo, o también la apuesta final al deterioro de líder y su movimiento? (…)

Estas convulsion­es y cambios hicieron de 1973 un año intenso y complejo, que vale la pena comprender

La economía en 1973, del efímero pacto social al germen del estallido con el Rodrigazo

La economía del tercer gobierno peronista arrancó con un efímero éxito que luego se transformó rápidament­e en una pesadilla, por la inflación reprimida que derivó en el Rodrigazo.

El director de orquesta de aquella época fue José Ber Gelbard, el ministro de Economía del presidente Héctor J. Cámpora y de Juan Domingo Perón en su mandato de 1973.

Mario Rapoport explicó en su libro Historia Económica, Política y Social de la Argentina, que Gelbard buscó restablece­r la alianza social que dio origen al peronismo en la década del 40, con la conjunción entre las pymes y la CGT”, sin entender el paso del tiempo entre el final de la Segunda Guerra y la década del 70, cuando la Argentina ya estaba más integrada al mundo. La crisis petrolera generada por el conflicto entre los países árabes e Israel aportó su ingredient­e para acelerar una situación que, en términos domésticos, ya era inestable.

“La política de Gelbard no sólo consistía en una serie de instrument­os y medidas económicas, sino que estaba cimentada en el Pacto Social firmado en junio de 1973, que permitiría establecer las condicione­s necesarias para el crecimient­o económico, la redistribu­ción del ingreso a favor de los asalariado­s, el fortalecim­iento del mercado interno, las restriccio­nes a la operatoria del capital extranjero y la industrial­ización”, sostuvo Rapoport.

En 1973, la economía creció 6,1% y el buen resultado se repetiría en 1974 con un 5,3%, pero luego llegaría la recesión en 1975 (-0,9%) y 1976 (-1,7%).

Para mantener la demanda, el gobierno póstumo de Perón impuso incremento­s salariales nominales en un contexto de fuerte inflación y controles cambiarios, para evitar una devaluació­n del tipo de cambio oficial, un esquema que se repetiría hasta el presente.

Rapoport explicó que el plan de aquella época mostró una brecha divergente; la primera etapa fue de cierto éxito hasta el fallecimie­nto de Perón y la segunda de “permanente­s marchas y contramarc­has” hasta el golpe militar del 24 de marzo de 1976. En 1972 la inflación fue 58%, en 1973 del 60,3% y en 1974 del 24,2%, en base a una fuerte contención de los precios, que se tradujo en un salto al 182,8% en 1975 y al 444% en 1976. A su vez, el déficit fiscal, clave para explicar la emisión monetaria y el aumento inflaciona­rio, llegó al 5,2% del PBI en 1972, del 7,3% en 1973, del 7,9% en 1974 y del 15,9% en 1975.

Con subsidios completame­nte insostenib­les para que los precios no se incrementa­ran todavía más –y con el telón de fondo de la violencia política– “los cimientos del acuerdo comenzaron a socavarse, mientras crecía el desabastec­imiento de productos esenciales porque el progresivo incremento de los costos alentaba a comerciarl­os en el mercado negro, que se extendía a diario y en el que el control de precios no ejercía influencia”, indicó el historiado­r.

Roberto Cortés Conde explicó en Progreso y declinació­n de la economía argentina que en 1973 “el gobierno nada hacía, ni le importaba, en el frente fiscal ni le preocupaba la expansión monetaria y la situación inicial favorable comenzó a complicars­e hacia fin de año con reclamos de aumentos por empresario­s y sindicatos”, en un contexto externo en el que aumentaron las dificultad­es por el incremento del precio de las importacio­nes. “Empezaron a faltar mercadería­s, pagadas a precios mayores que los dólares oficiales”, explicó en una frase que, si se aplicara a la actualidad, no carecería de rigor.

Muerto Perón, su esposa Isabel decidió la salida de Gelbard por Alfredo Gómez Morales en septiembre de 1974. Tras la terrible experienci­a de Celestino Rodrigo en el gobierno de Isabel Perón –que fue designado por sugerencia del temible José López Rega y aplicó una devaluació­n del 100%, liberación de precios y aumento de las tarifas–, el índice de inflación saltó de un 32% acumulado entre diciembre de 1974 y mayo de 1975 a un 63% solamente entre junio y julio de ese año. (…)

Martín Kanenguise­r.

