La construcción de ‘Schiaretti gobernador’: de la crisis política del 2007 al aluvión de votos en 2019
El próximo domingo, Juan Schiaretti le entregará el mando a Martín Llaryora. Así, se pondrá en marcha una nueva fase del cordobesismo que impulsó el propio Schiaretti con su socio político, José Manuel de la Sota, aunque ahora esa expresión para definir la expresión peronista de Córdoba se denomine “partido cordobés”, es decir el peronismo integrado con otros espacios políticos, como el radicalismo, entre otros.
La nueva era que se pondrá en marcha el 10 de diciembre tuvo sus inicios en 1999, con el triunfo de José Manuel de la Sota, después de tres intentos, y con la continuidad que logró Schiaretti tras dos mandatos del fallecido exgobernador.
Sin embargo, los comienzos para Schiaretti en su ‘fase gobernador’ no fueron fáciles.
El 2 de septiembre de 2007 derrotó por escaso margen al opositor Luis Juez, en un escrutinio cargado de incertidumbre y polémicas. Hubo denuncias de fraude y masivas movilizaciones en los días posteriores, que generaron una profunda crisis política en la Provincia, a tal punto que durante un mes y medio se produjeron protestas en las calles de Córdoba y obligaron al flamante gobernador a impulsar una reforma del antiguo sistema electoral cordobés.
El escrutinio provisorio estableció una diferencia de 1,17% a favor de Schiaretti (Unión por Córdoba) sobre Juez (Frente Cívico y Social), aunque este último rechazó el escrutinio provisorio al considerarlo fraudulento (hizo hincapié en el corte de luz que se produjo en la sede del Correo, donde se contaban los votos) y recurrió a la Justicia, exigiendo la apertura de todas las urnas y el recuento de voto por voto.
En el escrutinio definitivo, la justicia electoral decidió la apertura de 711 urnas cuestionadas (sobre un total de 6.152 mesas), pero no de aquellas sobre las que no se habían realizado impugnaciones. La jueza electoral Marta Vidal fue la encargada de supervisar ese escrutinio, de la misma manera que lo hizo este año, cuando Martín
El actual gobernador llegó al poder ganando una elección que despertó sospechas y originó denuncias de fraude de su contrincante. De esa elección, en septiembre del 2007, surgieron los cambios del régimen
Llaryora derrotó por 3,3 puntos a Juez. Aunque el líder del Frente Cívico habló de irregularidades en los comicios de este año, no realizó ningún planteo en la Justicia, como en aquella oportunidad, cuando llegó a presentar un recurso extraordinario en la electoral y el nacimiento de la boleta única de sufragio. En la construcción del ‘Schiaretti gobernador’, las otras dos elecciones no dejarían dudas del apoyo al cordobesismo que impulsó con José Manuel de la Sota.
Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Finalmente, el 4 de octubre terminó el escrutinio definitivo estableciendo la victoria de Schiaretti sobre Juez por un escaso 1,13% (37,17 contra 36,04). ¿La diferencia a favor de Schiaretti? Apenas 17.734 sufragios.
Primer período de transición.
Tal vez por ese escaso margen de votos que lo llevó a la gobernación y porque De la Sota era la figura más reconocida del peronismo cordobés, el primer período de Schiaretti se recuerda casi como una transición entre las gestiones de De la Sota. Repasando los diarios de esa época, Schiaretti definía a su gobierno como “progresista” y se encargaba de remarcar que bajo su administración “se llevó agua a todos los rincones de la Provincia”.
Distinto sería el panorama en el 2015, cuando se presentó a las elecciones acompañado por Martín Llaryora como vicegobernador. Esta vez, el triunfo sobre la fórmula Aguad-Baldassi fue por seis puntos y Schiaretti pudo poner en marcha un ambicioso plan de obras públicas que lo mantendría hasta el último día de su mandato y que le serviría para remarcar las diferencias históricas que mantuvo con el kirchnerismo.
Sin embargo, su trayectoria política se coronaría en 2019, tras las elecciones en las que superó a Ramón Mestre y Mario Negri, quienes se presentaron por separado. La diferencia que logró Schiaretti fue la más amplia que alcanzó un mandatario en Córdoba, logrando el 54% de los votos.
Mientras la mayoría del peronismo creía ver en Schiaretti un candidato para las presidenciales, a través de Alternativa Federal –de la cual también formaban parte Sergio Massa, Miguel Ángel Pichetto y Juan Manuel Urtubey– el cordobés dijo que “no podía traicionar a los cordobeses que lo habían votado para ser gobernador”. El ‘pase’ de Massa al kirchnerismo terminó por desarmar la alianza y el encono con el tigrense se mantiene hasta hoy, incluidas feroces críticas durante la campaña electoral.
