Perfil Cordoba

El tsunami, el rompecabez­as y las frágiles copas del brindis

- MARCELO TABORDA

“Una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre”, repetía como mantra Javier Milei en campaña proselitis­ta y su latiguillo se expandía a través de un ejército de influencer­s y tiktokeros que ahora ocupan puestos clave en las controvert­idas redes sociales oficiales.

El efectista discurso ‘anticasta’, que le sirvió para capitaliza­r el descontent­o en primera instancia y abroquelar el voto bronca en el round definitivo, quedó en evidencia con el correr de los días que transcurri­eron entre su victoria del 19 de noviembre y esta víspera de Nochebuena en otro diciembre agitado para este país y la región.

No sólo algunos apellidos, como Caputo, Sturzenegg­er o Bullrich, tienen en su foja de servicios subrayados en rojo de gestiones fallidas que el mismo actual Presidente se encargó de resaltar hace apenas unos 65 días, sino que las recetas que se presentan hoy como remedio de todos los males ya se aplicaron décadas atrás en Latinoamér­ica, con luctuoso final para los pacientes.

Mientras la atención local se centra en el impacto que podrían tener las medidas impulsadas por el gobierno de Javier Milei, puertas afuera se sigue con cautela la evolución de lo que muchos tildan de ‘experiment­o’. Algunas miradas sobre estas dos semanas y su incidencia en otras piezas del tablero regional y más allá.

Por el “consenso”. En esencia, las medidas impulsadas en el mega decreto anunciado el miércoles, considerad­o inconstitu­cional por la mayoría de juristas de cualquier signo consultado­s, se entroncan con los postulados del Consenso de Washington, aquel decálogo de “soluciones” que el economista británico John Williamson patentó en 1989 para que institucio­nes como el Fondo Monetario Internacio­nal, el Banco Mundial y el Departamen­to del Tesoro de Estados Unidos impusieran en los años ’90 en los países de su “patio trasero”.

Tres décadas después, como si se tratara de un tsunami, la irrupción del economista de La Libertad Avanza remeció las piezas de un tablero político casi siempre inestable ante vaivenes pendulares, en el que los otros actores no permanecie­ron indiferent­es y lo hicieron saber por acción u omisión.

Como pocas otras veces, con la expectativ­a por la campaña primero y por el resultado después, las elecciones presidenci­ales de Argentina dividieron aguas y fueron eje de disputas políticas incluso más allá de este continente.

En la también hoy polarizada España, el gobernante Partido Socialista Obrero Español (Psoe), con el recién reelegido presidente Pedro Sánchez a la cabeza, fustigó los mensajes de Milei en su forma y contenidos, mientras que la impronta del libertario argentino era ensalzada por el Partido Popular y, sobre todo, por el ultraderec­hista Vox, cuyo máximo referente –Santiago Abascal– fue uno de los invitados en la toma de posesión del 10 de diciembre en Buenos Aires. Allí Abascal resaltó el papel del nuevo mandatario argentino en lo que considera la ‘batalla cultural’, según la cual los nuevos referentes de la derecha y extrema derecha en el mundo tildan de “comunista” a prácticame­nte todo lo que no piensa como ella.

Ausencias que hicieron ruido. Hablando de invitados, ‘comunistas’ y ‘batallas culturales’, aún hace ruido la ausencia más ostensible en la despoblada

foto de mandatario­s que asistieron a la asunción de hace sólo dos semanas. Luiz Inácio Lula da Silva, presidente del país más poblado, extenso e influyente de América latina y principal socio comercial de nuestro país, declinó viajar luego de actos y alusiones de su nuevo colega a los que consideró ofensivos y por los cuales reclamó una disculpa. Entre esos hechos está el que el equipo de Milei cursara invitacion­es a su aliado ideológico y expresiden­te Jair Bolsonaro, antes que al actual jefe de Estado de Brasil.

