Un clásico vuelve para crear una de acción memorable
Título original: Silent Night Dirección: John Woo Guión: Robert Archer Lynn Intérpretes: Joel Kinnaman, Catalina Sandino Moreno, Kid Cudi, Scott Mescudi y Harold Torres
Origen: Estados Unidos/ México (2023)
Duración: 104’
RJUAN CARLOS FONTANA egresa John Woo y su notable pirotecnia fílmica. A sus 77 años, el director chino, criado y formado en Hong Kong, vuelve con esta producción a retomar los cánones del mejor cine de acción clase B, de sus primeras e inolvidables películas como The Killer (1989), Bulled in the Head (1990) y Hard Boiled (1992). Además de sus extraordinarios clisés fílmicos, que recuerdan a los spaghetti western de Sergio Leone, con fuego cruzado entre mafiosos de pandillas marginales, en Venganza silenciosa da un paso más. Ese paso es el desafío que le exigió el guión de Robert Archer Lynn, que no incluye diálogos. Si bien en el cine de acción no abundan demasiado, acá hay una excusa perfecta: el protagonista recibió un certero tiro en su garganta, que le hizo perder las cuerdas vocales. Pero eso no quita que el sonido, la música, las acciones -admirablemente coreografiadas-, las imágenes, permitan el avance de una historia que plantea un interrogante contun
dente ¿qué sería capaz de hacer un padre para vengar la muerte de su hijo de siete años, al que un tiro perdido se lo terminó asesinando cuando jugaba en el jardín de su casa el día de Nochebuena?
Si no nos equivocamos, desde que hizo Paycheck (2003), previo filmó las estupendas Face/ Off (1997) y Misión: Imposible 2 (2000), que Woo no rodaba en los Estados Unidos, aunque acá la mayoría de sus escenarios se filmaron en México.
Apelando a la vieja escuela de
actuación de subrayar los gestos, las acciones y el movimiento, de acuerdo a los ángulos que tome la cámara y al no contar con textos, sus dos protagonistas Joel Kinnaman (Altered Carbon, House of Card) y Catalina Sandino Moreno (María, llena eres de gracia), se vieron obligados a apelar a detalles ínfimos, como acentuar sus expresiones en una mirada, o un simple gesto con la boca. Pero lo más sustancioso sin duda son las explosivas coreografías de actores que vuelan por el aire, hombres que se trenzan a peleas con sus ametralladoras, como si fueran guantes de boxeo, o autos que se refriegan en callejones hasta quedar destrozados con sus protagonistas en su interior.
Woo no se detiene demasiado en afianzar las relaciones hombre-mujer. Acá como en los films de Bruce Lee, o de Liam Neeson, no hay tregua. Lo que hace avanzar el relato son los particulares y originales ángulos de cámara que pueda utilizar el director para contar la historia. Eso permite disfrutar a un Woo de sus mejores épocas, él que incluso en secuencias dramáticas, intenta apelar a rasgos de comedia, aunque haya hombres heridos que se claven puñales sin inmutarse.
El director logra un ritmo trepidante y juega sus fichas a partir de un triángulo devastador entre el padre enfermo de una obsesión compulsiva que busca venganza, los mafiosos y un detective, que con cierta parsimonia se toma su tiempo para resolver esta epopeya de un solo hombre, cuya venganza lo enceguece y no teme perder la vida.