Sin la posibilidad de ir por otro mandato, Schiaretti se concentró en la última parte de su gobierno en el escenario nacional y dio pelea por la presidencia, aunque quienes lo conocen asegura que su objetivo real se cumplió con creces, luego de obtener el 7% de los votos en la elección general: ser árbitro en la disputa entre Sergio Massa y Javier Milei y convertirse en un actor destacado en la gobernabilidad que necesitará, desde el próximo 10 de diciembre, el líder de La Libertad Avanza.
como ministro de Producción. Allí, quizás sin saberlo, los dos ponían la piedra basal de una sociedad política que se extendió por dos décadas.
En el período 2003-2007, De la Sota repitió y su vice fue Schiaretti. En 2007, quien fuera interventor federal en Santiago del Estero durante el menemismo buscó ser gobernador. Y derrotó a Luis Juez en el marco de un escrutinio escandaloso y plagado de sospechas. La gota que colmó el vaso fue un repentino corte de luz en el Correo cuando se hacía el escrutinio, lo cual generó una gran cantidad de especulaciones.
El jefe del Correo era Eduardo Di Cola, quien después de ese episodio tan contradictorio vio cómo estallaba su carrera política. Después se dedicó a recoger algunas migajas que le dejaba el kirchnerismo.
Schiaretti surfeó todas las acusaciones y llegó indemne al final de su primer mandato, en diciembre de 2011.
Días antes de las fiestas navideñas fue al centro comercial de Villa Cabrera y compró unos regalos. Se encontró de casualidad con un periodista y compartió un café, durante aproximadamente una hora. En ese lapso, al interlocutor le
llamó la atención que casi no se acercaran personas a interactuar con ese hombre que acababa de finalizar su gestión como gobernador. Apenas pasaron unas cuatro personas, dos de ellas dirigentes territoriales del peronismo.
Lo sucedió De la Sota y en 2015, cuando el fallecido exgobernador finalizó su tercer mandato, Schiaretti fue por su primera reelección, que ganó con más claridad que la primera vez, en 2007.
Ya en ese segundo gobierno, consolidó uno de los principales rasgos distintivos de su gestión: la obra pública y el reconocimiento se lo terminó de dar la gente cuando se concretó la realización de obras viales de magnitud, como la Circunvalación en la ciudad de Córdoba.
Ahora finaliza su tercera gestión y se va con más del 70 por ciento de imagen positiva. Hoy, si fuera al bar del shopping no podría tomar su ‘lágrima’ tranquilo. La gente se le arrimaría en cuestión de minutos.
En el medio pasaron cosas. Fue un tímido candidato presidencial en la primera vuelta y transitó los caminos de la marginalidad, porque sacó apenas
un poquito más de cuatro por ciento en las PASO. Luchó para vencer sus puntos débiles, porque se sabe que no era el mejor en oratoria ni tampoco se distinguía por la empatía.
Llegó el turno de los debates y jugó todas sus fichas a ganador y apostó bien, porque pudo instalarse e instalar la marca Córdoba y su participación fue motivo de comentarios de todo tipo, que lo pusieron en la consideración popular. El ‘70-30’ de la fórmula para preparar el fernet con cola, lo puso entre los privilegiados. En esa primera vuelta del 19 de octubre consiguió el siete por ciento de los sufragios y se convirtió en un árbitro. Sin decirlo, apoyó a Javier Milei y el presidente electo lo valoró a punto tal que tomó a algunos de sus hombres para la gestión que comenzará el 10 de diciembre.
Schiaretti y Mauricio Macri son la capa de ‘casta’ que tendrá el gobierno de La Libertad Avanza, aunque el gobernador saliente no quiera admitirlo, vaya a saber por qué razones.
En el fondo, tal vez lamente su gran error político: no haberse lanzado nacionalmente en 2019, luego de su aplastante victoria en Córdoba, donde
candidato para pelearle en las internas y con el aval de Schiaretti, Llaryora lo derrotó.
Después vendría una reconciliación entre el fallecido caudillo peronista y el todavía intendente de Capital, que sería ministro, diputado nacional y vicegobernador empujado por toda la estructura delasotista. A eso hay que recordarlo, aunque también tuvieron momentos tensos en la relación. En esos tiempos, Schiaretti luchaba contra una ola de trascendidos falsos que hablaban sobre la fragilidad de su salud.
Ahora, tratará de acomodarse para convertirse en un líder nacional del peronismo, remarcando sus rasgos antikirchneristas delineados en 2005, cuando Néstor Kirchner le pidió que fuera candidato a diputado nacional y ni siquiera le contestó. Prefirió hacer un viaje a Rusia y luego visitar a un hijo que estaba radicado en Barcelona.
Ese fue el punto final en la relación de Schiaretti con Néstor y Cristina, que nunca se lo perdonaron. A partir de ese momento, lo llamaron “traidor”, cosa que al cordobés parece no conmoverlo, ni mucho menos.