Un policial inconcluso
Podrá el lector intuir que el escritor velado detrás del misterio de su novela impar es una especie de Rodolfo Walsh u Haroldo Conti sublimado: exacto. Ciertas escenas idealistas, excesivas, en cuanto a la prisión por motivos políticos.
Spinoza: una introducción; Libro de los pasajes; Spinoza y el arte; La tierra de los niños; Lo interrumpido; El odio; Sìnoza disidente; La filosofía y la vida
Paradiso, $ 3.800
OMAR GENOVESE El ensayo como recurso inmediato de la filosofía puede que ocupe el lugar de arma subsidiaria para evitar, a veces con elegancia, el campo inmediato del panfleto. En un paralelo que aquí es atinente, la novela policial resulta un género tenazmente ultrajado por ciertos autores aspirantes a validar lo ensayístico como estilo. Es decir: como expongo con claridad tomo por asalto la ficción. Y asaltarla resulta un suceso policial en los hechos y en el texto. No así el resultado como novela que, de policial, no tiene ni policías verosímiles.
Un lector recién formado, inquieto, encuentra aquí (replicada en contratapa), cierta culpa disfrazada de honestidad a mitad de la novela en la pregunta: ¿qué es esto? Como Tatián se atrevió a publicar 115 carillas para obviar su respuesta, el conjunto resulta un guante al rostro del lector con aire a desafío armado con padrinos. En primer término, es la supresión de antecedentes del género. Sin viajar a otra lengua ni región, la práctica del autor niega la relevancia de La muerte de los filósofos en manos de los escritores de Luis Chitarroni, tanto como de las novelas El agua electrizada o El mal menor de C.E. Feiling.
Esta omisión del pasado tal vez explica la otra substancia deficitaria, que conspira contra la efectiva lectura de un boceto de ficción en torno a un escritor en ciernes, expreso político, cuyo legado es una novela de cuya extrañeza y relevancia se concluye desconfiar. Más aún con la reproducción de algunos poemas de su cuño que no merecen inclusión en antología docente alguna. En sí, el déficit es lingüístico, ya por el uso de términos que dificultan la constitución de los personajes, ya por la abundancia de estructuras oracionales donde, en extremo, llega a incluir seis verbos consecutivos.
Podrá el lector intuir que el escritor velado detrás del misterio de su novela impar es una especie de Rodolfo Walsh u Haroldo Conti sublimado: exacto. Lo que también subraya ciertas escenas idealistas, excesivas, en cuanto a la prisión por motivos políticos. Y aquí otra omisión alarmante: El sexto de José María Arguedas. Pero en el despilfarro de desaciertos, insisto, también subyace el desprecio hacia un tercero en discordia, quien lee. Tatián se impone para justificar este policial filosófico que, también, carece de filosofía hasta la aparición de tres páginas. Y he aquí el nudo que ahoga, porque la escritura descripta, también es paupérrima y carece de ingenio.
Entre las páginas 78 y 80, allí mismo, la hija del escritor fallecido refiere a la lectura de Vida y destino de Vasili Grossman, al rescate crítico del concepto “pequeña bondad”. El carácter humanista de semejante proposición excede este análisis, pero tal mención convierte al texto cuasipolicial en su deudor. Más aún, todos los componentes parciales, desmembrados, sugieren la falta de desarrollos en prosa de distintas ideas, faltan páginas, muchas, que incluyan, por el ejemplo, el circuito universitario en torno al pensamiento del bien común sugerido.