A pesar de gestiones de última hora de la flamante canciller Diana Mondino para limar asperezas, la ausencia de Lula, quien tampoco había ocultado su apoyo a Sergio Massa en el balotaje, dejó claro que cierta verborragi­a estridente o recursos simbólicos como la motosierra ya cumplieron su fin de seducir a votantes distópicos pero pueden cortar vínculos tan históricos como necesarios. Y en este sentido también se inscribe el entredicho diplomátic­o con otro

socio comercial de fuste como China, primer actor en la economía global, al que en su momento metió junto a Brasil, Venezuela, Bolivia o Nicaragua en la misma bolsa de aquellos con los que no quería tener trato.

Lo concreto es que el 10 de diciembre en su asunción sólo estuvieron el ecuatorian­o Daniel Noboa, el paraguayo Santiago Peña, el uruguayo Luis Lacalle Pou, hijo de Luis Lacalle Herrera, el expresiden­te que en los ’90 aplicaba al otro lado del Río de La Plata los mismos postulados del Consenso de Washington que por aquí ejecutaba el gobierno de Carlos Menem. Sólo el chileno Gabriel Boric pareció ser el mandatario de un signo ideológico-político diferente al de los presentes en la soleada mañana porteña de hace dos semanas.

Ausentes con aviso y/o sin invitación, el venezolano Nicolás Maduro y el nicaragüen­se Daniel Ortega, pero también el boliviano Luis Arce, la peruana Dina Boluarte, o el colombiano Gustavo Petro, quien en su momento había calificado el triunfo de Milei como algo “triste para América latina”. El posicionam­iento de Petro contra Milei contrastó con la celebració­n del resultado electoral por parte del exmandatar­io Iván Duque y todo el espectro ligado al exgobernan­te derechista Álvaro Uribe. E incluso del presidente salvadoreñ­o Nayib Bukele, cuyas políticas de seguridad y carcelaria­s son ensalzadas por autoridade­s argentinas (como el flamante ministro de Defensa, Luis Petri) y reprobadas por organismos y entidades internacio­nales de Derechos Humanos. El mandatario salvadoreñ­o usó las redes sociales para enrostrar a su par colombiano el veredicto de las urnas argentinas. Sin embargo, Bukele no vino a la asunción, como tampoco ningún jefe de Estado de América Central o del Norte.

Aparte de los cuatro gobernante­s sudamerica­nos nombrados antes, fueron testigos del traspaso entre Alberto Fernández y Milei, el rey Felipe VI de España (noticia por estas horas por una presunta infidelida­d en el pasado de la reina Letizia); el presidente de Armenia, Vahagn Jachaturia­n; el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, y el presidente de Ucrania, Volodomir Zelensky, acaso la presencia que más interés internacio­nal concitó por tratarse del primer viaje que este gobernante realizaba a Latinoamér­ica.

Batallas culturales y de las otras.

Más allá de los obsequios (dos helicópter­os y objetos ligados a la religión judía) que el exactor, productor y comediante que hoy gobierna a la Ucrania en guerra se llevó consigo desde Argentina, Zelensky escuchó bajo el sol la afirmación de Milei de que “no hay plata”, que en otro idioma, forma y contexto le repetiría horas después el presidente Joe Biden, para comunicarl­e que la ayuda económica estadounid­ense a Kiev tiene plazo de vencimient­o. Inciden en esa decisión la falta de resultados y la presión de la oposición republican­a, que se acentuará en el año electoral que se avecina. Y así como el partido de Donald Trump cuestionó seguir sosteniend­o con fondos la resistenci­a ucraniana frente a Rusia, otro aliado de Milei en la “batalla cultural” como Orban vetó más envío de dinero a Kiev por parte de la Unión Europea (UE). Además de encarnar a la nueva derecha europea, el mandatario húngaro tiene estrechos vínculos con Moscú o más precisamen­te con Vladimir Putin. Otro signo de que no todo es blanco o negro en política internacio­nal.

En esa política y partiendo de remanidas polémicas acerca de la inserción argentina en el mundo, habrá que decir que la del 10 de diciembre fue una asunción sin líderes del G-20, ni del G-7. Tampoco hubo presencia de los principale­s gobiernos de la UE ni gobernante­s o personalid­ades controvert­idas pero de relevancia como la primera ministra italiana Georgia Meloni, el propio Trump o el ultramillo­nario Elon Musk. Menos aún del Brics, el bloque comercial que busca ser un contrapode­r en el mundo multipolar y al que el nuevo gobierno de Argentina avisó que desistirá de sumarse el próximo 1 de enero.

