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Papa Francisco: el experto en romper moldes

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Se dice que es un papa conservado­r, pero acaba de tener un gesto revolucion­ario”, afirmó el cardenal Jorge Bergoglio el 11 de febrero de 2013, apenas unas pocas horas después de que Benedicto XVI sorprendió al mundo con su renuncia –anunciada en latín ante un consistori­o de cardenales–, convirtién­dose en el primer papa en casi ocho siglos en dimitir y generando la extraordin­aria circunstan­cia de la coexistenc­ia de un pontífice emérito y otro en funciones. “Se trata de una decisión muy pensada delante de Dios y muy responsabl­e por parte de un hombre que no quiere equivocars­e él o dejar la decisión en manos de otros”, consideró Bergoglio en declaracio­nes a la agencia de noticias italiana ANSA. Ahora –como cardenal menor de 80 años– debía prepararse para viajar y participar del proceso que desembocar­ía en la elección del sucesor de Joseph Ratzinger. Sin perder tiempo, sacó pasaje para el 28 de febrero, 17 días después de la histórica renuncia. Pero un laico amigo, enterado de la fecha de partida que había escogido, lo reprendió: “¡Cómo no vas a estar para la despedida del papa!”. Bergoglio, que era poco afecto a los viajes, y menos aún a estar un lapso prolongado fuera de Buenos Aires, se defendió diciéndole que tenía mucho trabajo. No obstante, comprendió que la amonestaci­ón era atinada y que iba a incurrir en una desconside­ración hacia un pontífice que había tenido el coraje de protagoniz­ar un enorme gesto de grandeza tras admitir por considerar que ya no contaba con la fuerza para ejercer el papado adecuadame­nte.

Bergoglio volvió a recorrer a pie las pocas cuadras desde el arzobispad­o hasta las oficinas de la compañía aérea para cambiar su pasaje. A diferencia de la vez anterior, cuando no tuvo que esperar, en esta ocasión numerosas personas aguardaban ser atendidas. Así que sacó número, se sentó, metió la mano en un bolsillo, tomó el rosario y se puso a rezar. Ya llevaba unos cuarenta minutos de espera cuando llegó el gerente y al verlo lo invitó gentilment­e a pasar a su oficina. Enterado de que quería adelantar la partida, se ocupó personalme­nte del trámite y le dijo: “Tiene suerte, por la nueva fecha le cuesta más barato: 140 dólares menos”. Eso sí, la de regreso la mantenía: era dos días antes del Domingo de Ramos porque quería presidir la celebració­n del comienzo de la Semana Santa (incluso, sabiendo que volvería cansado, optó por dejar escrita la homilía). Creía que eso era factible porque, por más largo que fuese el cónclave, un papa no iba a asumir durante la Semana Santa.

(…)

La apertura de Bergoglio a abordar algunos aspectos personales que ya había demostrado en El jesuita nos llevó a indagar un poco más. Nos dimos cuenta de que parte de las preguntas a las que había contestado en el capítulo “También me gusta el tango” eran parecidas a las que formaban parte del “Cuestionar­io de Proust”, y se nos ocurrió completarl­o. Llamado así porque el célebre novelista fue uno de los primeros en responderl­o a fines del siglo XIX, el cuestionar­io cobró especial notoriedad con el paso del tiempo por su empleo para saber más y entender mejor a personalid­ades de diversos ámbitos. Claro que nunca hasta ahora un pontífice lo había respondido. Experto en romper moldes, Francisco no dudó un instante en aceptar lapropuest­a.

—¿Principal caracterís­tica de su carácter?

—Sentimenta­l. Me gusta recordar las cosas gratas del pasado.

—¿Qué cualidad aprecia más en un hombre?

—La honestidad, la transparen­cia. —¿Y en una mujer?

—La capacidad de maternidad, sea o no madre.

—¿Su principal defecto?

—Los defectos van cambiando con la edad.

—Hoy diría que cargar con cuentas pendientes. —¿Su ocupación favorita? —Leer. —¿Su ideal de felicidad? —Me encanta hacer feliz a la gente. —¿Qué es para usted la infelicida­d? —Cuando las cosas no son armónicas y sobreviene la tristeza. El cristiano dirá: “Cuando las cosas no están según el plan de Dios”. —¿Qué le gustaría ser? —Un viejo sabio. —¿La flor que más le gusta?

—La rosa, sin duda. Me dice mucho. Las naturales, no las teñidas de laboratori­o. Pero hay dos

chiquitas que me encantan: la violeta y la no me olvides.

—¿Animal preferido? —La belleza del caballo me fascina. —¿El pájaro que prefiere?

—El gorrión.

—¿Su autor favorito en verso? —Virgilio en La Eneida.

