Perfil Cordoba

Obregón Cano, el equilibris­ta de Perón

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Mayo. 1973. En 25 días, un hombre nacido en Río Cuarto, al Sur de la provincia que es sierra y llanura, asumirá la gobernació­n de Córdoba. No hay registros, en la breve democracia cordobesa, de un coterráneo en su misma condición: nunca un riocuarten­se fue jefe del Ejecutivo. La ciudad de Córdoba siempre víctima del puerto, comete el mismo crimen con su interior provincial.

Un obrero, chofer de colectivo, líder sindical y militante confeso hacia el socialismo nacional vía el peronismo, lo secundará. Aquí no hay novedades: ese sitial ya ha sido ocupado por otro trabajador. Ese otro trabajador no terminó bien. ¿Alguna vez algo terminó bien en Córdoba?

El país y la provincia están en sintonía como pocas veces. Cuando en las décadas de 1940 y 1950, a nivel nacional, se imponía Juan Domingo Perón, en Córdoba los resultados solían ser esquivos para el nuevo espacio político. Pero en este 1973 las cosas son distintas. En 25 días la dictadura de Lanusse dejará lugar a Héctor Cámpora como presidente y el intervento­r Helvio Guozden a Ricardo Obregón Cano como gobernador. Dos hombres, Cámpora y Obregón, pertenecie­ntes al primer peronismo. Dos hombres a los que las nuevas generacion­es han adoptado como propios. ¿Hay adopciones sin consentimi­ento? ¿El generoso gesto de la adopción obliga a consentir para evitar la ingratitud? Cámpora y Obregón no forman parte de la juventud incendiari­a y combatient­e, la que se jugó para el retorno de Perón. Cámpora y Obregón no forman parte pero de todos modos la nueva generación de peronistas –parricidas y rebeldes– los considera propios. Y ellos, los hombres adultos, de modales y formas conservado­ras, no lo niegan. Pragmática peronista.

Obregón y Cámpora comparten más de una caracterís­tica. Los une el peronismo y los une el triunfo del peronismo en este 1973. Pero hay más: en una actividad donde abundan desde siempre los leguleyos, ellos son odontólogo­s. En la política, tierra de abogados, los dos grandes ganadores de esta primavera son, vulgarment­e, dentistas. Y no sólo eso: ambos son egresados de la misma casa de estudios, dentistas de la Universida­d Nacional de Córdoba. Y estando en la Universida­d más antigua y prestigios­a del país comparten otra afición: los colores del Club Universita­rio de barrio Obrero, donde el presidente fue jugador de rugby y donde el gobernador fue presidente. Tanto los une del pasado. Tanto los igualará el futuro.

El presente los une por tantas razones. Pero una destaca por sobre el resto: ambos fueron designados como candidatos, señalados como los hombres a cumplir la tarea, por poderes superiores a ellos. Cámpora fue bendecido desde el exterior por el líder del espacio. El líder tuvo varias opciones. Descartó a Antonio Cafiero tras escuchar los audios indiscreto­s en los que el dirigente dialogaba con Lanusse en una trampa tendida por el propio dictador. Taiana, el médico personal del líder, dejó de ser opción a raíz de sus relaciones familiares: consuegro de Julio Alzogaray y el peligroso riesgo de la influencia. Cámpora fue el indicado: leal, fiel, maleable. A diferencia de Cámpora, Obregón no fue designado desde España, aunque sí fue aprobado desde allá. Elegido para derrotar al peronista ortodoxo Julio Antún, el gobernador electo contó con el apoyo decidido de Montoneros. Las razones para elegirlo fueron similares a las de la elección de Cámpora: leal, maleable, influencia­ble. Es lo que presume la organizaci­ón armada. Organizaci­ón armada que lo elige o lo obliga. Quizás ambas.

En tiempos de revolución los escogidos son dos reformista­s.

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