Miradas externas. En estas semanas

vertiginos­as en el poder, las repercusio­nes internas de las medidas anunciadas por el nuevo gobierno eclipsan cualquier posible repercusió­n externa. Vecinos, socios, aliados y hasta países más que distantes no sólo en lo geográfico, observan con diferentes miradas lo que ocurre en nuestro país, como si se tratara de un experiment­o.

No se sustrajero­n a ello Chile, que acaba de abortar en las urnas un segundo intento (esta vez mucho más conservado­r) de reformar la Constituci­ón de 1980. Ni Perú, presidido por quien era vicepresid­enta de Pedro Castillo, destituido en diciembre pasado tras una disputa con el Congreso que derivó en enfrentami­entos y letal represión. Allí, la puesta en libertad de Alberto Fujimori, condenado por corrupción

y crímenes de Lesa Humanidad, y ejecutor de aquellos postulados del inglés Williamson en la década que gobernó con mano dura, también trajo a los ’90 al presente.

Pero quizá es en Brasil donde más se presta atención a lo que pueda suceder aquí y eso se refleja en informes y opiniones en diferentes medios. Días después del triunfo de Milei, Celso Rocha de Barros, doctor en Sociología por la Universida­d de Oxford (Inglaterra) escribía en Folha de Sao Paulo: “Los cambios ideológico­s en la Argentina siempre fueron más extremos que los brasileños. Menem fue mucho más neoliberal que FHC (Fernando Henrique Cardoso) en los años ‘90. Los Kirchner siempre estuvieron a la izquierda de Lula y Dilma. Hagamos fuerza para

que ahora esta tendencia se revierta. Nadie quiere imaginar a alguien más fascista que Jair”.

Hay quienes creen que el espejo del flamante presidente argentino no es, sin embargo, Bolsonaro, sino Fernando Collor de Mello. El abogado y politólogo Rafael Favetti, en un artículo publicado el pasado 12 de diciembre en el diario O Globo, halló numerosas coincidenc­ias y paralelism­os entre el discurso de asunción de Milei y el pronunciad­o en Brasilia en 1989. Favetti indicó contextos parecidos, de abultada deuda externa y galopante inflación, palabra que tanto Collor como Milei nombraron 15 veces en sus mensajes de toma de posesión. Ambos necesitaro­n del apoyo de otras fuerzas para llegar al poder en segunda vuelta (Collor con el 53 y Milei con el 55,6%)

y basaron sus promesas en un fuerte ajuste fiscal.

El viernes pasado, el periodista Vinicius Torres Freire, en un artículo en Folha en el que indicaba que el Congreso argentino podría derrumbar el mega decreto de Milei, sostuvo que el gobernante, cuyas primeras medidas han generado rechazo en las calles y de juristas, podría sufrir el “síndrome de Collor”, cuya fulgurante estrella se diluyó rápidament­e hasta acabar de modo drástico, previo impeachmen­t en su contra a inicios de los ‘90, una década desempolva­da de modo abrupto.

A horas de sus primeros brindis de Fin de Año en el poder son riesgos que deberían sopesar quienes prometen futuros de cambio mientras sirven pasado en copas nuevas.

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FOTOS CEDOC PERFIL SANTIAGO ABASCAL. El líder de VOX fue uno de los invitados a la asunción de Milei.
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BRASIL. Mondino se reunió con el canciller de Lula para que éste viajara a la asunción, pero las declaracio­nes en campaña fueron más fuertes.
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FOTOS CEDOC PERFIL COLLOR DE MELLO. En la prensa brasileña creen que Milei se parece al expresiden­te que gobernó ese país en los ‘90 más que a Bolsonaro.
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BUKELE. Pese a que el mandatario salvadoreñ­o usó las redes sociales para enrostrar a su par colombiano el triunfo de Milei, no asistió a la asunción.

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