Tras una década de ‘silencio’, Mariano Cuestas expone en El Gran Vidrio
Así como los trabajos de Andy Warhol exploraron la cultura popular y el vínculo del arte con el crecimiento de la publicidad a través de productos de consumo masivo (en las décadas de 1950 y 1960 instaló el pop art en la sociedad norteamericana con sus icónicas latas de sopa Campbell), Mariano Cuestas hace lo propio seis décadas después en Córdoba.
Con una fuerte referencia a lo urbano, el artista cordobés refleja en su obra todos sus consumos culturales, que no son pocos. En sus dibujos y pinturas se encuentran vestigios de personalidades como Foucault, Duchamp y Van Gogh, hasta pintores como Georg Baselitz o alusiones expresas a Martin Kippenberger, el padre de les enfants terribles alemanes. “Kippenberger es mi artista favorito. Casi todos los alemanes me gustan pero él tiene un trabajo de expresionismo y de mezclar lo figurativo con algo de lo abstracto que me atrae mucho. Y creo que un poco mi obra es eso, a veces tiendo a ser más abstracto y a veces más figurativo. Además, Kippenberger tiene un manejo del color que me parece increíble. Así como en la música dicen que no hay, después de los Beatles, nada superador, en la pintura pasa lo mismo, hay una camada de los alemanes y del expresionismo que no volvió a repetirse”, empieza diciendo el artista a PERFIL CÓRDOBA.
En una puja constante entre el publicista y el artista, Cuestas confiesa que le resulta difícil mantener ambos mundos disociados. “Yo no dejo de poner en mi obra lo que consumo. Los libros, la música, la gastronomía. Y con la publicidad tengo una relación rara, una historia de amor y odio. Trato de ser más libre, más artesanal, de no llevar la publicidad al arte pero es algo que está dentro mío. Sigo dibujando con lapicera, con lápiz, pintando con brocha, trato de ser un pintor de la vieja escuela, la de los pintores alemanes, pero estoy atravesado por el consumo, las marcas, la indumentaria. He trabajado mucho con la moda, con el lado intelectual de la moda. Sigo comprando revistas como Ohlalá, Vogue y las intervengo. Estoy atravesado por las marcas y creo haber aprendido mucho de la rigurosidad con la que se maneja la imagen”.
Así, Adidas, Heinz o Fitship –marcas con las que su ‘yo publicista’ trabaja– se cuelan en los distintos soportes que su ‘yo artista’ utiliza como base para sus expresiones estéticas. “Algunos me dicen que mi plástica es muy seductora, lo que hace que el contenido pase desapercibido. A veces pongo nombres de bandas y la obra la compra una persona que ni siquiera la conoce. Eso termina haciendo perder el significado de las cosas que ponés, que es lo contrario a la
Unas 40 piezas curadas por Dante Montich se muestran desde el viernes en la galería de arte de Humberto Primo 497. Con lo urbano como telón de fondo y los consumos
publicidad. Yo pongo un bolso de tenis porque soy adicto al tenis y lo he jugado toda mi vida, pero no lo pongo como referencia al tenis en sí mismo culturales del propio artista atravesando toda su obra, la exposición se asienta en un relato poético que lleva al visitante por los nostálgicos pasillos del pop art y
sino porque me sirve como elemento práctico, como excusa para componer”, explica.
Una serie de dibujos pegados a las paredes con cinta el universo publicitario. Considerado a sí mismo un outsider del arte local y del mundo de la publicidad, el artista vuelve a exponer después de más de 10 años.
adhesiva evidencian la impronta de Dante Montich, curador de la muestra: “Él quiso mostrar cierta rusticidad y contraste con el resto de obra enmarcada, desde la curaduría”.
En las distintas series, también pueden verse personajes vinculados a la música, que van desde Tom Waits hasta Bad Bunny. Y escritores como Raymond Carver, César Aira, Susan Sontag o Roberto Bolaño dan cuenta de la importancia de la literatura en su vida y en su producción artística: “El libro ‘Los dos payasos’, que yo hago aparecer en uno de mis dibujos, significa mucho en la obra de Aira y probablemente el que compre la obra no lo sepa. Pero para mí es importante que esté”, ejemplifica.
Con el sello de ‘Rotisero’ en algunos de sus lienzos se cuela otro de sus hobbies: los viajes y la gastronomía, porque Rotisero es también una invitación a pensar los consumos culturales desde las propias vivencias del artista.
Y englobando todo –algo así como una suerte de ‘Paraguas’, para usar jerga publicitaria–, la grafía ‘Can’ esparcida en toda su obra (y tatuada en su brazo izquierdo) que más que palabra es un concepto en la obra y en la vida de Cuestas: Poder.
“Me gustan las letras de Can. Siempre pensé que todos podemos, en materia de emprendedorismo, me refiero. Por otro lado, los publicistas trabajamos siempre con slogans y con frases. Pero Can es también el nombre de una banda de música que me gusta. Y es un gesto, algo que viene, algo abstracto también”, finaliza.