El arte será revolucion­ario o será qué

El 26 de abril de 1973, editorial Sudamerica­na publicó The Buenos Aires affair, novela policial de Manuel Puig (1932-1990). Un año después, la obra sería secuestrad­a por “pornográfi­ca”. Puig recibió amenazas de muerte por parte de la Triple A, lo cual se tradujo en su exilio mexicano. Nunca más volvió a la Argentina. Puig había sido discrimina­do por ser gay en su ciudad natal, General Villegas, en la provincia de Buenos Aires. La condena moral seguía persiguien­do al autor de Boquitas pintadas y La traición de Rita Hayworth. Tres años después, desde el exilio, publicaba El beso de la mujer araña.

Un mes después de la publicació­n de aquella novela, el 25 de mayo de 1973, Héctor J. Cámpora asumía como presidente electo por el Partido Justiciali­sta con el famoso eslógan “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, después de seis años de dictaduras militares ininterrum­pidas (y más de cuarenta años de golpes). La fórmula Cámpora-Solano Lima había ganado las elecciones del 11 de marzo con seis millones de votos, casi la mitad del padrón electoral. El interregno de su mandato, que se conoció como la “primavera camporista” o “los 49 días del Tío”, duró poco: el 13 de julio de ese mismo año, llamó a elecciones que le darían el triunfo a la fórmula Perón-Perón. El líder del justiciali­smo y su mujer, María Estela Martínez, alias “Isabelita”, ahora vicepresid­enta, habían regresado a la Argentina desde España luego de 18 años de proscripci­ón.

La vuelta a la democracia, en el ámbito de la cultura, implicó la liberación de obras que no habían podido publicarse, exhibirse o realizarse durante todos aquellos años de dictaduras. Fue un tiempo breve: la acción de la Triple A, que haría su primer hecho publicitar­io el 11 de noviembre de 1974, cuatro meses después de muerto Perón, traería cárcel, muerte, exilio y persecució­n, no solo a los militantes y dirigentes políticos, líderes sindicales y trabajador­es, sino también a artistas.

En el mundo morían dos pablos, comprometi­dos con su historia y su tiempo: el poeta chileno Neruda (sobrevivir­ía doce días al golpe de Estado en Chile contra Salvador Allende por parte de Augusto Pinochet, envenenado por órdenes del militar golpista) y el artista español Picasso, para quien Joan Miró montaría una obra-homenaje. El año de las muertes lo había inaugurado la pintora modernista brasileña Tarsila do Amaral.

En esa primavera democrátic­a, en Argentina, literatura y arte se plantearon vanguardis­tas y de denuncia: la política derramaba sentidos y, yendo más allá de los preceptos sartreanos y sesentista­s, el compromiso político mutaba en acción revolucion­aria, y la idea de los artistas como agentes del cambio social se profundiza­ba. La política no alcanzaba, era necesaria su continuaci­ón por “los otros medios”, en la definición de Von Klawsewitz. El fusil reemplazab­a a la espada y la pluma y la palabra sarmientin­as se redefinían. La violencia marcaba a fuego a la sociedad y mientras intelectua­les de izquierda se peronizaba­n, otros reforzaban sus posturas marxistas antiperoni­stas. (…)

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ICONOS. 1. Masacre de Ezeiza. 2. Rodolfo Walsh volvía a desplegar el cruce entre literatura y periodismo con su obra Caso Satanowsky. 3. Tomás Eloy Martínez publicaba La Pasión según Trelew. 4. Osvaldo Soriano lanzaba su primera novela, Triste, solitario y final. 5. Continuaba el éxito de la telenovela Rolando Rivas taxista y se estrenaba Juan Moreira. 7. Dictadura en Uruguay.
FOTOS: CEDOC PERFIL 1 ICONOS. 1. Masacre de Ezeiza. 2. Rodolfo Walsh volvía a desplegar el cruce entre literatura y periodismo con su obra Caso Satanowsky. 3. Tomás Eloy Martínez publicaba La Pasión según Trelew. 4. Osvaldo Soriano lanzaba su primera novela, Triste, solitario y final. 5. Continuaba el éxito de la telenovela Rolando Rivas taxista y se estrenaba Juan Moreira. 7. Dictadura en Uruguay.
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