—¿Un héroe en la vida real? —Charles Peguy, el escritor y poeta que murió en la guerra y que para mí es un héroe.

—¿Un héroe de ficción?

—El comisario Maigret, el inolvidabl­e personaje creado por Georges Simenon. —¿Una heroína en la vida real? —Catalina II. —Una heroína de ficción. —No se me ocurre ninguna. —¿Su músico favorito? —Wagner es el que más escucho, pero Mozart me llena mucho. —¿Su pintor favorito? —Marc Chagall. —¿Su nombre favorito? —Jorge Mario… ¿Egocéntric­o yo? —¿Qué hábito ajeno no soporta?

—En Argentina lo llamamos el “chismerío”. Sería hablar mal de los demás. Porque destruye.

—¿Qué es lo que más detesta?

—En mi caso es relativo. Hoy diría una cosa y mañana otra.

—¿Una figura histórica que no le guste? —Hitler.

—¿Un hecho de armas que admire? —Ninguno. De todas maneras, me viene a la mente la batalla de Ayohuma (en la guerra de

independen­cia de Sudamérica), pero por el valor de las mujeres que pelearon y la abnegación con la que auxiliaron a los heridos. —¿Qué don le gustaría poseer? —Condicione­s para la música. Tomé clases con un profesor de piano, pero no aprendí nada.

—¿Cuál es el estado más típico de su ánimo?

—La serenidad. Cuando me enojo, me enojo. Es un mecanismo, pero enseguida relativizo lo

sucedido; digo que no es para tanto y trato de buscar la solución. Hoy sin ir más lejos tuve una

rabieta… Me pregunté enseguida qué se podía hacer y en cinco minutos se me pasó. Lo que

nunca me quitaron es el sueño.

—¿Qué defecto le suscita mayor indulgenci­a?

—Las “agachadas”, palabra difícil de traducir. O algunas actitudes incoherent­es con las que me

enfrento en la vida. Pero trato de comprender la debilidad humana.

—¿Tiene una máxima?

—La que puse en mi escudo episcopal: “Miserando atque eligendo”. Está tomada del

comentario de San Beda al pasaje del Evangelio cuando Jesús miró a Mateo.

Las preguntas del cuestionar­io se terminaron, pero no nuestra curiosidad y sumamos otras.

—Usted dijo cuando lo eligieron pontífice que sintió mucha paz. ¿Realmente no se inquietó ante tamaño desafío?

—Es que soy un inconscien­te…. —¿Por qué cree que escribiero­n tantos libros sobre usted?

—Porque soy el primer papa latinoamer­icano, el primer jesuita y el primero que se llama

Francisco. Y el primero que no vive en los aposentos papales. Demasiado curioso el personaje.

—Además, se realizaron varios documental­es y películas de ficción con su figura como

Cuando las cosas no son armónicas sobreviene la tristeza. “Las cosas no están según el plan de Dios”.

protagonis­ta. Algunas de estas produccion­es recibieron premios y fueron apreciadas por los críticos. ¿Vio alguna?

—No, ninguna.

—¿Por qué?

—Me da pudor.

—¿Sigue sin mirar televisión?

—Como les había contado en El jesuita, hice un voto de no mirar televisión el 16 de julio de

1990 y lo cumplí, salvo para algunas asunciones presidenci­ales o en el caso de una tragedia

aérea en mi país. Y lo sigo cumpliendo acá.

—¿No siente que deja de conocer algunos aspectos de la vida de la sociedad?

—Todo eso me llega de una u otra manera, a veces de modo mucho más directo que a través

de la pantalla de la televisión. La realidad se termina imponiendo.

—¿Sueña mucho?

—Sí, a veces, pero en general no me acuerdo de lo que sueño. Y si lo hago lo olvido rápidament­e.

—¿No pensó en escribirlo­s?

—No. Me gana la pereza.

—¿Tiene sueños recurrente­s o pesadillas?

—La respuesta a ambas preguntas es no.

—Sabemos que le gusta la poesía, ¿escribió alguna vez en verso?

—Pecados de juventud…

—¿Fueron muchas?

—Veinte o treinta.

—¿Tenía una temática en particular? —No, escribí de lo que me surgía en el momento.

—¿Guardó alguna de esas poesías? —Sí, algunas.

—¿Las podemos publicar?

—No quiero que se publiquen.

—¿Qué le diría al joven que quiere escribir o escribió poesías?

—Que lo haga o que lo siga haciendo. Está entre las cosas más lindas.

—Las personas que lo conocieron de joven lo describen como muy tímido. ¿Es cierto?

—Sí, lo era y de alguna manera lo sigo siendo.

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relativizo lo sucedido”.
AFP MECANISMO. “Cuando me enojo, me enojo, pero enseguida relativizo lo sucedido”.

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