Tensiones transnacionales en las últimas Copas del Mundo

Un monorriel en la ciudad de Manaos que nunca se concretó, la muerte de miles de obreros luego de estar trabajando en promedio más de 10 horas a 39° grados en una de las obras exigidas para Qatar, la orden a las cadenas televisivas que no filmen la bandera LGTBIQ+ durante Rusia 2018 o el Cape Town Stadium de Ciudad del Cabo que costó casi 600 millones de dólares que nunca más se usó para un partido de fútbol y que quedó abandonado, son algunas de las consecuencias que puede dejar en un país la realización de la Copa Mundial de la Fifa.

La complejidad que el escenario internacional actual ofrece, fruto de las consecuencias de la globalización, la interdependencia y el transnacionalismo, hace que las miradas tradicionales de las ciencias sociales –en general– y de las relaciones internacionales –en particular–, no puedan explicar otros nuevos fenómenos que atraviesan a todas las sociedades modernas. Esos hechos y fenómenos, y que escapan a las miradas tradicionales de análisis, son hoy una muestra contundente de los acontecimientos que se reflejan en el mundo.

Pensar a la práctica deportiva como simplemente recreativa, lúdica o sin atisbos de cariz político, es un error. El deporte y el fútbol desde su mismo nacimiento han estado atravesados de manera significativa por componentes políticos. Es un medio de legitimación internacional para Estados recién creados, como sucedió principalmente en el proceso de descolonización africano y asiático de la década de 1960; ha sido utilizado por regímenes autocráticos y dictatoriales para exportar una imagen hacia el exterior, como el caso emblemático de la Copa Mundial de Argentina en 1978 o también es una herramienta para hacer un ‘sports washing’ o un lavado de cara a través del deporte, como en el caso de Qatar o el objetivo que persigue Arabia Saudita de cara a 2034.

Es así que el deporte en general –y más específicamente el fútbol– han evolucionado a la par de los avances y reivindicaciones de las sociedades occidentales modernas y se convirtieron en una herramienta más de consumo y de negocio del propio capitalismo, fundamentalmente desde finales de la década de 1980 del siglo pasado, cuando el proceso globalizador se instaló definitivamente en el sistema internacional. Grandes empresas multinacionales invierten considerables sumas de dinero para hacerse de la publicidad de estos eventos que son vistos por más de la mitad de la humanidad, como así también la competencia de las principales cadenas de televisión por hacerse de los derechos de transmisión de esas competencias deportivas.

Entonces, el deporte y el fútbol son un espacio de análisis de la sociedad actual y que puede ser abordado desde muy diversos ángulos, ya sea el derecho, la política, las relaciones internacionales, la sociología, la economía o cualquier otro enfoque. Es un fenómeno social totalizador que encierra múltiples intereses políticos, geopolíticos, económicos, sociales y culturales.

Como consecuencia de todo este proceso, surgieron y se consolidaron como actores transnacionales de relevancia las entidades deportivas internacionales, entre las cuales, la Fifa (Federación Internacional de Fútbol Asociado), ocupa un lugar de importancia. Esta organización que tiene a su cargo el gobierno de fútbol en todo el planeta, es el hilo conductor del libro ‘Fifa en el escenario global’. Aborda y analiza cómo la Fifa ha logrado crear, moldear, consolidar y profundizar el poder que ostenta en el escenario internacional y que maneja como si se tratara de un verdadero Estado. La Fifa, gracias a su principal y más importante herramienta, la Copa Mundial de Fútbol, ha creado, manipulado y profundizado una impronta e importancia global inédita.

El fútbol es un verdadero objeto de interés por parte de las disciplinas científicas, especialmente desde las relaciones internacionales. Ese abordaje se presenta desde los mismos orígenes de este deporte, pasando por el contexto político, económico y social de nacimiento de la Fifa y su posterior consolidación como ente global de relevancia que presiona a los gobiernos nacionales. El análisis también profundiza en los condimentos políticos que llevaron a esos países a organizar este campeonato teniendo en cuenta los diversos objetivos estatales que persiguieron tanto Sudáfrica como Brasil.

Se abordan, por ende, las citas mundialistas de Sudáfrica, Brasil y Rusia y cómo tuvieron tal nivel de injerencia en esos Estados. La Fifa, por lo tanto, entra a los países de manera contundente, exige normativas, esfuerzos fiscales, económicos y políticos, presiona para implementar hasta el mínimo detalle de marketing, como también enormes acciones de las fuerzas de seguridad y solicita hasta la creación de delitos penales y civiles para salvaguardar sus intereses y de sus patrocinadores.

La Fifa actúa como un verdadero poder internacional, aún sin tener ejército, ni policías, ni jueces y ni siquiera un territorio, exige y extrae de los países que organizan la Copa del Mundo los máximos beneficios posibles para sus intereses corporativos, como así también para las grandes empresas patrocinadoras y de televisación, haciendo del fútbol y de la máxima competencia futbolística, un verdadero y fenomenal negocio lucrativo y transnacional.