“El estigma de ‘planero’ es muy negativo y poderoso”
La sociología desempeña un papel clave en la comprensión y contextualización de la asistencia social y el trabajo formal. Ariel Wilkis, doctor en la materia, investigador del Conicet y director de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional de San Martín, dialogó con Acciones sobre la importancia de contar con empleo, así como de los prejuicios, estigmas y consecuencias que sufren los beneficiarios de planes sociales.
¿Qué lectura hacés de la frase “el trabajo dignifica”?
Tiene fuentes filosóficas y políticas que vienen a dar cuenta de la jerarquía que posee la actividad laboral para producir reconocimiento en las personas, tanto en términos personales como en términos sociales.
En términos personales, porque es en la actividad laboral donde las personas encuentran el sentido más elevado de sus vidas.
En términos sociales o colectivos, porque el trabajo es la actividad que organiza los reconocimientos materiales y simbólicos asociados al lugar que se ocupa en la sociedad.
Si bien esta frase o esta idea siempre es discutida, hubo, sobre todo en las últimas décadas, movimientos que la cuestionaron de raíz, sosteniendo que el trabajo no es la principal fuente de producción de dignidad o reconocimiento para las personas. Al mismo tiempo, siempre se generaron fuerzas o movimientos contrarios que siguen sosteniendo el lugar crucial clave del trabajo para producir vidas dignas.
¿Cómo impacta en una persona pasar de cobrar un plan social a tener un trabajo formal?
El pasaje a un trabajo formal supone, sobre todo, entrar a un registro de la protección social con garantías de estabilidad salarial y laboral. Además, le otorga estabilidad a la persona una vez que se acaba la relación laboral, es decir, cuando se ingresa al régimen de jubilación. Son todos principios o propiedades todavía altamente valoradas por la sociedad. No obstante, hay que ser conscientes de que, en la Argentina de hoy en día, contar con un trabajo registrado o formal no supone, necesariamente, tener condiciones de vida garantizadas.
La distribución de los niveles salariales que se ha producido en el país en los últimos años ha hecho que prolifere el trabajo. Incluso, el trabajo formal, pero con ingresos bajos y hasta generando la paradoja de que haya trabajadores formales que se encuentran bajo la línea de la pobreza.
El segundo punto, también a tener en cuenta, es el pasaje del trabajo precario al formal. Puede, indudablemente, implicar una mejoría, pero, sin embargo, no suponer necesariamente un bienestar global. Por ejemplo, en los últimos años creció un 20% la cantidad de inquilinos en la Ciudad de Buenos Aires. El desarrollo de la inquilinización es un proceso que ha aumentado las desigualdades en torno a la tenencia de la propiedad.
Por lo tanto, contar con un buen empleo, incluso un buen salario, pero tener que alquilar es una combinación que deja a las personas y a las familias en una situación de vulnerabilidad. Esta reflexión supone, en consecuencia, no ver al trabajo de manera aislada, sino comprender el bienestar, las situaciones de vida de las personas y de las familias de una manera más integral y global vinculando empleo, vivienda, salud y educación.
Para el sociólogo, esa figura atribuye responsabilidades individuales a lo que es, en el fondo, una falla o un fracaso del sistema. Destaca, además, la importancia de acceder a un trabajo formal.
Hay también un estigma respecto de la persona que recibe un plan social.
El estigma del “planero” ha sido uno de los principales o más poderosos producidos en la Argentina en las últimas dos décadas. Si uno hace un recuento o trata de identificar cuáles han sido los estigmas más negativos, con mayor repercusión sobre la identidad social negativa de determinados sectores, el de “planero” probablemente ocupe un lugar destacado.
Trata de individualizar o atribuir responsabilidades individuales a lo que es, en el fondo, una falla o un fracaso del sistema.
La figura de “planero” remite a casi una voluntad o decisión individual de optar por no trabajar en el marco de un contexto donde el empleo escasea o, como ahora, en la actualidad, que lo que escasea es el trabajo no precario y con buenas remuneraciones.